Papelitos quiere seguir festejando y demostró que va por el ansiado tetracamponato

En una Gualeguaychú distópica, la ciudad se divide entre Los Puros (el Este) y los Olvidados (el Oeste). Pero detrás de la lucha de clases una historia de amor entre Candella y Leo, serán la trama para desarrollar el tema elegido.

La Comisión de Frente encabezada por la deslumbrante Florencia Villagra demuestra que no es necesaria la sobrecarga de información para que una apertura sea efectiva. Con bellísimos trajes y movimientos sutiles, el baile de máscaras nos muestra el inicio de la historia, dónde la ciudad era una sola.

Detrás, la carroza de apertura nos muestra una "aplanadora", conducida por un personaje de rojo y negro (una picardía en el folclore del mundo carnavalero), que obliga a Los Olvidados a huir en busca de un lugar seguro.

La estética steampunk que mezcla lo industrial con lo victoriano se mezcla con la fantasía y lo mitológico.

En las primeras escuadras podemos ver faunos deshollinadores cargando plumeros, hadas lavanderas con canastas como vestidos y trapitos como alas, o centauros como animales de carga comercial.

Tal como viene sucediendo en ediciones anteriores, Villagra utiliza la sublimación de telas para generar los colores y texturas deseados. Sumado a la gran cantidad de botonería, apliques, bordados y emplumados super efectivos, dan por resultado un vestuario tan completo como competitivo.

Al avanzar, aparecen minotauros matarifes, portando delantales que señalan su pertenencia al antiguo Frigorífico Gualeguaychú. Detrás de ellos los gigantes portuarios cargan lo que otros no pueden, valiéndose de su tamaño y fuerza

El giro argumental lo marcan los Portabanderas Lucas Shapiro y Lorena Sánchez Betancourt. Con un vestuario lujoso colmado de espejos, invitan al espectador a la fantasía del gran Teatro de la Estación, donde la belleza y las apariencias marcan los bailes de máscaras.

La banda musical Furia del Oeste volvió a tener una noche pareja, sin fisuras. Con la dirección de Andrea Benedetti y la arenga apasionada de Martin Fernández levantan el público a su paso.

Recuperando estribillos de ediciones anteriores, el conjunto logra imponer su estilo y contagiar a propios y ajenos.

Las últimas escuadras explotan en colorido, entre antifaces, máscaras y túnicas repletas de cintas y flores contrasta perfectamente con la fuerza de la ley, que detrás de ellos viene a reprimir la alegría.

Algo para destacar es la presencia del joven Benicio Villagra (sobrino del Director artístico, Juane), el integrante más chiquito de esta edición que debuta con un personaje que despierta sonrisas y suspiros. Con una actuación impecable sigue el ritmo de las coreografías y mantiene la energía en todo momento.

El carro hidrante con los oficiales de rojo y negro (otra vez la picardía del folclore carnavalero), disparan sus pistolas de agua y burbujas. Pero sus armas no pueden con la "maldición" del Oeste, y caen rendidos ante el embrujo del Corso barrial.

La batucada de Los Pibes dirigida por Martín Piaggio es contundente. Una vez más la pasista es Candela Gómez, tricampeona en su rubro y su este año va por un nuevo título. El show brindado por todo el conjunto contagia a los espectadores entre palmas, silbidos y golpes de chapas. De más está decir que todo el bloque final vienen siendo de lo más logrado en las últimas ediciones.

El carro de cierre está vez presentó mejores termianciones e iluminación. Las esculturas del talentoso Martín Naef y su equipo son de lo más destacable de esta edición, consiguiendo una vez más el alto nivel que el Carnaval del País merece.