Surgimiento, ideología y ascenso de los nuevos partidos de ultraderecha.
Redacción EL ARGENTINO
Por Yanina Welp
“Digámoslo claramente: la ultraderecha está de moda. Todo lo que rodea a los movimientos y partidos extremistas recibe una enorme atención por parte de los medios de comunicación: constituyen un fenómeno nuevo (al menos relativamente), revulsivo y que ‘vende’”. Así comienza Analizar el auge de la ultraderecha (Gedisa, 2021) de Beatriz Acha, un trabajo que se ocupa de definir, contextualizar y explicar las coordenadas del éxito y fracaso de los partidos de ultraderecha en Europa. Tras la publicación de la obra el tema no ha hecho más que incrementar su interés. Sin embargo, aunque hay más partidos y el fenómeno se ha vuelto global, ni todos tienen éxito ni, cuando consiguen llegar al gobierno, se apropian del sistema “para siempre”. Esto se vio en Polonia donde en octubre de 2023 la extrema derecha perdió el poder que ocupaba desde 2015 por un mayoritario voto en contra de jóvenes y mujeres. Este libro aporta a comprenderlos más allá de etiquetas simplificadoras.
Al momento de escribir esta reseña se preparan las elecciones al Parlamento Europeo (tendrán lugar del 6 al 9 de junio), donde los partidos de la ultraderecha han ido ganando representación, suman más del 20% y podrían convertirse en el primer grupo. En la UE se han articulado en redes que les permiten reunir y amplificar sus voces. Así lo mostró el mítin de Vox en España en mayo de 2024 – en el que también participó Javier Milei y derivó en una crisis diplomática. Algunos de estos partidos son de larga data, como el que encabeza Marine Le Pen en Francia. El antes denominado Frente Nacional, ahora Agrupación Nacional, fue fundado en 1972. Su actual líder, le ha lavado la cara para abandonar, en parte, la imagen rancia y militarizada que le daba su padre (que defendía, por ejemplo, el colonialismo). Con esta operación ha conseguido disputar la presidencia en las tres últimas elecciones (2012, 2017 y 2022), que perdió pero cada vez por márgenes más estrechos manteniéndose en primera línea de cara al futuro. Hay otros partidos en esta familia, como Los hermanos de Italia, liderados por Giorgia Meloni, el Partido del Pueblo en Suiza o Alternativa por Alemania, entre otros que se han hecho presentes en Hungría, Polonia, Dinamarca, Austria, Bélgica y Suecia hasta completar el mapa europeo con la reciente entrada de la ultraderecha portuguesa, Chega.
Tras ubicar quiénes son, Acha se pregunta qué son y por qué surgen. En relación a lo que los define, un primer elemento es su ubicación ideológica, más a la derecha en su visión del rol del Estado frente al mercado. Pero los matices son pronunciados y no es tan central en su ideario, además de haber evolucionado. Si hace unas décadas no se diferenciaban mucho de los partidos conservadores, han pasado a adherir a la reducción de impuestos combinada con aumento del gasto social siempre y cuando se excluya a los migrantes (algo que les ha permitido incrementar su apoyo electoral donde antes triunfaba la izquierda). Se atribuye al lepenismo el estar desarrollando un “xovinismo de bienestar”.
Lo que une a estos partidos en Europa son sus posiciones antiinmigración y los vínculos más o menos difusos con el nazismo, el franquismo o el fascismo, mientras manifiestan diversos grados de euroescepticismo. Sin embargo aquí también hay matices porque una cosa es estar en la oposición o en campaña y otra en el gobierno y no es lo mismo estar en Alemania que en Italia. Muchos de estos países son beneficiarios de ayudas económicas de la UE a las que los líderes en el poder no quieren renunciar. En resumen, los partidos de ultraderecha europeos comparten el nacionalismo, el nativismo (adhesión a valores tradicionales), el rechazo a la inmigración, a la izquierda y al feminismo. Son mucho más conservadores que liberales o incluso libertarios.
El auge de estos partidos está vinculado con factores institucionales (en especial las reglas electorales), capacidad de conseguir recursos (financieros pero también bases de apoyo y legitimación), la estructura de oportunidades políticas (escándalos de corrupción u otros eventos, como por ejemplo en España el conflicto con Cataluña, que ha sido determinante en la expansión de Vox) y los medios de comunicación (que tienen un papel central amplificando o moderando estos discursos).
El libro de Acha, breve, ameno, dirigido al gran público, permite situar y reflexionar sobre el fenómeno de la ultraderecha en el contexto europeo y deja pistas para pensar otras experiencias. La emergencia de La Libertad Avanza en Argentina no encaja bien en este grupo donde las políticas proteccionistas tienen prioridad frente al aperturismo total que proclama Milei. Tampoco la férrea defensa de la soberanía frente a la intención de dolarizar la moneda o acabar con el Banco Central de LLA. Esto lleva a pensar que la ultraderecha opera como un club de antisistemas y “antizurdos” donde no se entra en mayores detalles (nada nuevo, por cierto, porque lo mismo podría decirse de la Internacional Socialista o las alianzas entre partidos conservadores). No los une el amor, sí una estrategia comunicacional agresiva, antisistema e intolerante. Y a muchos generan cierto espanto.