
Así lo revelan los últimos sondeos de opinión, que muestran una marcada preocupación en torno a estas cualidades, consideradas fundamentales en momentos de crisis y toma de decisiones complejas.

Redacción EL ARGENTINO
En un contexto social y político de alta sensibilidad, dos atributos personales de los dirigentes concentran las principales críticas de la ciudadanía: la estabilidad emocional y la empatía con los sectores más vulnerables.
De acuerdo con los datos relevados, apenas un 29,9% de los encuestados considera positiva la estabilidad emocional de los líderes evaluados, mientras que un 51,8% expresa una valoración negativa. Este indicador, que suele estar relacionado con la capacidad de mantener la calma, actuar con racionalidad y evitar respuestas impulsivas o desproporcionadas, aparece como una de las principales debilidades percibidas. La inestabilidad emocional, interpretada como señales de imprevisibilidad, confrontación excesiva o reacciones intempestivas, genera desconfianza entre amplios sectores de la población.
A su vez, la empatía con los sectores más vulnerables —otro atributo clave en el ejercicio del liderazgo— obtuvo apenas un 27,6% de aprobación, frente a un rechazo del 55,3%. Esta percepción negativa puede estar relacionada con la falta de políticas sociales visibles o con la idea de un distanciamiento entre la dirigencia y los problemas cotidianos que enfrentan los sectores de menores ingresos. En un contexto de inflación elevada, pérdida del poder adquisitivo y aumento de la pobreza, la demanda de sensibilidad social se vuelve un eje central en la evaluación ciudadana.
Ambos indicadores parecen reflejar una desconexión creciente entre la dirigencia y buena parte de la sociedad, especialmente en los niveles más golpeados por la situación económica. Las expresiones públicas, los discursos oficiales y las medidas adoptadas en materia económica y social son interpretadas muchas veces como frías o lejanas, lo que profundiza la percepción de falta de empatía. En este sentido, las imágenes de confrontación permanente, descalificaciones o desprecio por las demandas populares también contribuyen a la desvalorización de la estabilidad emocional.
Cabe destacar que estas valoraciones no se limitan a un dirigente o fuerza política en particular, sino que atraviesan de manera transversal a varios sectores, reflejando una crisis más amplia de representación y confianza. En un escenario donde la ciudadanía exige liderazgo con sensibilidad, equilibrio y cercanía, los datos marcan una señal de alerta sobre los rasgos que hoy más preocupan a la opinión pública.
En conclusión, la baja valoración de la estabilidad emocional y de la empatía con los más vulnerables pone de relieve el desafío que enfrentan los referentes políticos: construir confianza no solo con ideas y propuestas, sino también a partir del ejemplo personal, la escucha activa y una actitud coherente con las necesidades reales de la población.
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