
Tras las fiestas navideñas, el primer miércoles del Año Nuevo el Papa Francisco celebró, a las 10 en el Aula Pablo VI del Vaticano, su tradicional audiencia semanal, ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos procedentes de diversos países.
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El Obispo de Roma prosiguió su catequesis dedicada al tema de la familia, deteniéndose a meditar sobre la figura de la madre.
Francisco afirmó que todos debemos la vida y tantas otras cosas a nuestras madres, si bien éstas no siempre son escuchadas ni ayudadas en la vida cotidiana, es más – dijo – a menudo son explotadas a causa de su disponibilidad. E incluso la comunidad cristiana no siempre las valora convenientemente, a pesar del eximio ejemplo de la Madre de Jesús.
Por otra parte, el Papa destacó que algunas veces, las mujeres se han rebelado contra su papel de madre, privándose así de esa gran riqueza de ser mujeres y de la vida familiar. Pero sin embargo – afirmó – las madres, en el amor incondicional y oblativo por sus hijos, son el antídoto contra el individualismo, las grandes enemigas de la guerra, lo que el Arzobispo Óscar Romero definió como “martirio materno”: una entrega total, en el silencio y la oración, en el cumplimiento de su deber.
También destacó que en los momentos difíciles encontramos en las madres la ternura, la dedicación y la fuerza moral, porque son ellas las que dan los primeros rudimentos de la fe; sin ellas –concluyó– no sólo se perderían fieles sino buena parte del calor más profundo de la propia fe.
“Continuamos con la catequesis sobre la familia. En la familia está la madre. Toda persona humana debe la vida a una madre y casi siempre debe a ella mucho de la propia existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual. Pero la madre, aún siendo muy exaltada desde el punto de vista simbólico - tantas poesías, tantas cosas bellas que se dicen poéticamente de la madre - es poco escuchada y poco ayudada en la vida cotidiana, poco considerada en su rol central en la sociedad. Es más, a menudo se aprovecha de la disponibilidad de las madres a sacrificarse por los hijos para “ahorrar” en los gastos sociales”, resaltó Francisco.
“Las madres son el antídoto más fuerte a la difusión del individualismo egoísta”, afirmó el Santo Padre. “Individuo” quiere decir “que no puede ser dividido”. Las madres, en cambio, se “dividen”, ellas, desde cuando acogen un hijo para darlo al mundo y hacerlo crecer. Son ellas, las madres, quienes odian mayormente la guerra, que mata a sus hijos. Muchas veces he pensado en aquellas madres cuando han recibido la carta: “Le digo que su hijo ha caído en defensa de la Patria…”. ¡Pobres mujeres, cómo sufre una madre! Son ellas quienes testimonian la belleza de la vida. El Arzobispo Oscar Arnulfo Romero decía que las madres viven un “martirio materno”. En su homilía para el funeral de un sacerdote asesinado por los escuadrones de la muerte, dijo, haciéndose eco del Concilio Vaticano II: «Todos debemos estar dispuestos a morir por nuestra fe, aunque no nos conceda el Señor este honor... Dar la vida no es sólo que lo maten a uno; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber, en aquel silencio de la vida cotidiana, ir dando la vida, como la da la madre que sin aspavientos, con la sencillez del martirio maternal concibe en su seno a su hijo, da a luz, da de mamar, hace crecer, cuida con cariño a su hijo. Es dar la vida – y éstas son las madres. Es martirio». Hasta aquí la citación. Sí, ser madre no significa sólo traer al mundo un hijo, sino es también una elección de vida: ¿qué elije una madre? ¿Cuál es la elección de vida de una madre? La elección de vida de una madre es la elección de dar vida. Y esto es grande, esto es bello”, concluyó.
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