Ganarás el pan con el sudor de tu frente. Así reza el pasaje del Libro del Génesis.
Redacción EL ARGENTINO
El pan ganado, conseguido, obtenido con el esfuerzo, es lo que genera sudor en la frente. El objetivo es ganar el pan, el sudor es la consecuencia no la condición. El trabajo costoso ha sido entendido como un castigo cuando en realidad es reflejo de la dignidad. Cada ideología ha interpretado a su manera el sentido del trabajo. El liberalismo, el capitalismo pone el acento en el verbo ganar, deberán ganar el pan quienes tengan la habilidad, la capacidad y para el resto, las migas: “Ganarás el pan con el sudor de la frente de otros”. La izquierda reclama el reconocimiento del sudor, del esfuerzo como fundamento del trabajo. Solo los que trabajan tienen derecho: “Lucharás con sudor, para ganar el pan”. El progresismo ofrece repartir el fruto del sudor de otros, dando de comer, mientras se aprende a pescar: “Recibirás el pan, fruto del sudor de otros”. El pasaje bíblico tiene, sin embargo, un sentido real y prometedor. Habremos entendido mal lo que significa? El trabajo se ha vuelto un problema para el ser humano, cuando en realidad expresa su dignidad. Solo cuando una persona trabaja conoce sus capacidades, se sorprende con una creatividad dormida, aprende a trabajar con otros y para otros, cree que son posibles los sueños de vivir mejor, cree que puede cambiar la realidad, y sobre todo se humaniza, expresa lo propio del ser humano. Parecen frases lindas frente a una idea del trabajo que ha quedado reducida a una tarea o medio que merece un beneficio económico para vivir y a unas condiciones externas, por las que hablamos de un trabajo “digno”. Lo que hace digno al trabajo no el tipo ni las condiciones, sin quien lo realiza. Por el valor que tiene el ser humano, el trabajo realizado debe tener condiciones que respeten esa dignidad. Mientras cada modelo responsabiliza al otro de las razones de la falta de trabajo, la hemos aceptado con resignación y con cierta indiferencia. Cuando falta el trabajo no solo se empobrece la vida de la gente, sino también su horizonte, la capacidad de elegir, la esperanza de cambio, en definitiva la cultura que ve en el trabajo un valor para la vida. Basta estar educados para tener una cultura del trabajo? Hasta no hace muchos años, salías del secundario preparado para el mundo del trabajo. El mundo se ha complejizado, y la preparación para el trabajo también.
Hasta terminar la educación secundaria nadie debería trabajar. Durante la escuela no se piensa el estudio como el trabajo que hacen los alumnos sino como el tiempo de preparación para luego seguir un estudio superior. No hay remuneración, pero hay que cumplir horarios, ser responsable, ser creativo, trabajar con otros, mejorar, capacitarse: todo lo necesario para un futuro trabajo. Todo trabajo, necesita mucho más que buenos operarios, o empleados eficientes; necesita sobre todo buenas personas. Nos preocupa el capitalismo, el liberalismo, no coincidimos con las ideas del progresismo o de la izquierda, pero solo capacitamos a los alumnos en las herramientas, en el manejo de dispositivos y maquinarias, proponemos aprender trabajo colaborativo a los alumnos, para que luego terminen siendo parte del sistema que criticamos como responsables de la falta de trabajo y de la falta de respeto por su dignidad. La dignidad queda pegada al tipo de trabajo, al lugar social, a la remuneración. Cualquier trabajo que realicemos cobra sentido cuando podemos expresar en él, algo de lo humano que tenemos. La dimensión subjetiva que tiene cualquier trabajo humaniza la realidad, la tiñe con los mejores valores, lo vuelve espacio de diálogo, de solidaridad, de búsqueda de la justicia, un espacio que puede hacer de esa realidad un mejor lugar. Es lo que permite superar lo frustrante y difícil de cualquier trabajo. Allí está el sudor de la frente, pero el premio es ganar el pan: una imagen del trabajo que alimenta, construye comunidad, mejora el mundo, busca la justicia, vive la solidaridad, genera equidad. En definitiva dignifica la vida del ser humano. En nuestro país tener un trabajo no es un derecho, sino un privilegio. Ojalá el mérito de haberlo conseguido no nos haga indiferentes frente a tantos que lo esperan.
Guillermo Régoli