
Por Pedro Luis Barcia (*) EL ARGENTINO
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El lector –si está allí- dirá: “Ahora el columnista las va de maestro Ciruela, viene a darnos lección de lo obvio”. Sí y no. En primer lugar, aclaremos que el dicho español original es: “El maestro de Siruela no sabe leer y pone escuela”. Siruela es una localidad española del municipio de Badajoz. El refrán tiene otros vecinos: “El maestro de Algodor que no sabía leer y daba lección” y “El maestro de Campillo que no sabía leer y tomaba niños”, (de allí heredamos los argentinos: “Como no quiere estudiar, enseña”). Con el tiempo, ignorándose que el nombre propio era el de un pueblo, se lo convirtió, con el cambio de “S” en “C”, en la fruta laxante. Y así corre entre nosotros. Aunque esto ya comenzó en España. (Échele una ojeada a nuestro libro: Barcia, Pedro Luis y Gabriela Pauer. Diccionario fraseológico del habla argentina. Bs.As., Emecé, 2010),
Hace casi una década en las Academias de la Lengua trabajamos duro y sin sueldo para organizar los tres grandes códigos de la nuestra: la Gramática, la Ortografía y la Fonética. Generamos tres obras respetablemente abultadas y muy completas, que pocos visitan. Pero también aprobamos las versiones bolsillables de las dos primeras, que recomiendo tengan los lectores en casa y a mano: Gramática y Ortografía, editadas por la Asociación de Academias, la RAE y Espasa-Calpe. Valen menos que una botella de vino no patero.
Prometí ocuparme del nombre de las letras. Allá vamos, dijo la Chiqui. Las que pueden presentar dudas son: la CH, que llamábamos largamente “cehache” y que debe llamarse “CHE”, como “be”, “ce” y “de”. La segunda es la “Y” que llamábamos bobamente “y griega” y que, con la misma lógica de las anteriores debe llamarse “YE”. Lo de “y griega” (que se oponía a “i latina”) es un desajuste porque la letra griega que se parece en la forma, pero nada en el sonido, es la ípsilon. La Z es la menos ubicable por Interpol porque tiene tres nombres: “zeta”, “ceda” y “zeda”. Nosotros usamos el primero.
La polémica en las reuniones académicas entre las regiones lingüísticas (son ocho) se armó con los nombres de la “B”, la “V” y la W”. Nosotros las llamamos “be larga” (en algunas partes de América, se la llama “be alta”), “ve corta”, y “dobleve”, porque para toda Hispanoamérica suenan igual: “bote” y “vote”, “vaca” y “baca” (gugleelo: “OK Google”, o mire Pasapalabra), no así en España que las diferencian fonéticamente: una labial (B) y otra labiodental (V). Al dictar no podemos decir. “va con be o ve”, porque no hay distinción fonética entre nosotros. Por eso adoptamos lo de “Se escribe con be larga o ve corta”. En el dialecto culto del español de la Argentina, pronunciar la “V” como labiodental es considerado una afectación: “vvviste” (nada digamos del vulgarismo frecuente en tevé: “vistes”). Logré, en la pelea entre pares, que se admitiera para nosotros, en el uso educativo y coloquial, mantener lo de “be larga”, “ve corta” y “dobleve”. Pero técnicamente, a la V se la denomina “uve” y a la W “dobleuve”, lo que suena feo a nuestra costumbre auditiva.
Los entrerrianos acentuamos la Y con sonido sordo rehilado, que se está perdiendo en el uso y se va unificando en sonido sordo suave. Sonido sordo es cuando, al pasar el aire, no vibra la glotis, y sonoro, cuando vibra. Cuando el profesor Balmori, en clases de Filología en La Plata, quería ejemplificar “el yeísmo rehilado”, me hacía decir “yerba”, frente a todos, que se reían de mi fonética, aunque yo los superara a todos en el arte de cebar amargos.
¿Qué pasa ahora con la CHE y la ELLE? No son consideradas letras sino dígrafos, es decir sonidos que se escriben con DOS LETRAS. Los dígrafos netos en nuestra lengua son: CH (cheto) y LL (lluvia). En el país tenemos una sola forma de pronunciar la CHE, pero tres para la ll: “lluvia” (Santiago del Estero), “liuvia” (Corrientes y otras provincias) y “yubia” (Entre Ríos, Catamarca y otras). Cuando el juicio de María Soledad Morales hubo una confusión en una entrevista con una testigo catamarqueña y un periodista porteño. La muchacha dijo que: “Todo el lío empezó con la yubia”. El entrevistador insistió en que no decía la verdad porque era la temporada de sequía en la provincia, no llovía. Y ella le espetó: “-No, todo empezó con la yubia, la del vestido colorao”. Son perendengues peligrosos. Por un sonido se puede perder un testimonio e ir alguien preso.
Entonces, ¿la CHE y la ELLE desaparecieron del uso? Sí como letras independientes, pues no son letras sino dígrafos. Y aquí viene un detalle no menor. En los actuales diccionarios usted buscará infructuosamente en el índice o en el hojeo la sección o solapa de la CHE o de la ELLE. No están con espacio propio. La CHE está incorporada en la CE, después de palabras con CE, viene las que comienzan CH: a “ceviche” le sigue “chabacán” y luego las que empiezan con che, chi, cho chu, y luego las con CI. Y la ELLE está incluida en la ELE, después de las palabras con LI: a “liz” le sigue “llábana”.
Nuestros muchachos, y algunas chicas, no saben el orden del alfabeto de memoria. (-“¿Te acordás de la tabla del cuatro?”. –“Sí, pero no de memoria”).
Por eso, hacerlos buscar voces varias en el mataburros es un buen ejercicio para las urgencias en el uso de cualquier guía, o la telefónica del celular. Tardé en darme cuenta en clase de primer año de la Universidad, en comprender por qué se demoraban tanto en buscar algo cuando se manejaba un índice, hasta que descubrí que los chabones no manejaban mecánicamente el orden del abecedario, y tenían desconocimiento de la CHE, de la ELLE incluidas en CE u ELE en los nuevos diccionarios. Desde entonces, exigí que el primer día de clase me recitaran el orden alfabeticogamadéltico. ¿Vvvistes?
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