
La reciente decisión de Donald Trump de imponer aranceles recíprocos del 10% encendió reacciones contrapuestas entre las pequeñas y medianas empresas argentinas.

Redacción EL ARGENTINO
Mientras algunas entidades celebran el retorno del proteccionismo como una oportunidad para recuperar competitividad en el mercado interno, otras alertan sobre los efectos colaterales de una posible guerra comercial global y la actitud ambivalente del gobierno argentino ante el tema.
Desde Industriales Pymes Argentinos (IPA), su presidente Daniel Rosato sostuvo que "Trump sabe lo que está ocurriendo en el mundo y no hay otra forma de proteger la industria que con aranceles". En esa línea, pidió al presidente Javier Milei que imite esa política, al igual que lo ha hecho en otros aspectos. “Si realmente admira a Trump, debería seguir este ejemplo también”, apuntó.
El planteo se apoya en una realidad estadística: solo el 1% de las pymes argentinas exporta. La gran mayoría depende del consumo interno y sufre la competencia con productos importados, muchas veces más baratos. Por eso, el retorno de medidas proteccionistas en Estados Unidos generó un inesperado alivio en sectores castigados por la apertura comercial local.
Sin embargo, el panorama está lejos de ser uniforme. Desde la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (APYME), su titular Julián Moreno advirtió que si el gobierno argentino acompaña el pedido de Washington para reducir a cero los aranceles de 50 productos, el efecto sería devastador. “Si acá seguimos con la política aperturista de Milei, sería suicida para la economía nacional”, afirmó.
En la misma línea, Marcelo Fernández, de CGERA, expresó preocupación por la posible baja de aranceles a productos manufacturados: “Corren peligro varios sectores productivos si se abre más la importación”. Además, las pymes advierten que una negociación bilateral por fuera del Mercosur pondría en jaque los acuerdos regionales vigentes.
Hay también temor por las consecuencias indirectas. Una entidad pyme con perfil más institucional, que prefirió no ser identificada, alertó sobre dos riesgos principales: el posible aumento de los costos de insumos, y la caída de la actividad global. “Se termina un orden comercial que se sostuvo por años. Habrá que esperar para ver cómo se reacomoda todo”, explicaron.
Mientras tanto, en la Casa Rosada, el canciller Gerardo Werthein y funcionarios del Ministerio de Economía negocian en Washington para intentar que EE.UU. revise su decisión. El dilema para Milei es claro: entre su ideología aperturista y la presión creciente de un sector pyme golpeado, el margen para conciliar se achica.
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