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UN DÍA CONTRA EL FASCISMO

El mejor relato que leí sobre la diversidad

Hay un cuento de Samanta Schweblin que plantea una situación extrema: una hija adolescente que come pájaros. Y nos pone frente a dilemas complicados.

Sábado, 1 de Febrero de 2025, 13:33

Redacción EL ARGENTINO

Por Patricia Kolesnicov

 

No tengo idea de si la escritora argentina Samanta Schweblin pensó que escribía sobre la diversidad cuando escribió su cuento Pájaros en la boca, pero desde que esa clave se me cruzó en la lectura no pude ver otra cosa en ese relato que hace tiempo se hizo famoso. Diversidad al extremo, al límite, sin ningún tipo de filtro suavizante. Bien Schweblin.

 

El argumento es conocido: de un día para otro resulta que Sara, la adolescente de la casa, come pájaros. Nadie es vegetariano en la familia pero resulta que la chica come pájaros vivos. Una chica de clase media, con jumper del colegio y colita recogida. Come pájaros.

En el cuento, la mamá se lo tiene que decir al papá, del que está separada. Ya se sabe, no son las mejores condiciones para escuchar algo feo. El padre sabe que tiene que ver “algo” y se fastidia. Pero la escena no deja dudas:

 

“Entonces Sara se levantó, su cola de caballo brilló a un lado y otro de su nuca, y fue hasta la jaula dando un salto paso de por medio, como hacen las chicas que tienen cinco años menos que ella. De espaldas a nosotros, poniéndose en puntas de pie, abrió la jaula y sacó el pájaro. No pude ver qué hizo. El pájaro chilló y ella forcejeó un momento, quizá porque el pájaro intentó escaparse. Silvia se tapó la boca con la mano. Cuando Sara se volvió hacia nosotros el pájaro ya no estaba. Tenía la boca, la nariz, el mentón y las dos manos manchadas de sangre”.

 

“Lo que me pasó cuando lo leí es que sentía la garganta llena de plumas”, dijo la escritora Claudia Piñeiro en el podcast donde leyó el cuento de Schweblin. Exactamente eso: Piñeiro se había puesto en el cuerpo de la chica que come los pájaros. Pero ¿y los padres? ¿Qué pasa con ellos? ¿Qué hacen con la chica?

 

La diversidad

 

Los padres sienten asco. Los padres sienten náuseas. Los padres no saben qué hacer. Y se entiende, porque Schweblin ha planteado un caso radical. ¿Por qué digo que se trata de la diversidad? Justamente por ese asco. No importa si tienen razón o si se trata de sus prejuicios pero ¿qué hacés, cómo seguís queriendo a un hijo -a alguien muy amado, pero “hijo” parece ser la categoría máxima- que hace algo o se convierte en alguien que te da un asco así. O un odio así. Y peor: ¿si no es alguien que amás? ¿Qué hacés? ¿Lo exterminás?

 

“–¡Come pájaros! ¿La hiciste ver? ¿Qué mierda hace con los huesos?”

Eso grita el padre, apenas se entera. “Tu hija”, dice, tomando distancia. Y enseguida, click, empieza a tratar de relativizar: “desde un punto de vista naturista es más sano que la droga, y desde el social más fácil de ocultar que un embarazo a los trece”, se dice. Pero un tambor le suena en la cabeza: come pájaros, come pájaros, come pájaros.

 

¿Tiene cura? No se crean que el padre no piensa en esa palabra usada como un arma tantas veces frente a los sentimientos o las elecciones de otros. Un psiquiátrico, piensa. Pero lo descarta. Pasan los días, la nena no tiene pájaros, no come nada.

 

Y, a medida que se hace a la idea, el padre se da cuenta de que enojarse, encerrarla, golpearla, hambrearla, nada cambiará las cosas.

 

Schweblin es dura porque elige algo, comer pájaros vivos, que es difícil no ver como algo repulsivo. Y por eso pienso que se trata de pensar qué pasa cuando otro hace -o es- algo que nos resulta honestamente asqueroso. Algo que vemos como inhumano. Y, por si acaso, no estoy hablando sólo de sexualidad, se imaginan: hay muchas cosas que otro puede ser y que a mí no me gustan. Schweblin abre una luz cuando hace que el padre le tire a la chica un “Comés pájaros” por la cabeza y ella le responda “Vos también”. ¿Y si a ella le dan asco las aves al spiedo?

 

Porque nuestros ascos, nuestros rechazos, no significan necesariamente que el otro es un monstruo sino que hablan mucho de nosotros, de quiénes somos, del lugar de donde venimos y qué hemos decidido hacer con esa procedencia (que no es un destino, el origen no es un destino).

Los que no creemos en una verdad divina no tenemos otra alternativa que relativizar. Pero esa es la salida fácil y Schweblin va al hueso: qué haces cuando lo que vos considerás monstruoso aparece tan cerca. No importa si estás equivocado.

 

“Después de un rato Sara dijo:

–Papi...

Tragué lo que estaba masticando y bajé el volumen, dudando de que realmente me hubiera hablado, pero ahí estaba, con las rodillas juntas y las manos sobre las rodillas, mirándome.

–¿Qué? –dije.

–¿Me querés?”

Mucho se les mueve por dentro y muchísimo tienen que replantearse los personajes de Pájaros en la boca para ver cómo seguir con unas vidas que ya nunca serán las de antes pero, sobre todo, nunca serán las que habían imaginado.

No hay una única respuesta. Hay cosas que se acompañarán, cosas con las que uno no puede convivir, cosas con las que le convendría aprender a convivir, pero... Hay de todo. A veces se saltan vallas porque el amor es más fuerte. Cuando es. (Fuente: Infobae)

Temas:

LGBTIQ+ Diversidad Argentina
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