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Tributo a Miguel Silvestrini, escritor y un hombre bueno

El martes 23 de diciembre, la cultura de Gualeguaychú estuvo de luto: la noticia que había fallecido el escritor Miguel Silvestrini a los 87 años ensombreció a todos.

Sábado, 27 de Diciembre de 2014, 1:29

Por 4

EL ARGENTINO lo recuerda hoy en el espacio Diálogos, recordando justamente una entrevista generosa que concedió y que fue publicada el 1° de marzo de 2009.

Miguel Silvestrini fue maestro normal, profesor de Educación Física, preceptor y director de carrozas. Pero fundamentalmente fue un hombre bueno y portador de un alma generosa.

Con una fecunda como arraigada trayectoria en la cultura, fue un exquisito escritor de cuentos, pero también de obras de teatro, de sonetos, de títeres. A su talento y visión se le debe el certamen provincial de Teatro Estudiantil creado en los años ´70.

En la ciudad se lo conocía cariñosamente como “La Rana”.

Antes de pasar a la entrevista que en 2009 a sus 81 años tuvo con EL ARGENTINO, es oportuno recordar algunas cosas al azar que aparecen en el archivo de este centenario diario.

Así, por ejemplo, en la edición del 18 de abril de 2013, se comunicaba que “el conocido escritor local, Miguel Silvestrini”, presentará el próximo mes su libro número once “La profesora”. Este trabajo incluye doce cuentos algunos de ellos inéditos y otros que fueron premiados en distintos concursos literarios.

El artículo daba cuenta de lo siguiente: “Es importante recordar que Silvestrini donó al Instituto Magnasco y al Colegio Nacional las ediciones completas de sus libros ´El Chasqui´ y ´Hace más de cien años´ y que sus creaciones de cuentos infantiles ´La solapita´ y ´Pajarito´ han sido de lectura obligatoria en algunas escuelas de la ciudad. Se subraya este aspecto, porque en el Diálogo mantenido con Silvestrini en 2009, EL ARGENTINO reclamaba que sus libros ingresaran a la escuela, justamente para crecer en identidad y para aprender a contar historias.

Ahora sí, aquel diálogo que sigue cabalgando la actualidad.

 

La mirada de Silvestrini sobre la lectura

 

El 1° de marzo de 2009, bajo el título “La mirada de Silvestrini sobre la lectura”, EL ARGENTINO compartió lo siguiente con sus lectores.

Anda con sus 81 años recorriendo la ciudad. Con temblores en la mano, pero con la firmeza en la mirada, el escritor se asoma a la vida de cada rincón de Gualeguaychú como un retratista de época.

Miguel Silvestrini, nacido el 28 de agosto de 1927 en la patagónica Comodoro Rivadavia, adoptó a Gualeguaychú como una tierra natal, tal vez heredando la sangre cultural de sus padres Juan y Raquel Victoria Raffo.

Silvestrini es docente jubilado pero no puede con su alma de maestro y así sigue enseñando en cada libro publicado, en cada diálogo que se hace poesía cotidiana. Autor de “La Cucaracha”, su primer título estuvo vinculado con los cuentos como “Ene Ene” de 1963; “Traiciones” de 1965 o “La Solapita” de 1997, entre tantos otros.

No sólo cuento, porque la pluma de Silvestrini también encontró su tinta para escribir obras de teatro como “Cuando florezca el malvón”, “Otro Toro nació en el Sur” y “Soledad”.

En diálogo con EL ARGENTINO, este poeta de 81 años manifestó su preocupación “porque hoy los jóvenes ya no leen y les cuesta tanto la conversación”.

“Ahora no puedo agarrar la paleta y pintar, pero siempre puedo estar leyendo y escribiendo”, dice con una voz que acompaña el temblor de sus manos.

Para Silvestrini “escribir un cuento es como si todos los habitantes de un pueblo se escribieran así mismos sus propias historias porque en el cuento hay pasiones, ideas, lealtades, secretos, aventuras, traiciones, saberes y tradiciones; es decir, todas las expresiones genuinas de una herencia cultural que llega desde el pasado”.

Si algo caracteriza la obra de Silvestrini es que ha retratado como pocos a la Gualeguaychú de siempre, recreando vivencias de infancias y juventud, pero también haciéndole honor al arte de narrar historias.

“En la escritura se tiene que manifestar la vida misma y ojalá que los escritos que uno ha propuesto sirvan al menos para que renazca en cada uno el viejo placer de la lectura”, dice con anhelo pero también con preocupación.

“Ya no se lee y es una pena. Al libro, que es como un eterno amigo, lo estamos despreciando. No entiendo por qué pasa esto pero se me hace que nos pasa porque hemos perdido cierto sentido de la amistad”.

Es que todos los años de Silvestrini han estado atravesados por la aventura y la escritura, esa que se comparte, que se hace filial. Filial como procedencia, como lugar. Y filial como sentimiento. Desde su niñez con el mojarrero en mano buscando la costa del río, pasando por su juventud de estudiante y jugador de fútbol hasta arribar a su vida madura como docente y escritor eterno. Pero también es un minero de lecturas de diarios, buscando detrás de las noticias ese dato que se transforma en historia y esa historia que se convierte en relato.

“De joven he leído muchos libros. Mucho de religión, desde la Biblia y espiritismo hasta el Oxú brasilero y el Kamasutra. De todo un poco. Todo lo que caía en mis manos lo transformaba en lecturas”, dice Silvestrini y sonríe con la mirada.

El propio Silvestrini–luego de un silencio que lo transportó décadas atrás- enumera: “Algunos autores me han dado lecturas privilegiadas como Facundo Quiroga, Edgar Alan Poe, Julio Cortázar, Almafuerte, Leopoldo Lugones, Gustavo Adolfo Bécquer, Pablo Neruda; y por supuesto, me sigue encantando las poesías camperas como las de Martínez Paiva, Yamandú Rodríguez y tantos otros. Incluso aprendí de memoria varias de ellas y cuando camino me las digo, como quien convoca a una compañía para seguir andando”.

Escarbando en el recuerdo, Silvestrini comparte un hito: “mi primer cuento dado públicamente a conocer fue Destino Indio, que fue premiado en un concurso organizado por la Biblioteca Sarmiento y fueron parte del jurado nada menos que el Padre Luis Jeannot Sueyro y el profesor Rodolfo García, dos titanes de la escritura”.

Justamente en la presentación del libro de Silvestrini “Hace más de cien años”, editado en 1983 a través del Colegio Nacional “Luis Clavarino” con motivo del bicentenario de Gualeguaychú, Rodolfo García sostuvo: “Al conjuro de la pluma del tantas veces laureado cuentista Silvestrini, el Gualeguaychú de antaño, el que llevamos en la sangre y en el aire que respiramos, está con nosotros, con sus ilusiones, limitaciones y paisajes. Sueños leves y preocupaciones profundas; sentimientos de Patria y de hogar” y ahonda: “De acuerdo a los cuentos de Silvestrini seguimos siendo como siempre; cercados por apremios, alentados por ensueños, aprisionados por arbitrariedades y clamando comprensión”.

Tal vez un día, los cuentos de Silvestrini vayan a la escuela y entonces se aprenderá mejor a contar historias, tan necesarias para no perder la memoria de una identidad.

El diálogo con Silvestrini se centró siempre en la necesidad de leer, en la capacidad para entrenar –como un músculo- la reflexión y el pensar. “Si vas a escribir algo de lo que charlamos, escribí que nadie renuncie a la lectura”.

Se apoyó en su bastón, se puso erguido como un trigal y sonrío con su mirada iluminada de bondad. Así se fue de la redacción, recitando una poesía campera que le hacía compañía y le disimulaba el temblor.

Detrás de sus pasos y elevando el dedo por encima de su hombro, insistió: “Que nadie renuncie a la lectura. Escriba eso y ojalá que alguien se dé cuenta”.

 

Por Nahuel Maciel

EL ARGENTINO

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