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Taekwondo social: donde las infancias se convierten en protagonistas

Ésta es la historia de Lucrecia, una mujer que desde el deporte, construye redes de contención, enseñanza y respeto en los barrios más vulnerados. La que convierte a niños “problemáticos” en chicos y chicas que construyen su propia historia.

Domingo, 14 de Septiembre de 2025, 16:36
Lucrecia da clases junto a instructores jóvenes
Lucrecia da clases junto a instructores jóvenes

Por Sandra Insaurralde

El Taekwondo (TDK) ofrece mucho más que disciplina física en contextos de vulnerabilidad: se convierte en una herramienta de transformación social. En zonas marginales, donde las oportunidades suelen ser escasas y los entornos están marcados por la desigualdad, el TDK brinda un espacio de contención, respeto y pertenencia. A través de su práctica, los chicos aprenden a canalizar la energía, regular emociones, y construir vínculos positivos con sus pares y referentes adultos.

 

Además, el Taekwondo fortalece la autoestima y el sentido de propósito en jóvenes que muchas veces enfrentan contextos de violencia, abandono o estigmatización. Al incorporar rutinas, metas y reconocimiento por el esfuerzo, el deporte genera horizontes posibles donde antes había incertidumbre. En barrios vulnerables, los dojangs (espacios de práctica) se transforman en refugios comunitarios, donde el cuerpo se entrena, pero también se escucha, se cuida y se proyecta. El cinturón que se gana no solo simboliza técnica, sino también resiliencia. Y en ese camino, cada chico deja de ser “un problema” para convertirse en protagonista de su propia historia.

 

 

“Cada clase era una superación”: el inicio de un camino

 

EL ARGENTINO dialogó con Lucrecia Benitez. Desde los 42 años, Lucrecia encontró en el Taekwondo una herramienta de transformación personal. Hoy, con 66, enseña en barrios periféricos de Gualeguaychú junto a instructores jóvenes, formando redes de contención y comunicación a través del deporte. Su historia es testimonio de que la perseverancia no tiene edad, y que el corazón puede ser la mejor estrategia contra la violencia.

 

“Yo comencé a practicar Taekwondo a los 42 años. Tenía muchos problemas personales y empecé solo para sacarme el miedo”, recordó Lucrecia. Lo que comenzó como una búsqueda íntima se convirtió en una disciplina que la acompañó durante más de dos décadas. “Cada clase era una superación. Empecé a rendir para alcanzar metas y ver que yo sí podía”.

 

Primer torneo interno, de las sedes de Escuelas de Taekwon-Do Ciclo Marcial, perteneciente a la Asociación Taekwon-Do Universal a Nivel Nacional.
Primer torneo interno, de las sedes de Escuelas de Taekwon-Do Ciclo Marcial, perteneciente a la Asociación Taekwon-Do Universal a Nivel Nacional.

 

A los 57 años rindió para el primer Dan, y a los 63 alcanzó el segundo. “El Taekwondo es un arte de vida. Te ayuda a través de la práctica a superarte y seguir apostando a que todo se puede lograr. No importa la edad, sino lo que uno quiera alcanzar con muchas ganas”.

 

Su recorrido no se limita al plano deportivo. Lucrecia convirtió su experiencia en una herramienta pedagógica y comunitaria. “Todos los años trabajó para la Escuela Deportiva de la Dirección de Deportes en diferentes barrios, donde se les puede enseñar a las y los niños un buen camino, con buenas herramientas. Mi trabajo en los barrios surge por la invitación del director de deportes de aquel entonces, Adrián Román, que inició con las escuelitas deportivas. Empezamos a trabajar hace ocho años. Él quería acompañar a los barrios, a los chicos que realmente estaban solos, que no tenían actividades, que estaban en riesgo, prácticamente algunos en la calle. Adrían quería ver qué podíamos hacer para formar en los barrios un lugar donde se pueda contener, se pueda dar una merienda y mucho cariño a los niños, que venían con una mochila bastante pesada. Me habló para ver si yo lo podía hacer, porque sabía quién era y cómo trabajaba con los chicos. Así empezamos hace muchos años.”

 

Actualmente, Lucrecia da clases junto a instructores jóvenes que se están formando. “Ellos también enseñan, y seguramente serán quienes queden a cargo cuando uno ya no pueda seguir. Les enseño un buen camino con herramientas positivas”.

 

Con la nueva gestión Lucrecia continúo desarrollando su tarea. Los barrios donde trabaja son parte de un mapa social vulnerable: Toto Irigoyen, San Agustín, Barrio Franco, Supichini. “Es un orgullo poder trabajar en los barrios, porque el acompañamiento es muy importante. La violencia que se vive hoy nos exige usar mucho nuestro corazón. De eso se trata este hermoso camino del Taekwondo” afirmó la instructora.

 

 

“Hoy tengo la suerte de estar con Raymundo Legaria, que ve mi trabajo y está muy contento con todos los avances que uno hace en los barrios. Estoy trabajando en el barrio Toto Irigoyen, donde tengo más de 35 alumnos; en el barrio San Agustín, con 7 chiquitos, pero el año pasado llegué a tener 18. Hace poquito empecé en el barrio Supichini, donde hay más de 40 niños y niñas. En el barrio Franco también tengo chicos de la escuela de deportes, alrededor de 20 alumnos.”

 

El taekwondo social se revela como mucho más que una práctica física: es una herramienta de transformación profunda. En cada clase, se trabaja con otra mirada, más allá de lo deportivo, brindando contención, afecto y herramientas para la vida. A los chicos que han atravesado situaciones difíciles se los acompaña con escucha, abrazos y confianza. Se les enseña que pueden mejorar, que su historia puede cambiar, y que su calificación, en la escuela y en la vida, tiene que ir siempre para arriba. Ese es el taekwondo que están aprendiendo: uno que forma personas, no solo cinturones.

 

Su labor no es solitaria. Lucrecia agradece a quienes la acompañan: “A mi gran Maestro Fabián Pini, que nos impulsa a que no hay edad cuando uno quiere lanzar sus sueños. A mi Sabon Nim Dalmiro Sartori, mi instructor y director de la escuela. A mis compañeros Busabonin Gastón Caballero y Santino Patriarca. Y a mis alumnos avanzados que trabajan conmigo en los barrios: Cristian Gastón Ponce y Orlando Leonel Ponce”.

 

 

Taekwondo: un arte para la vida

 

El taekwondo tiene cinco principios para enseñar pero sobre todo para practicarlos. “Les doy seguridad, confianza, y que sepan que pueden hacer todo. Si no puedo, lo sigo intentando. De alguna forma me va a salir. Nunca tengo la palabra “no”, porque para mí no existe. “No puedo”, “no sé”, “no me va a salir” no sirven”, afirmó Lucrecia en diálogo con EL ARGENTINO.

 

El taekwondo es un arte marcial, pero también un arte para la vida, la instructora, en este sentido comentó: “Lo voy a aprender hoy y no me voy a olvidar nunca más. Me ayuda a desarrollarme, a estar bien de cuerpo, de ambiente, y tener herramientas naturales para una defensa personal, que si algún día estoy en peligro, las puedo usar. Siempre les marcó diferencias en cada clase. Hacemos una clase de espejo, donde cada uno se mira, reflexiona y ve qué puede cambiar. Ellos preguntan muchas cosas. Uno tiene que estar preparado para acompañarlos y responderles según sus edades. Siempre con una sonrisa para alegrarlos. En cada lugar trabajamos dos horas, porque realmente necesitan contención. Cada día los elijo a ellos, porque te dan vida, cariño, amor. Te dan ese abrazo cuando llegas, que te deja sin palabras. Y pensar que a veces son ellos los que están sufriendo.”

 

Otras de las tareas que realizan, con este mismo espíritu pedagógico es ir a las escuelas y dar charlas-talleres. La instructora comentó que esta idea surgió porque muchos de sus alumnos sufrieron de bullying. “Nosotros vamos y contamos en las escuelas el por qué practicamos Taekwondo, cómo lo llevamos y cómo lo usamos.”

Lucrecia Benitez, con 66, enseña TKD
Lucrecia Benitez, con 66, enseña TKD

 

Medallas, torneos y una convicción que no se rinde

 

Lucrecia cuenta con orgullo que: “Tengo un alumno campeón Panamericano, Gelli Ayrton, ahora nos estamos preparando para representar a Gualeguaychú y a la escuela Ciclo Marcial en el Mundial que es en Octubre, el 9, 10 y 11. En total vamos con 10 competidores que van a participar, de Urdinarrain y Gualeguaychú. Estamos muy entusiasmados.”

 

A los 57 años, Lucrecia fue subcampeona panamericana. En 2019 ganó el torneo de Gualeguaychú y acumula más de 35 medallas en distintas ciudades, en formas y luchas. “Cada torneo fue una experiencia distinta. Me ayudó a confiar en mí, a saber que podía competir y representar a mi ciudad con orgullo”.

 

Pero más allá de los logros deportivos, su convicción sigue intacta. “Hoy tengo 66 años y soy una persona agradecida. Sigo perseverando para conseguir otras metas. El Taekwondo me enseñó que siempre se puede, que no hay edad para aprender ni para enseñar”.

 

“Ese sería el taekwondo que yo hago: social. A veces nos ha tocado algunas cosas muy feas, muy tristes. Pero vamos saliendo adelante, vamos acompañando, vamos ayudando. Y es muy lindo trabajar con los niños y niñas, porque son felices en ese espacio”, concluyó Lucrecia Benitez.

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