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Es la última mujer que dirigió una comparsa. Fue en 2015. Licenciada en Artes Visuales, diplomada en Carnaval, jurado y diseñadora, Cecilia Chesini habló de su paso por Kamarr, el nivel del espectáculo y de la insólita polémica en la que se vio envuelta.
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Por Germán Farabello
P: Como artista y exdirectora, ¿cómo ves actualmente al carnaval de Gualeguaychú?
R: Hace por lo menos 5 años que, al igual que otros artistas fanáticos del carnaval, venimos observando un declive por falta e innovación y sorpresas, lo que llevó a una meseta. Hace rato no aparece alguna novedad. Específicamente en lo que refiere a diseño, hay una tendencia de los directores a copiar lo que a otros directores les dio resultado, en un intento de superarlos. Por ejemplo, si funcionó un estilo de vestuario empiezan a copiarlo, entonces repiten el mismo estilo de corpiño o de una malla con una diagonal, y se empieza a generar una copia de otra copia hasta que se desdibuja. Entonces, llegas a un punto en el que ves en todas exactamente lo mismo. Papelitos gana porque es la única que tiene una estética distinta. Reconozco que es una comparsa sumamente lograda, es muy probable que sea la ganadora, pero a mí no me sorprendió. También hay grandes aciertos en las demás comparsas, como animarse a ciertas fusiones como hizo Ará-Yeví con el tema del malambo, creo que esas cosas siempre suman. Aun así, si uno abre Pinterest puede ver lo que va a pasar en los próximos dos o tres años en materia de diseño en el carnaval.
P: ¿Crees que esto afecta a la identidad de nuestra fiesta?
R: Veo con preocupación que Gualeguaychú perdió identidad. Cuando empecé a hacer crítica de carnaval con ojos de artista plástico (año 2010), uno podía agarrar una foto de un diseño y distinguir: “esto es de Adrián Butteri, esto es de Rodolfo Rodríguez, esto es de Joaquín Arias”, porque los directores tenían un estilo y las comparsas una identidad, hoy en día eso despareció. Otra cosa que observo es que en vez de ser Gualeguaychú referente de la línea creativa y de vestuario para los demás carnavales, como lo fue durante décadas, está empezando a pasar lo opuesto. Uno ve que se incorporan elementos de vestuario de carnavales más chicos de alrededor, en materiales o moldería.
P: Fuiste directora de Kamarr en 2015, la última mujer al frente de un proyecto artístico en el carnaval ¿Cómo recordás esa experiencia?
R: Es un tema del que siempre me cuesta hablar. Tengo bueno recuerdos y estoy agradecida por la oportunidad, pero hubo cosas muy difíciles. Sentí mucha resistencia, no sabría decir el por qué, pero sentí que varias personas estaban muy acostumbradas a que el mando estuviera a cargo de un hombre y no estaban dispuestas a aceptar que una mujer los dirigiera. Desde ya que diez años me dieron otra perspectiva, en este tiempo hice una autocrítica. Las cosas que dependían de mí y no salieron bien, claramente, fueron por falta de experiencia, pero también soy consciente que me faltó acompañamiento. La mayor parte de mi equipo me saboteó, aunque también hubo gente que fue muy buena y me ayudó a sortear esos problemas. Ese año la comparsa obtuvo el segundo lugar, con un comienzo de temporada con muy buenos puntajes en vestuario y carrozas. Gran parte de los puntos que perdimos fue con la música, que fue el gran problema de Kamarr en esa temporada. Desde la banda no me querían presentar la música antes de la presentación oficial, y cuando por fin la escuché no habían respetado ninguno de los lineamientos que había propuesto y no me quedó más que aceptarla. Fue muy difícil saber que estaba aceptando mandar mi proyecto al cadalso. Lo digo ahora porque nunca nadie me preguntó cuál era mi versión de esta historia.
P: ¿Había una propuesta de continuidad luego de ese debut en Kamarr?
R: Había un acuerdo de palabra de que en el primer proyecto no iba a contar con un gran presupuesto, pero que iba a tener la oportunidad de realizar un proyecto como correspondía en la medida que tuviéramos un buen rendimiento con el resultado de ese primer año. Cumplí con todo lo que se me habían pedido, que fue trabajar con un presupuesto bajo y reciclar sin que se notara. Por haber salido en segundo lugar, ganaron mucho y gastaron muy poco. Nunca hubo una versión oficial desde la comparsa del por qué no me renovaron. Extraoficialmente, alguien de esa comisión me dijo que era porque yo había quedado embarazada, lo cual para mía había sido una lucha personal, ya que tuve que hacer un tratamiento. Me parece muy injusto, porque fue la versión de un sólo directivo y me enteré que no me renovaban por un programa de radio.}
P: ¿Por qué crees que no hay mujeres dirigiendo comparsas?
R: Me lo preguntaron muchas veces y nunca lo supe contestar hasta que anoche, hablando con una chica, encontré una posible respuesta. Ella me manifestó ciertas intenciones de dirigir. “Si alguna vez dirijo una comparsa…”, me dijo, y le dije ¿y por qué no lo haces?, a lo que ella respondió que el ambiente de carnaval nunca la aceptaría. Me dio la misma sensación de lo que me pasó a mí, que de la manera en cómo está planteado el carnaval no permite que una mujer dirija. El ambiente es hostil, por más que haya interesadas, les quitan las ganas. Fijate lo que pasa ahora con las chicas que les están quitando las ganas de ser reinas, imagínate cómo te vas a aventurar en algo tanto más complicado que implica tanta presión como es dirigir si para algo que debería ser mucho más sencillo. Me animaría a decir que hacen falta más mujeres y más presencia del colectivo LGBT, más diversidad desde las dirigencias. Creo que eso ayudaría muchísimo, porque eso es lo que está frenando que la participación también sea más diversa.
P: Hace dos años publicaste el libro Corso a Contramano. En los últimos días surgió una controversia por una reseña sobre lo que es o no es ese trabajo ¿Qué podés decir al respecto?
R: Mi libro es un trabajo que habla sobre el futuro de la mujer en el carnaval. En el primer capítulo abordo los temas teóricos sobre cuestiones artísticas, en el segundo hablo sobre la historia del carnaval y el recorrido que se hizo, y en el tercero se combinan las dos cosas para explicar cómo el arte, junto al rol de la mujer, pueden llegar a modificar la fiesta, y qué oportunidades tienen dentro de la misma. En esta controversia se me reclama que en el capítulo de lo histórico no se menciona la obra de Gustavo Rivas, y en realidad el mío no se trata de un libro histórico. Tomé varias fuentes de consulta, como entrevistas con las hacedoras del carnaval. El problema es que esta pseudo reseña u opinión del libro no se hizo en un ambiente privado, sino en una antología, que por definición tiene que ser una recopilación de cosas que sumen a un tema, es decir, reunir a los mejores exponentes sobre un trabajo. En cambio, el autor ataca mi libro y hace una exposición en base a ese hecho. Además, ataca a Martín Ayala y a mí, comparándonos con la dictadura militar, incluso en comparaciones en las que trata al colectivo LGBT de sodomitas y a nosotros, por extensión, de homofóbicos, lo cual no tiene sentido. Todo esto ya no sería una opinión, sino una agresión directa. Cuando se daña el buen nombre y la respetabilidad de una persona cae en una figura legal que es la injuria. Le pedimos respetuosamente que rectificara sus dichos (Chesini habla del profesor José Luis Pereyra), lamentablemente la respuesta que tuvimos en redes sociales fueron más agresiones, por lo que nos deja en una situación muy incómoda. Consideramos que debería haber un diálogo respetuoso porque en esto también queda involucrado la imagen de la ciudad y del carnaval.
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