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El Papa inauguró el Sínodo Mundial

Con un llamado a la "humildad" para comprender los cambios que enfrenta la sociedad moderna en las relaciones familiares y la necesidad de que la Iglesia se adapte a los tiempos modernos sin renunciar a sus principios, el Papa Francisco inauguró hoy con una solemne misa en la plaza de San Pedro el Sínodo Mundial de Obispos dedicado a los desafíos pastorales de la familia. 

Lunes, 6 de Octubre de 2014, 0:08

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Por primera vez en la historia, la asamblea será en dos partes diferenciadas Un Sínodo Extraordinario, el que comenzó ayer y se prolongará dos semanas, en el que no se tomarán decisiones más allá de un documento elevado al Pontífice. Y un Sínodo Ordinario (se celebran cada tres años), en octubre de 2015, en el que la asamblea de los obispos decidirán sobre los cambios que abrirán las perspectivas de la Iglesia en sus relaciones con el mundo moderno y sus propios fieles.

En su homilía de ayer, el Papa invitó a los 191 padres sinodales (de los cuales 114 son presidentes de las conferencias episcopales nacionales) a “no frustrar el sueño de Dios”. Dijo que ese sueño se enfrenta “con la hipocresía de algunos servidores suyos”. El representante argentino es el arzobispo José María Arancedo. En una alusión casi explícita a los ultraconservadores que le llevan la carga contra las reformas en la Iglesia, el Papa Francisco dijo que esos “son malos pastores que cargan sobre el pueblo fardos insoportables, que ellos ni siquiera tocan con los dedos”.

El sábado por la noche, en una vigilia de oración por el Sínodo en la plaza de San Pedro en la que estuvieron presentes más de 80 mil peregrinos, Francisco fue más elocuente. Dijo que “debemos escuchar lo que gritan los hombres de nuestro tiempo y hacer nuestras las tristezas y las esperanzas”. Y pidió que “escuchen el grito del pueblo de Dios” y “se unten con las distintas realidades que afectan a los católicos ante la evolución de la familia”.

El Sínodo se abre en un clima de divisiones y tensión, con la participación de parejas matrimoniales que hablarán a la asamblea en el aula sinodal al comenzar las sesiones de todos los días.

Los principales choques se han producido en torno a un tema que afecta la vida concreta de una minoría de fieles: los católicos casados por la Iglesia pero divorciados y vueltos a casar solo por el civil. Como en el depósito de la fe, la indisolubilidad del matrimonio es uno de los dogmas más importantes, a los que viven “en forma irregular” la Iglesia les niega el sacramento de la comunión litúrgica.

Cinco cardenales conservadores, entre ellos el poderoso “ministro” para la Doctrina de la Fe, el purpurado alemán Gehrard Mueller, acaban de publicar un libro contra las aperturas en favor de que se admita a los divorciados vueltos a casar a los sacramentos tras un camino penitencial. Esta es una posición mayoritaria, por ejemplo, entre los obispos alemanes. También el cardenal germano Walter Kaspers, prestigioso teólogo en sintonía con el Papa, está a favor de esta apertura, que comparte sin decirlo abiertamente el propio Francisco. Pero la Iglesia tiene 1.200 millones de bautizados y en las grandes sociedades modernas hay otros temas que pican más en la problemática de los católicos. Sobre todo los jóvenes, lo señalan las encuestas, están en contra de la rigidez de la Iglesia en el tema sexual. La oposición al aborto no es compensada con una cierta flexibilidad en el uso de anticonceptivos, como la píldora, el diafragma o los preservativos. La prohibición en este plano es también absoluta aunque la mayoría no hace caso a las viejas enseñanzas. Lo mismo con las relaciones prematrimoniales, la problemática de las relaciones homosexuales, informó Clarín.

El modelo de familia está cambiando y lo demostró de alguna manera el Papa Francisco hace dos semanas cuando casó a doce parejas en la basílica de San Pedro. No una sino cuatro novias tenían hijos. Tres eran madres de chicos que nacieron por su relación con sus parejas conniventes, que Jorge Bergoglio casó ese día “como Dios manda”, evitando condenas y advertencias, de acuerdo a sus ideas sobre el perdón, la misericordia y el hecho de que la Iglesia debe ser un “hospital de campo” para curar las heridas espirituales de los fieles, acogiéndolos y no excluyéndolos.

En la familia existen otros problemas muy serios como el aumento de los divorcios, de los hijos fuera del matrimonio, la violencia doméstica, los abusos a los menores, la inmigración y la pobreza que son protagonistas de este mundo globalizado. El 19 de octubre, fecha de la conclusión del Sínodo, la Iglesia rendirá homenaje a Pablo VI, beatificándolo en la jornada en que se celebrarán los cincuenta años de la conclusión del Concilio Vaticano II y la institución de la asamblea mundial de obispos, dos acontecimientos históricos para el catolicismo mundial.

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