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Guillermo Folguera es biólogo, filósofo, investigador del Conicet y profesor de la Universidad de Buenos Aires. También, junto a María Paula Blois, autor de “Veneno”, libro que presentó hace unos días en Gualeguaychú. “Sobre autismo hay varios estudios europeos que marcan una correlación fuerte con los agroquímicos”, dice.
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Redacción EL ARGENTINO
Luciano Peralta
“El libro intenta recuperar una historia que hemos tenido junto con Paula, en torno a entender lo que son los agronegocios. El Estado argentino en su historia se configura como agroexportador, nunca tuvo una reforma agraria, pero en particular este modelo de los agronegocios que se montó en Argentina tiene un origen mucho más reciente. Porque es a mitad de los 90 que se aprueba el primer transgénico y es este paquete tecnológico entre los transgénicos y los químicos los que, de alguna manera, vuelven a moldear gran parte no solo de los agronegocios sino del territorio argentino. Y del territorio regional, porque fue una punta de lanza para que los transgénicos entren en Brasil, Paraguay y Bolivia”, dice Guillermo Folguera, del otro lado del teléfono.
El lunes 10 de junio, en la sede local del gremio Agmer, presentó el libro del que habla, “Veneno”. Ahora, en diálogo con EL ARGENTINO, cuenta de qué se trata esta nueva experiencia en torno a un tema al que le ha dedicado buena parte de su formación e investigación.
“Durante el gobierno de Menem, y con un rol muy importante de Felipe Solá, se aprueba la soja RR, que es la soja resistente al Roundup Ready, la marca comercial del glifosato. Llegando al número actual de 78 transgénicos aprobados. De esta manera, Argentina y Estados Unidos se transforman en los dos grandes polos de producción de transgénico a nivel mundial”, explica el biólogo. Al tiempo que retoma la idea del libro: “tratamos de ver qué pasó en estos 25, 30 años, cómo se formó esta lógica que ya no piensa al veneno como algo excepcional, sino como una política sistemática que ha tenido sus consecuencias y sus víctimas”.
-¿Qué rol ha tenido el Estado argentino es este tiempo?
-Cualquier estudio de un cuerpo de agua te da más de diez químicos en nuestro país. La multiplicación de enfermedades asociadas a los venenos también es muy clara, enfermedades como cáncer o los problemas de tiroides son muy recurrentes. Hay otras de las que se habla menos, pero todo parece indicar que también están vinculadas, como la celiaquía o el autismo. Sobre autismo hay varios estudios europeos que marcan una correlación fuerte con los agroquímicos. Por supuesto, esto no quiere decir que todo autismo es generado por agroquímicos, pero sí que va aumentando mucho la prevalencia de la enfermedad. Hay tensiones en el Estado, pero no se traducen en políticas públicas: lo que tenés es un investigador del Conicet que reconoce el pez que tiene mayor cantidad de agrotóxicos, lo denuncia y esa investigación llega al Senasa. Pero el Senasa no se ocupa de las causas de eso. Lo mismo que el gurí que tiene una enfermedad grave y va al Hospital Garrahan a atenderse, ahí tenés al Estado atendiendo a víctimas de los agronegocios, pero no trabajando sobre sus causas. Esa falta de causa, esa falta de prevención, no es un accidente, es una política buscada, sistemática, muy dominante en Argentina y muy vinculada con la manera de pensar al territorio nacional y a nuestros cuerpos. Lo que nosotros decimos es que puede hacerse, puede producirse, de otro modo.
-Por lo que enumerás, ¿es un discurso desde la derrota?
-Yo trabajo comparando el extractivismo, comparando el modelo del agronegocio con la megaminería. Hace un tiempo estuve visitando comunidades de cuyo y creo que la historia de la megaminería, a diferencia de los agronegocios, tiene otro tipo de batallas. En los últimos cinco años hubo tres levantamientos de escala provincial, una situación inédita: el mendozazo, el chubutazo y el jujeñazo fueron levantamientos provinciales que tienen en un tema central el tema del agua. ¿Hay cosas similares en el caso del agro? Hay batallas épicas, la lucha de Malvinas Argentinas, comunidades como Pergamino, Exaltación de la Cruz, la propia Gualeguaychú. Hay una multiplicidad de referentes y asambleas que se armaron para resistir. Pero, ¿qué pasa con tu pregunta? Yo creo que hasta ahora viene siendo una derrota, creo que se ha sentido muy cómo el sistema con este modelo de multiplicación y de expansión casi sin fisuras. De hecho, la Ley de Humedales se cayó cuatro veces. Lo que creo, también, es que esa derrota no nos tiene que hacer creer que no hay nada por lo cual luchar. Lo que nos tiene que hacer pensar es cómo la damos vuelta, porque nunca en Argentina hubo tanto veneno, tanta concentración de la tierra, tanta deforestación y desmonte, y nunca hubo tanta desigualdad social. Y los agronegocios han sido estructurales para que hoy el país esté como está.
-¿Qué opinás cuando se argumenta ambiente o producción, como si fuera una cosa o la otra?
-No, nosotros queremos discutir cómo se produce, nunca es una cosa o la otra. Te hablaba del viaje a cuyo, en San Juan, famosa por ser la capital de la cebolla, hablamos con una productora que nos decía que el agua no sirve para cultivar. En este caso, por la megaminería, pero la lógica es la misma que en el agro. Entonces, provincias que históricamente eran agrícolas dejaron de serlo. Nos pasó algo parecido en la visita a La Rioja, donde, por ejemplo, funciona una gran empresa pistachera, que produce para vender al exterior y está secando el territorio. Sin agua no se puede producir. Y los riojanos no comen pistacho, así como Ushuaia no come centolla y como Antofagasta de la Sierra, en Catamarca, si algo no tiene son baterías de litio. Entender esto es entender que el modelo extractivista, en general, y los agronegocios, en particular, son modelos de saqueos, que lo que hacen es básicamente ubicar a las comunidades locales en situaciones de pobreza y despojo, ponderando el consumo a nivel global. Es una situación que nos enfrenta a un diagnóstico de derrota, sí, entonces, ¿qué hacemos?
-Vuelvo a la primera pregunta: ¿Qué hace el Estado?
-Es garante de una transferencia de recursos enorme, porque un tratamiento de cáncer en el Garrahan es muy dramático y muy caro, y es el Estado argentino el que lo paga, son los contribuyentes, no es ni Grobocopatel ni (Héctor) Huergo, del Grupo Clarín. Después se festejan las toneladas de exportación y la riqueza nacional. Lo mismo pasa con la deforestación y el desmonte. Cuando vos deforestás y desmontás es lógico que aparezca la sequía, como primer efecto. Argentina, hace dos años, tuvo la sequía más grande de los últimos 50 o 60 años, que obviamente incidió de manera productiva. ¿Quién pagó eso? Y fíjate que no se tomó ninguna decisión respecto a eso, ninguna medida respecto a la restauración del monte nativo. Todo sigue igual. Hay que entender que la situación es alarmante, tenemos cerca del 60% de pobreza, una democracia de cartón, en la que se votan leyes ilegítimas, armadas por y para las corporaciones. Tenemos enfermedades que ni siquiera son cuantificadas por parte del Estado para no involucrar a las corporaciones. El escenario es de derrota, distópico, llamémosle como sea. Pero es grave y acá lo que hay que entender es que no hay personas que se salven. Porque a vos o a mí nos hacen un estudio en el cuerpo y nos da una variedad de agentes químicos. ¿Por qué no nos da? Simplemente, porque no nos hacemos el estudio.
-En el libro también hablan de otras formas, de otros mundos, a partir de las comunidades…
-Frente a una situación avasallamiento lo que vemos, de hecho, son comunidades que se organizan, que se cuidan, que intentan poner freno a esos avasallamientos; que en lo posible tratan de comprar comida que no esté envenenada; que buscan otra manera de producir; que cuidan el vínculo con la tierra, que cuidan los bosques; que comprenden que el agua envenenada nos sirve, ni para beber ni para alimentar a los animales o las plantas. Y que confían en que esta política del veneno puede ser interrumpida, porque lo que está en juego es nuestra vida y cuando las comunidades no tienen agua para vivir no tienen más que salir a defenderse y buscar otras maneras. Se trata de eso.
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