
Javier Milei protagonizó otra semana de duros insultos a sus críticos y opositores. Y en modo campaña –al menos cuestionable-, busca presentar como propios logros que son ajenos o históricos.

Por Natasha Niebieskikwiat
Hay márgenes en los que las sociedades aceptan que sus gobernantes se inventen un relato. Ese relato le da forma a su campaña electoral, a lo que prometen, y en definitiva es lo que el votante compra, o no.
También hay un grado de aceptación en el hecho de que, cuando tiene poder, el gobernante disfruta de grupos que lo adulan por doquier. Se aceptan esos márgenes de reacomodamiento e interés, como se vio hasta en los Estados Unidos cuando el creador de Amazon, Jeff Bezos, dueño del The Washington Post cambió en la última campaña electoral la estrategia de editorializar por los demócratas y en su nueva neutralidad buscó favorecer a Donald Trump.
Hay límites para todo
Así como se criticaba a lo que llamaban “aplaudidores” de Cristina Kirchner, hoy están en la mira las incomprensibles risotadas de quienes avalan los insultos, los destratos y las malas palabras de Javier Milei cada vez que da un discurso.
Todo indica que, si las elecciones legislativas de octubre fueran hoy, la Libertad Avanza obtendría el mejor desempeño. Puede que algunos indicadores rojos estén poniendo nerviosos al Gobierno, pero pareciera que la desatada lengua del Presidente y su desprecio por lo institucional no está bajo la lupa de la oposición y de la opinión pública, que parecen no darle gravedad a hechos que sí lo revisten.
Esta semana pueden observarse varios frentes en este modo de campaña permanente que despliega el gobierno. Milei volvió a la carga tildando de “ratas”, “basuras inmundas”, “kukas inmundos” a los economistas y críticos de su plan, mostró goce en decir que es “cruel”; y llamó “soviético”, “stalinista” y “pelotudo” al gobernador Axel Kicillof. Y en este marco, sólo llamó la atención un tuit del escritor y periodista Martín Caparros. “De verdad es pregunta: ¿hay algún otro país donde el presidente hable de sus conciudadanos en estos términos? Y si la respuesta es, como sospecho, que no: ¿qué le pasó o pasa a la Argentina para dejarse conducir por un señor tan desgraciado? ¿Esto es lo que somos?”, se preguntó.
El León apropiador
Hubo otros hechos preocupantes pero que tal vez no fueron destacados lo suficiente. Por ejemplo, los reposteos -cuando arreciaban misiles entre Irán e Israael- del ministro de Defensa Luis Petri dando como cierto que Argentina es hoy un país con cielos más seguros por la compra de 24 aviones a Dinamarca y Estados Unidos, los F16, que todavía ni llegaron al país.
Siguiendo esta línea de señalamientos, las apropiaciones por parte del gobierno libertario de actos y hechos, sobre todo en el ámbito de la política exterior, tampoco estarían generando preocupación.
Ocurre que el viernes pasado, la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) volvió a aprobar por aclamación un llamado a la Argentina y al Reino Unido a mantener un diálogo pacífico por la soberanía de las Islas Malvinas. Días atrás, también se pronunció en un sentido similar el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. "LAS MALVINAS SON ARGENTINAS. En lugar de nacionalismo de pacotilla y berreta, nosotros desde el Gobierno respondemos con acciones claras y resultados concretos. VLLC!", escribió el presidente reposteando a la Cancillería y buscando reflejar un cambio histórico que no ocurrió.
A decir verdad, hasta último momento, el canciller Gerardo Werthein y sus diplomáticos sudaron lo que se dice “la gota gorda” porque la política disruptiva y poco integrada de los libertarios en la región hizo pensar que tambaleaban los apoyos. Es cierto que, en el caso de la OEA, Brasil no quiso promover la resolución y Perú “salvó” las papas, llevando a la mesa la cuestión. Y en la ONU, los países a los que Milei critica y les retiró el apoyo, tienen una posición histórica anticolonialista y apoyan el reclamo argentino, gobierno aquí quien gobierne.
Pero, además, el Gobierno se dio cuenta y Werthein encabezó un cambio de enfoque, asesorado por esos diplomáticos kirchneristas que Milei critica. A diferencia de las cumbres en las que Argentina se diferenciaba de la Agenda 2030 y hacía llamadas al pie con todo, prácticamente en soledad, esta vez el país fue parte del club continental.
El único que se animó a rebatirle a Milei que el apoyo de la OEA no era parte de la refundación del León fue el ex canciller Santiago Cafiero. Lo hizo con la técnica libertaria: “Qué tipo pelotudo, es la misma declaración de la OEA de todos los años desde hace décadas“, escribió reposteando al jefe de Estado.
Una cosa está clara: si inaugurar obra pública que no está terminada o que no es nueva, es una trampa peligrosa, apropiarse de hechos que no son propios sino política de Estado, es una falta ética, no menor.
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