Por Sandra Insaurralde
De acuerdo con la publicación realizada por la cooperativa médica Sanatorio "Luis Jeannot Sueyro” de la ciudad de Gualeguaychú, según un estudio de la Asociación Argentina de Medicina del Sueño, más del 50 % de los argentinos no duerme bien. El informe reveló que las largas jornadas laborales, la luz artificial y los pensamientos nocturnos afectan el descanso de la mayoría de la población.
Los datos se actualizan en un estudio realizado por el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la UBA, donde se menciona que más del 60 % de los argentinos tiene problemas para dormir. Este dato es un aumento significativo respecto al 41 % registrado en 2020. “El sueño y el bienestar de los argentinos han cambiado drásticamente en los últimos años”, afirmaron desde el Observatorio.
Según se explicó desde el Observatorio: “Por un lado, están quienes sufren insomnio o trastornos del sueño, un grupo que disminuyó levemente desde la pandemia. Por otro lado, el grupo que creció mucho es el de quienes duermen menos horas”. Este último fenómeno es el más preocupante, ya que la reducción del descanso afecta tanto la salud mental como la física.
¿Por qué dormimos mal?
EL ARGENTINO dialogó con una psicóloga social, Analía, quien trabaja en un centro integral de salud en la ciudad de Gualeguaychú. La profesional puso el acento en las condiciones de sueño de las mujeres: “Está analizado que las mujeres presentan mayores niveles de dificultad para dormir, junto a personas de más de 60 años y quienes se autodefinen de clase baja. Hay factores físicos que influyen, pero a estos factores fisiológicos se suman las responsabilidades laborales, sociales y familiares”.
La psicóloga social se refirió a las causas que provocan el dormir mal, y mencionó los horarios laborales extendidos o la necesidad de tener más de un trabajo para sostenerse económicamente: “Una de las razones más comunes está relacionada con las jornadas laborales que se extendieron o, muchas veces, a personas que debieron poner en práctica el pluriempleo. Podemos valorar esta variable como económico-laboral. El grupo de personas que prioriza el trabajo y las obligaciones o que, por cuestiones económicas desfavorables, debe afrontar esta situación”.
En el grupo etario de entre 14 y 25 años, la especialista advirtió que la tecnología, el uso intensivo de redes sociales y la falta de regulación horaria exponen a adolescentes y jóvenes a un descanso insuficiente. “La exposición a pantallas en horas de la noche, el estrés por múltiples actividades y los horarios irregulares conforman un combo nocivo”. Analía señaló que estas rutinas afectan la calidad del sueño y profundizan el agotamiento físico y emocional en una etapa clave del desarrollo.
Por otra parte, y llevando a un rango de edad de entre 30 y 60 años, la profesional se refirió a las jornadas nocturnas donde las personas “se quedan enganchadas” mirando películas o series: “Las plataformas de streaming ofrecen contenido disponible en cualquier momento, lo que ha modificado profundamente los hábitos nocturnos. El hábito de ‘maratonear’ series o películas lleva a postergar el momento de acostarse, especialmente en fines de semana o vacaciones, afectando la regularidad del descanso”.
Las consecuencias que provoca el trastorno del sueño
La falta de descanso adecuado se denomina deprivación de sueño y puede ser aguda o crónica. Analía explicó: “Es posible que las personas duerman mal una noche aislada y esto dificulta mantenerse despiertas, concentrarse y provoca cambios en el estado de ánimo como irritabilidad o ansiedad, e incluso somnolencia”.
Pero aclara: “La deprivación crónica de sueño es la más peligrosa para la salud, ya que genera un conjunto de síntomas como ansiedad, aumento de peso, depresión y somnolencia excesiva diurna, entre otros”. En los casos más serios, la falta de sueño puede desencadenar problemas a largo plazo, como enfermedades cardiovasculares, hipertensión, alteraciones cognitivas y trastornos metabólicos.
La profesional mencionó algunos ejemplos concretos de personas que han sufrido la deprivación: “He tenido pacientes que llegan porque les falla la memoria. Con test específicos he llegado a diagnosticar que la falta de sueño compromete funciones cognitivas como la memoria. Diversos estudios señalan que durante el descanso nocturno, especialmente en la fase REM, el cerebro procesa y consolida la información adquirida durante el día. Cuando ese ciclo se interrumpe por insomnio, uso excesivo de pantallas o estrés, se dificulta la formación de nuevos recuerdos y se generan lagunas que impactan en el rendimiento académico, la toma de decisiones y la vida social”.
Otro ejemplo mencionado por la profesional fue relacionado con la propensión que tienen los pacientes con deprivación a tener accidentes viales, laborales y domésticos: “La somnolencia provocada por la falta de descanso puede generar niveles de atención y reacción similares a los de una persona bajo efectos del alcohol. En Argentina, los picos de siniestros viales suelen coincidir con horarios de mayor tendencia al sueño, entre la medianoche y el amanecer”, finalizó la profesional.
El sueño como ritual de reconexión
EL ARGENTINO consultó con Julia, de Santosha Gchú, quien se especializa en terapias para lograr el bienestar general, realiza sesiones personalizadas y talleres para reconectar, sobre cómo mejorar el hábito del sueño.
Desde una mirada más espiritual, Julia mencionó que: “Dentro de cada uno de nosotros habita un reloj natural que late en sintonía con la luz del día y la calma de la noche. Ese reloj es el ritmo circadiano, el sabio guardián que nos recuerda cuándo despertar y cuándo entregarnos al sueño”.
Como parte de la reconexión, despedirse del día con gratitud, reconocer lo vivido —incluso lo difícil— como parte del aprendizaje, permite encontrar la armonía que invita al descanso. “Cuando vivimos en armonía con este ciclo, dejando que el sol nos llene de energía al amanecer y permitiendo que la oscuridad nos invite al silencio por la noche, el cuerpo, la mente y el corazón encuentran su equilibrio. Dormir se vuelve un acto sagrado: un espacio donde soltamos lo vivido y nos dejamos abrazar por la paz”, afirmó Julia. La referente nos propuso: “Cuidar tu ritmo circadiano es un regalo de amor propio, una manera de escuchar el lenguaje natural de tu ser y permitirte descansar profundamente”.
Las cinco recomendaciones que brindó a EL ARGENTINO para un buen descanso nocturno son: “Creá una rutina relajante antes de dormir: lectura ligera, música suave o meditación. Apagá las pantallas al menos una hora antes de acostarte. Asegúrate de que tu cuarto sea un refugio de descanso: fresco, oscuro y silencioso. Practicá una respiración consciente o meditación breve para calmar la mente y respetá horarios regulares para dormir y despertar, incluso los fines de semana”, finalizó Julia.
Cuando el descanso se interrumpe, el cuerpo no calla: se expresa en dolores persistentes, irritabilidad, falta de concentración y hasta en vínculos que se tensan sin motivo aparente. Dormir mal no es solo una incomodidad, es una señal profunda de que algo no está en equilibrio. Escuchar al cuerpo es el primer paso para recuperar el bienestar.