Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Informe especial

La explotación en el trabajo forestal

El sector forestal, tan defensor y hasta protector de la industria celulósica, conserva las peores prácticas medievales en materia de relación laboral con sus empleados. La explotación no es nueva, ni se circunscribe a las plantaciones forestales de Uruguay sino que es habitual en Argentina, especialmente en Misiones.

Domingo, 2 de Diciembre de 2007, 0:00

Por 4

No hay margen para el asombro, pero sí para la indignación cuando se constatan que en los campamentos forestales reina la miseria social que provocan las patronales, que casi siempre terminan ocultas tras una cadena de empresas vinculadas como terceros contratos.

En los últimos años casi todos los medios de la región se han ocupado del tema, pero los Estados poco y nada han hecho para revertir esa situación. En cambio los gobiernos han prodigado innumerables beneficios a empresas forestales, sabiendo que a los empleados se los tiene bajo condiciones de trabajo casi esclavo y en las peores condiciones laborales, sociales, sanitarias y legales.

La situación -a pesar de sus antecedentes- es mucho más grave si se contextualiza que la forestación es una de las primeras cadenas en el proceso de producción de pastas de celulosas, cuyas plantas han generado el mayor conflicto ambiental en la región.

A pesar de que las empresas como Botnia en Fray Bentos o como Papeleras Alto Paraná en Misiones (ahora controlada por Arauco de Chile) sostienen que ejecutan las mejores prácticas ambientales y de calidad de vida para sus obreros, lo cierto es que en las plantaciones de eucaliptos y pinos, los campamentos forestales presentan las peores prácticas laborales y sanitarias y ejercen una explotación a sus trabajadores sin precedentes en otros rubros económicos.

EL ARGENTINO recogió una denuncia de la Asociación de Inspectores del Trabajo del Uruguay (www.aitu.org.uy) que viene denunciando desde hace años estas situaciones, que al día de la fecha no ha cambiado. Y curiosamente, las empresas de celulosas nada debaten sobre estas prácticas medievales ejercidas con total impunidad en pleno siglo XXI.

El sector forestal tan proclive a seminarios y congresos para debatir créditos y oportunidades de negocios y presentarse ?como amiga del medio ambiente?, no sólo que ha continuado alimentando estas prácticas sino que incluso no se conocen acciones correctivas para eliminarlas a pesar de las legislaciones vigentes.

Las jornadas laborales son de lunes a sábado en faenas que nunca son menores a las 14 horas diarias y en muchas de ellas con intervención de menores de edad. Casi todos sin vestimenta de seguridad y en condiciones de sanidad lamentables.

Sueldos magros y condiciones de trabajo sin margen para la protestas, los obreros forestales saben que no pueden reclamar porque ingresan en la categoría de proscriptos laborales a través de las ?listas negras? que manejan las empresas contratistas, que ocultan -a su vez- el verdadero rostro de la patronal a partir de un perverso sistema de terciarización que les garantiza a empresas como Botnia y Papeleras Alto Paraná la absoluta impunidad a la hora de contar con una materia prima.

EL ARGENTINO accedió a una denuncia de los inspectores de Trabajo del Uruguay, donde se reflejan condiciones laborales paupérrimas y si bien las fotografías datan del 2004; se aseguró que a la fecha se tiene la misma postal. Como se indicó, se trata de una realidad comprobable también en Argentina, especialmente en Misiones.

En medio de las plantaciones de eucaliptos se levantan -a manera de ?campamento?- cobertizos para el resguardo del personal. Estas casillas o ?dormideros? están construidos con materiales precarios, generalmente con techos de ramas, lonas podridas y en el mejor de los casos, plásticos agujereados.

El monte de exóticas, generalmente eucaliptos y pino, es la frontera que los trabajadores forestales tienen prohibido cruzar para no tomar contacto con el poblado más cercano. El ?campamento? de los obreros forestales es organizado, vigilado y regenteado por empresas que aseguran la terciarización a firmas como la Forestadora Oriental Sociedad Anónima (FOSA) que pertenece a Botnia; y lo mismo ocurre con Papeleras Alto Paraná.

Botnia no sólo es la mayor empresa de pasta celulosa de la cuenca del río Uruguay, sino que también es una de las mayores propietaria de tierra, ocupando el 0,11 por ciento de la tierra uruguaya (el equivalente a casi tres Montevideo) y mantiene el escalón inicial de su cadena productiva -los trabajadores forestales- en condiciones infrahumanas. Como ocurre siempre con empresas que contratan a otras firmas, que a su vez contratan a otras, Botnia se ?despegará? en lo formal de esta realidad diciendo que FOSA contrata a empresas, que a su vez contratan a otras empresas que a su vez contratan y fijan las condiciones laborales de los trabajadores forestales. Pero, es indudable que no es ajena a las condiciones de trabajo deplorables por su concepción medieval, explotadora y de neto corte colonialista.

En los campamentos forestales impera la ley del patrón que ejecuta con precisión quirúrgica los capataces. La paga es mínima, pero los maltratos y las violaciones a las leyes sociales y laborales son su máximo exponente. En este marco, la única constitución que rige son las llamadas ?listas negras?, es decir, el castigo para quien se atreva a alzar su voz ante tanta injusticia.

 

# El árbol no tapa el bosque

 

La Asociación de Inspectores del Trabajo del Uruguay (www.aitu.org.uy) viene sosteniendo desde años diversas denuncias sobre la precariedad laboral en los predios forestales, y además viene advirtiendo -sin éxito- la existencia de un sistema o de una trama directamente caracterizada como ?trabajo forzoso? o esclavo.

Los testimonios que corroboran la denuncia de AITU y que tomó EL ARGENTINO por sus propios medios son más que elocuentes.

Es el caso, a manera de ejemplo, de un hombre que tiene una edad incierta, que dice llamarse ?Petaco?. El es flaco, de ojos negros, con manos encallecidas y pelo nazareno. Vive en un ?campamento? en el departamento Paysandú, y a su alrededor hay improvisadas chozas que hacen de viviendas y junto con otros compañeros de trabajo se reúnen alrededor de una fogata donde se cocina un guiso con más caldo que fideos.

?Petaco? cuenta que lo que antes se hacía con el hacha, ahora se hace con la motosierra. Jamás escuchó hablar de Botnia, pero sí de la ?Oriental?, como se conoce a la empresa forestal de la firma finlandesa. ?Soy de Corrientes, me trajeron en camión junto a los otros compadres hace varios meses y no sé en donde estoy ni para qué firma trabajamos, apenas conocemos al capataz que paga?, confesó a EL ARGENTINO. El cruce de frontera es tan incierto como los papeles que debieron -en teoría- realizan en Migraciones. ?Llegué aquí como todos, en camiones, viajando de noche. Jamás me pidieron un documento, además no lo tengo?, confiesa ?Petaco? confirmando una red de complicidades al más alto nivel empresario y gubernamental.

?Petaco? describe su oficio de motosierrista: andando entre las hileras de eucaliptos debe derribar los árboles. Luego corta el tronco en pedazos (llamados ?toras? de más de dos metros de largo) y por último ?lo limpia? cortando las ramas más grandes.

En el idioma forestal esa faena se la conoce de otra manera: tumba (cortar los árboles), picada (trozar el tronco) y desgaje (sacar los gajos).

Una vez que esa faena fue concluida, comienza el trabajo de otro oficio: interviene el ?raleador?. Hacha y machete en mano termina de limpiar el árbol y con dos ganchos que imitan a los garfios cruzados, abrazará los trozos de eucaliptos, y los arrastrará hasta las pilas de raleo, donde una grúa los subirá al camión. Del camión a la playa de acopio de Botnia para ser transformada en celulosa.

No sólo la paga es mala. Los trabajadores forestales saben que deben aceptar sin protestar que se les descuente hasta el jabón. Además, hay que cuidarse en extremo de los accidentes, casi cotidianos, que suceden cuando la motosierra ?se dispara?, o los golpes cuando los árboles se zafan y dan de lleno en la humanidad del trabajador. No es todo. También están las víboras que tienen especial inclinación por la piel humana. No termina aquí. Arañazos de ramas, cuerpos lesionados por astillas o cortes, dolores en todo el cuerpo, toses crónicas y afónicas, heridas hinchadas de pus.

La paga no sólo es mala y explotadora. Además le descuentan el combustible de la motosierra, el aceite, la lima, obviamente la comida y el jabón, entre otros descuentos que siempre se ejecutan sin derecho a reclamo.

Las listas negras son habitadas por aquellos que no han sido sumisos. No hay defensa de sindicato, porque el mismo sindicato es cómplice de las empresas terciarizadas. ?¿Cuántas huelgas se armaron para mejorar esto?? se pregunta sin picardía ?Petaco? y él mismo, luego de una pitada larga a su cigarrillo, responde: ?Ahí ve, ninguna. Porque el sindicato piensa como el capataz y el capataz como la patronal y la patronal como el gobierno. Por eso tampoco tenemos jueces ni leyes?. Acaso sin saberlo, ?Petaco? ahonda en un pensamiento profundo donde se sepulta todo concepto de República.

Lo dice él mismo cuando advierte que no hay jueces (no hay Poder Judicial), no hay leyes (no hay Poder Legislativo) y el patrón piensa como el gobierno (no hay Poder Ejecutivo). Así, el pobre trabajador, en su media lengua y en su pensamiento completo, da lecciones cívicas.

La edad de Petaco es incierta, pero un secreto del oficio de motosierrista lo delata, porque generalmente quienes empuñan en el monte una motosierra no deben superar los cuarenta años de edad, aunque aparenten sesenta. Es que no hay cuerpo que soporte los años de tantas inclemencias.

La tarde en el campamento llega con los últimos ruidos de las motosierras, que amplifica su eco en medio del eucaliptal. Simultáneamente, una mano callosa alimenta una raquítica fogata con leña y a lo lejos apenas se distingue entre el follaje el juego de luces de la ciudad.

?Petaco? se anima un poco al calor del fogón y comienza a contar otros secretos: La fumigación hace estragos. ?Terminamos envenenados como los pájaros?, sostendrá casi sin esperanzas.

?Fumigar es envenenar y cómo será de fuerte que hasta las chapas se come?. Petaco describe la realidad: ?Matamos con la fumigación todo, menos el árbol. Así nos matan a nosotros, para que el árbol les rinda?.

Lo que ocurre en las forestaciones uruguayas es un calco idéntico de lo que sucede en las de Argentina, especialmente en Misiones. Un ?ADN? de estas condiciones ratifica que el sector forestal y las empresas de celulosas son parientes en esto de presentarse como defensoras del medio ambiente y la calidad de vida, pero ocultando una realidad que los gobiernos se empecinan en no reconocer.

Al igual que Botnia, en Argentina su par se llama Papelera Alto Paraná SA y se ufana de ser la ?mayor empresa forestal de Argentina?. Tan sólo en Misiones es dueña de vidas y muertes con su planta de pasta celulósica y sus aserraderos, entre otros emprendimientos.

Al igual que Botnia, dice para el público urbano que le hace honor a ?los estándares más altos del mundo en cuanto a calidad, protección del medio ambiente y seguridad y salud ocupacional?. Papeleras Alto Paraná (ahora propiedad de Arauco) y al igual que FOSA en Uruguay, hacen de los trabajadores forestales un viaje a la edad media.

La concentración de la tierra es otro problema que las chimeneas contaminantes no logran tapar. Junto con esa concentración llega el desmonte de las especies nativas; con el desmonte, la plantación de exóticas como el eucalipto; y con el eucalipto la explotación en los predios forestales. Y en esos predios trabajan hombres como ?Petaco?, que nada saben que en Gualeguaychú también se juega su destino.

 

# El negocio

 

* Guayubira y la WRM vienen documentando los impactos sociales y ambientales de los monocultivos de árboles. Especialmente han denunciado a los viveros, donde las condiciones de trabajo y el uso de agrotóxicos de las dos principales empresas forestales certificadas en Uruguay por el Forest Stewardship Council ? FSC: Eufores (ENCE-España) y FOSA (Metsa Botnia-Finlandia) son lamentables.

* En FOSA es más importante la salud del árbol que la de los empleados. En aras de evitar que los plantines contraigan plagas y enfermedades, se aplican agrotóxicos en un grado muy elevado. En Eufores se aplican incluso dos productos no autorizados por el FSC. Se trata del Fundazol (Benomil, disruptor endocrino y productor de mutaciones genéticas, posiblemente cancerígeno para humanos) y Flonex (Mancozeb, no aceptado por ser cancerígeno). En ambos viveros se utiliza el Captan, un funguicida que fue prohibido en Finlandia en agosto de 2001 por ser extremadamente tóxico: se lo considera cancerígeno, contamina el suelo y las napas de agua subterráneas, es muy tóxico para los peces y afecta ranas, pájaros y aves.

* En cuanto a los controles médicos, en FOSA son inexistentes.

* La Asociación de Inspectores de Trabajo del Uruguay (AITU) denunció en 2005 la existencia de trabajo forzoso y obligatorio.

Seguí las noticias de Diarioelargentino.com en Google News Seguinos en Google News

Comentarios

Tu comentario ha sido enviado, el mismo se encuentra pendiente de aprobación... [X]
Avatar
600
Avatar
ver más
El comentario se encuentra deshabilitado

Denunciar comentario

Spam o contenido comercial no deseado Incitación al odio o a la violencia, o violencia gráfica Acoso o bullying Información errónea
Cancelar Denunciar
Reportar Responder
Tu comentario ha sido enviado, el mismo se encuentra pendiente de aprobación... [X]
Avatar
600
respuestas
Ver más respuestas
Ver más comentarios
IMPORTANTE: Los comentarios publicados son exclusiva responsabilidad de sus autores Diarioelargentino.com se reserva el derecho de eliminar aquellos comentarios injuriantes o discriminadores.

Teclas de acceso