Redacción EL ARGENTINO
Rony Galante, Gisela, para los más cercanos, fue una figura que la muerte, en 2009 y en situaciones nunca esclarecidas, empezó a poner en un lugar de mayor reconocimiento por parte de la cultura popular. Fue así que, hace algunos años, se creó el Premio Rony, para reconocer a personajes destacados de cada una de las murgas participantes.
Maximiliano Sampallo es un joven artista, con años de experiencia en el Show del Ángel, el transformismo y la interpretación. Este año formó parte de la murga El Renacer de los Auténticos, en los Corsos Populares Matecito, y se quedó con el Premio Rony. En diálogo con EL ARGENTINO, se refirió a la importancia de este reconocimiento, a la figura de Rony y, entre otras cosas, a la dualidad que le significó volver a barrer la pasarela en la que había desfilado un rato antes, ya que es parte de una cooperativa de trabajo de barrido.
“Esta fue mi primera vez en los corsos, por eso el debut me pareció muy interesante, me encantó, la pasé bomba, lo di todo, es otro universo y he recibido mucho amor”, contó. “La propuesta me llegó de una peluquera amiga de mamá, Sonia Leme, que la quiero nombrar porque es un puente muy importante entre El Renacer y yo. Estaban buscando un perfil de un chico transformista. Ella me lo propuso y, bueno, yo no sé decir que no a ningún proyecto, siempre digo que sí… cuando me pasan el boceto del diseño del personaje quedé mudo, fascinado. Así que acepté, de una”, relató, entusiasmado.
“El Renacer de los Auténticos tiene el nombre tan bien puesto… por todo los que pasó con la Murga de los Abuelos, que les quitaron su espacio, sus cosas, se quedaron sin nada, lo único que les dejaron sacar fue una máquina de coser y un alargador. Tuvieron que empezar de cero. Esa historia me re llegó al alma y al corazón, por eso dije que sí también”, reconoció para esta nota.
Por otro lado, sobre la constitución del personaje que le tocó representar, dijo: “La comparsa representa mucho la cultura aborigen, por eso se llama Legado ancestral, y yo vengo a ser como un chamán que simboliza la dualidad entre lo femenino y lo masculino. En la cultura mapuche a algunos chicos los preparaban para el día de mañana ser una especie de chamán, porque tenían la habilidad para conectar lo espiritual con lo terrenal, y podían sanar. Este personaje tiene como mucho color, entre rosa y celeste, y blanco también, por el ciervo blanco, el ciervo de la nieve, que tenía dotes espirituales. Yo me sentí re identificado con el personaje”.
El brillo y la mugre
Lo que muy pocos saben es que, al flamante ganador del Premio Rony, una vez terminado el corso, se le rompía el hechizo, cambiaba de ropa y, pala y escoba en mano, volvía a limpiar el circuito.
“Limpiar después del corso… era como ¡guau! ¡re gracioso! Salía del corso, abría el chapón de alambre, me pegaba la vuelta por Montevideo (vivo a media cuadra del corsódromo), con plataforma, tocado, cuerno, con el palo, todo. Llegaba a casa, me desmaquillaba, me ponía la ropa naranja, la de Higiene Urbana, me fumaba un pucho tranca, y aparecía de vuelta en la pasarela, pero con el uniforme del trabajo”, contó, entre risas.
“Toditas las noches, porque nunca falté a trabajar, y no voy a faltar, y menos por darme el lujo de salir en el corso barrial. Ya lo había arreglado con mi capataz. Es una dualidad importante: de brillar en la pasarela a, después de un rato, estar arrodillado juntando latas, papeles, pañales, pedazos de pan, de choripán, la tapita de la espumita. Siempre transpirando la camiseta, porque la mugre que queda no tiene nombre”, relató. Y enseguida destacó el “alto equipo laboral” del que es parte: “tengo unos compañerazos y dejábamos todo reluciente, impecable”.
La vara alta
“Para mí, fue representar el espíritu que tenía Rony cuando desfilaba en la pasarela, la gente se enloquecía, lo amaba, se divertía. Estaba esperando el momento en que cruzaba, fue un ícono del corso y de la cultura popular de Gualeguaychú. Me encanta que hoy sea parte de una categoría y que se puntúe. Desde el momento cero les dije a mis compañeros que quería la corona, que quería ganar”, compartió. Y, sin falsas modestias, opinó “haber dejado la vara bastante alta para el año que viene, para que quien gane siga con el legado”.
“Pero, ¡ojo!, no es vestirse de mujer y ya está. Es saber interpretar, divertir, gustarle a la gente y que también el jurado pueda entender cómo está hecho el personaje y qué representa”, enfatizó. Para agregar: “Fui evaluado por personas muy idóneas con respecto al arte, a la caracterización, al vestuario y la puesta en escena. Eso me llena de orgullo, que me haya evaluado gente que de arte sabe”.
“Quiero agradecer eternamente a todas las personas que me dieron una mano, tanto con el vestuario con el maquillaje. A mi familia, a mi pareja, a mi hija, a mi madre, a mi padre, que siempre están conteniéndome, haciéndome el aguante, y a todos los mensajes de amor que he recibido. No he parado de recibir mensajes hermosos, eso para mí es muy fuerte, estoy muy agradecido a la vida y creo que cuando uno cosecha lo que siembra tiene el placer de inflar el pecho y decir ¡qué feliz me siento! ¡qué feliz me levanto!, el reconocimiento de la gente en la calle me emociona, la verdad que no tiene precio”, finalizó.