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Partidos atrapatodo y liderazgos descentrados

Sábado, 17 de Junio de 2023, 20:28

Redacción EL ARGENTINO

Por Javier Adrián Cubillas (*)

Una de las formas modernas que tomaron los partidos políticos con más tiempo de duración y vigencia en la disputa por el poder son los partidos que el Otto Kirchheimer llamó catch all party o partido atrapatodo. Estos se sostienen por una efectividad anclada en la desideologización y liderazgos fluidos y contextuales que sólo se constituyen primordialmente desde el estado de la demanda electoral. 

Decimos una de las formas, en tanto la evolución de los partidos es para muchos conservadores una muestra de decadencia y para los progresistas una muestra de la adecuación a los cambios culturales. Uno de los primeros fue el llamado partido de terratenientes, o de cuadros de notables o profesionales liberales que representaban a un sector de interés bien diferenciado. Aquí si eran partidos fuertemente ideológicos.

En poco tiempo aparecieron los partidos de masas, como una instancia organizativa del S. XX, que incorpora a sectores que antes no participaban en la política y se funden en muchas ocasiones con la sociedad civil mediante instancias orgánicas como fundaciones, asociaciones, gremios y otras formas de agrupación que representan de modo más transversal a las demandas. 

Algunos de estos partidos de masas podrían ser ideológicos en colaboraciones con movimientos internacionales pero otros los eran según el contexto histórico y esa ideología comenzaba a tener elementos locales y así se diferenciaban en algunos casos de ideologías universalistas o europeas para dar lugar a conflictos y demandas concretas y focales dentro de nuestro territorio.

Pero, por si esto fuera poco y más acá en el tiempo, emergen partidos que ya no sólo son intermediarios entre la sociedad y el Estado sino que comienzan a ser parte del Estado y ya no tienen límites o demarcaciones ideológicas claras. Además, están formados por profesionales de la política y los medios de comunicación que diseñan la oferta electoral conforme los estudios de opinión en donde se puede medir la demanda de las audiencias.

En esta instancia descrita con anterioridad estamos hoy. Partidos a demanda mucho más que partidos con clara coherencia ideológica e historia que demuestre su trayectoria consecuente a valores fundacionales. Son partidos que se adecuan a sociedades complejas, multiculturales incluso, que obligan a las dirigencias a adecuar sus modos de representar la diversidad.

Por esto, los actuales partidos atrapatodos se dirigen a todas las audiencias posibles entendiendo que con algunos tendrán apoyo y con otros sectores es necesario atemperar para no alentar conflictos y con algún sector, de modo decisivo, si será necesario alentar la diferencia y conflicto político para afianzar la propia imagen o ideario, dado que una sola identidad es difícil sostener y no siempre ésta se construye desde la sola vocación, se necesita un alter ego o desafiante claro con quien debatir en oposición para ocupar los espacios de izquierda a derecha.

La fragilidad entonces de la dimensión de la oferta exclusivamente ideológica también es una muestra de la debilidad de adhesión de votantes infieles y de liderazgos claros y consecuentes. La relación entre votantes y partidos es fluida, o líquida, en los términos del sociólogo Zygmunt Bauman.

El contexto actual, entonces, nos muestra con claridad que los liderazgos nacionales más generalistas en sus ofertas van camino a acordar con todos los sectores posibles sin importar su afiliación anterior, ideología o políticas defendidas en el Congreso de la Nación hasta hace cinco minutos. Para ejemplo, basta ver los acuerdos que busca Larreta y los que ya tiene en su historia y actualidad el Partido Justicialista.

Lo paradójico en esto, es que, un partido atrapatodo funciona bien como maquinaria electoral pero no necesariamente en el momento de gobernar en regímenes representativos como el nuestro, con caracteres: presidencialista, bicameral y federal. En otros términos, funcionan mejor en regímenes parlamentarios y unitarios.

Sin perjuicio de la anterior discriminación sobre regímenes, lo que importa ver es que los frentes o conglomerados por sus amplias extensiones incorporan debilidad más que fortaleza o cohesión y los liderazgos por tanto tienen menos entidad dado que no son representativos siquiera en toda la extensión de su propia agrupación de competencia. 

A esto, hay que sumarle que las personas pueden votar un liderazgo pero no esperan y olvidan, con total naturalidad dado que no tiene por qué saber todo de todo, que en la lista de políticos que se suman a ese liderazgo hay personas a las que nunca hubieren votado en su vida.

Tremendo entonces es el choque de ideas, sensaciones, razonamientos y acciones en tanto provoca que muchas personas sientan la necesidad de castigar estos actos y el efecto boomerang pueden ser el de animosidad antipolítica. Liderazgos vacuos o descentrados de un eje claro desde lo discursivo no son liderazgos para tiempos de emergencia.

Buen parte de todo este proceso se encuentra en desarrollo y muchos de estos actos y hechos ya comienzan a percibirse en el electorado en muchas provincias. A la fecha, aparecen votos cautivos por los fuertes aparatos partidarios de partidos atrapatodo, aparece voto antisistema y emerge una baja cantidad de asistencia a votar y potencialmente un porcentaje importante de voto en blanco.

Todo lo anterior, poco ayuda a fortalecer la solidez institucional pero sí colabora en la ampliación del debate este tipo de escenarios complejos. En definitiva, la gobernabilidad política ya se pone en juego con estos actos y ni siquiera estamos involucrando en este análisis, lo propio de un economista, los impactos de las variables respecto al valor de moneda, balanza de pagos, déficit y financiación de deuda, etc.

Es de esperar, ojalá así sea, que las novedades al menos se mantengan en un cauce institucional y no sean los hechos venideros actos de conmoción que habiliten a un nuevo tiempo de excepcionalidad. 

 

 (*) Analista de Asuntos Públicos. 

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