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Entrevista a Pedro Luis Barcia

`La palabra para que sea viva debe evocar una realidad´

Pedro Luis Barcia, recibió a EL ARGENTINO el jueves antes de disponerse a hablar sobre la conspiración, ese deporte tan nacional.

Domingo, 29 de Julio de 2007, 0:00

Por 4

El legado de Fontanarrosa como observador de la realidad, las mal llamadas ?malas palabras?, la cercanía con el lunfardo y la necesidad de no perder el punto final de la lectura, fueron algunos de los temas que abordó con su estilo particular, que obliga a transitar por el humor, la reflexión y la sabiduría de alguien que jamás se escandalizará por la palabra. ?La palabra para que sea viva debe evocar una realidad, por eso muchos términos retornan recurrentemente de la mano de las crisis o las vivencias colectivas?, sostendrá.

 

-¿Qué legado deja Roberto Fontanarrosa para el idioma?

-Lo primero que hay que distinguir es que Fontanarrosa es un hombre que trabajó en el humor gráfico y en el humor literario con igual éxito en Argentina. No ha tenido la trascendencia de Quino en el humor gráfico con su obra Mafalda, que ha sido traducida a quince idiomas y ahora es llevada al japonés. Pero, en un ámbito de consumo interno, los personajes como ?Boggie el aceitoso? o ?Inodoro Pereyra y su perro Mendieta?, tuvieron un valor preferente, dominante. Esto, llevado al campo literario tiene otro efecto, porque en esta área ?particularmente- me gustan más los cuentos que las novelas de Fontanarrosa. Los cuentos tienen una primera condición que es la incorporación de la oralidad a la literatura, cuestión que no es fácil de hacer, porque él no cae en la vulgaridad de expresiones torpes sino que el tono, el toque, el dicho, la modulación, tienen mucha fineza. Diría que Fontanarrosa tenía ?oído de tísico?, como se dice en Entre Ríos, para percibir los matices. Y esto lo coloca a Fontanarrosa en una tradición literaria que comienza, posiblemente, con nuestro Fray Mocho y si se va un poco más atrás (pero con menos efectividad) el caso de Lucio V. Mansilla. Entonces, el grado de penetración de su escritura es muy importante porque da un acercamiento espontáneo, cálido, casi íntimo al lector que se siente partícipe de la tonalidad que él maneja. El otro rasgo en Fontanarrosa es que carga con un sentido de humanidad lo que toca, y esto hace que lo lleve a presentar la circunstancia del personaje y cumple con algo que es esencial en el hombre: encarnar la realidad. El hombre y su circunstancia es otro logro importante en él.

 

- Entonces, ¿se puede decir que Fontanarrosa era un gran observador de la realidad?

-Sin dudas. Porque el humorista es un hombre que no sólo observa la realidad para distinguirla, sino para encontrar alguna clave de comprensión de esa realidad. Es un hombre simpático en un sentido etimológico (en griego, sim es con; y pathos, sentimiento), es decir, siente junto con el otro y se apiada, acompaña cordialmente al que sufre, al que padece. Y abre una benevolencia para que el lector comprenda al personaje y no solamente se ría de él.

 

-¿Y cómo le resultó el tema de las malas palabras que planteó Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua?

-Me tocó ser secretario del tercer Congreso que se realizó en Rosario. Y me tocó convidarlo al ?Negro? para que enviara su exposición, dado que fue elegido como el personaje de la ciudad anfitriona. Y la exponencia era necesaria para incluirla en el material de divulgación. Me dijo, ?no me pida eso, tordo? (porque así me llamaba) y no la envió nunca, porque nunca la escribió. Apenas tuvo frente a él unas anotaciones sueltas. La reacción del ?Negro? fue vista con dos extremos, con igual error. Un extremo donde se ubicó lo académico duro, que lo percibió como una cachetada o una insolencia en un ámbito que ellos esperaban que fuera sacrosanto y solemne (por suerte ninguna academia es así hoy en día). En el otro extremo, la gente de los medios lo vio como un pateador de hormiguero. Y creo que él no es ni lo uno ni lo otro. Lo que él hizo fue lo que dijo. Hizo una defensa, una apología de las malas palabras que son necesarias. Es decir, si se conoce su obra nadie lo puede ubicar como un puteador empedernido. El ?que lo parió? es una expresión natural que surge como sello de una situación específica. Y cuando él dice que prefiere la palabra pelotudo a la de boludo tiene razón. Porque hoy boludo tiene tantas acepciones y se la usa tanto para elogiar como para llamar la atención, que ha perdido peso específico. En cambio, la palabra pelotudo tiene su carga de condena, de expresión inequívoca frente al destinatario. Y Fontanarrosa pide comprensión para ciertas palabras que son necesarias para la lengua. Nadie dice cuando padece un pisotón o un tropezón ?recórcholis? o ?cáspita? sino que le nace un insulto que ya todos conocen porque lo han pronunciado cotidianamente. Lo que Fontanarrosa nunca hizo fue insertar malas palabras para vulgarizar un concepto o una frase. Y quiero decir otra cosa sobre las palabras mal llamadas ?malas palabras?. Me considero un académico normal y soy quien las lleva al diccionario. Así que no tengo por qué escandalizarme de ellas.

-Para abordar otro tema, pero encadenando la conversación ha sido importante la tarea de la Academia de la Lengua en estos últimos años porque el diccionario ha dejado de ser el cementerio de las palabras y se ha convertido en un lugar donde se restauran y cobran vigor. Esta imagen también es valiosa porque por primera vez se han amigado con el lunfardo.

-Recojo mucho lo que se llama el lunfardo histórico. Porque al lunfardo hay que entenderlo así. Estoy preparando el prólogo de la segunda edición del diccionario, que tendrá 1.600 palabras nuevas. Y llevé esas palabras al diccionario de la Lengua, porque como alguna vez señaló el diario La Nación, hemos fumado la pipa de la paz con el viejo Gobello (por José Gobello, presidente de la Academia del Lunfardo).

 

-Antes de ser propuesto en la Academia de la Lengua, ¿usted fue tentado a integrar la Academia del Lunfardo?

-Así es. Estuve diez años excluido de la Academia. Diez años propuesto y excluido porque el presidente de ese entonces, (Héctor) Castagnino, me dijo que mientras él sea presidente, yo nunca iba a entrar porque estaba ofendido a raíz de una discusión pública que habíamos mantenido. Yo era la única persona en la historia de la Academia que tenía tres libros publicados por esa institución sin ser parte de ella. Y cuando Castagnino murió, a la semana ingresé como académico. Así fue la historia. Cuando, al poco tiempo, llegué a la presidencia, al segundo día de asumir me propuse visitar a Gobello. Nos habíamos visto antes, porque él quería que ingresara a la Academia del Lunfardo argumentando la necesidad de darle un mayor ordenamiento. Bueno, cuando lo fui a visitar ya como presidente de la Academia de la Lengua y tomamos unos mates, Gobello había convocado a un periodista, que ingresa justo cuando yo me estaba retirando. El periodista me pregunta si tenía algo para declarar, y entonces para torearlo al viejo Gobello le digo que sí: En primer lugar me parece un oxímorun que la Academia del Lunfardo esté ubicada en la calle Estados Unidos y lo segundo es una inhabilidad de Gobello para cebar mates, porque como entrerriano los cebo mejor que él. Gobello quedó protestando. Pero lo importante, es que terminé incorporando al diccionario de la Lengua casi 300 vocablos históricos del lunfardismo.

 

-Pero hoy se interpreta que el lunfardo es todo lo marginal?

-Eso ocurre porque el viejo Gobello incorpora como lunfardo el lenguaje de determinados sectores como el de la droga o el del fútbol. Y no es así. Incluso está incorporando como lunfardo el lenguaje de Internet. De todos modos el acercamiento con el Lunfardo es interesante, porque permite dar una dimensión social y cultural particular a la lengua argentina. Es más, de esas 300 palabras, aproximadamente cincuenta se han incorporado como argentinismos. Nuestra Academia es la primera corporación en hacer un diccionario de manera colectiva y me tocó a mí llevarlo adelante. Es difícil ponerse de acuerdo con los miembros de la Comisión de Argentinismos, que son ocho personas. Le doy un ejemplo: llevo la lista de los sinónimos de pene y una mujer me dice que es una porquería.

 

- O la palabra piquetero que en Entre Ríos es festiva y no hace solamente mención a una conflictividad social.

-Exacto. Los entrerrianos decimos se armó el piquete cuando se arma una fiesta, digamos pequeña. Y en la Academia no la aceptaron porque decían que era excesivamente provincial. En la Academia tengo varios gorilas, que aceptan la referencia como antiperonistas. Pero, cuando revisamos una edición y llevo a la discusión lo dicho por Antonio Cafiero en el Senado de la Nación que gorila también es ser intolerante. Ya a los gorilas no los convenció la segunda edición porque podrían ser condenados por la segunda versión y no por la primera. Surgió entonces una discusión muy grande con una gorila y después de varios minutos, le digo que va la palabra pero sin la definición. Me dice que eso era un mamarracho y le respondí que iba a ir una foto de ella. Nos reímos todos juntos y así se incorporó la segunda acepción a la palabra gorila como un ser intolerante.

 

# Palabras y contextos

 

-Ahora también existen algunas palabras un poco más peligrosas que las que viven o desaparecen y son las recurrentes?

-Esas son peligrosas. Pensemos en la palabra ?arbolito?. Originalmente hacía referencia al levantador de apuestas o quiniela o de apuestas de carreras de caballos como en la película Casino. En ese entonces, en Argentina casi ni se la usaba. Luego del gobierno de Raúl Alfonsín cuando nace una euforia por el dólar, vuelve la palabra ?arbolito? como una excepción del vendedor de dólares. Y tiene incluso más sentido, porque se trata de alguien que está ?plantado? en la vereda, está lleno de verde (y no es ecológico). Pero, superada la crisis con la estabilidad, la palabra desaparece. Fue la crisis del 2001 la que la hizo retornar. Entonces, la palabra para que sea viva debe evocar una realidad, por eso muchos términos retornan recurrentemente de la mano de las crisis o las vivencias colectivas. Las que vuelven por la crisis, las bauticé ?las brujas durmiente?.

 

-¿Y a qué palabras llama ?bellas durmientes??

-Bella durmiente puede ser el bondi. Porque el bondi desaparece como tranvía, pero vuelve como colectivo. Creo que cacerolazo, lamentablemente, va a volver.

 

-¿Quién moldea al idioma, los periodistas o los escritores?

-Tradicionalmente, era el pueblo quien gestaba al idioma y a sus cambios. El esquema era el siguiente: el pueblo genera, la literatura ratifica y consolida y en la Academia se certifican. Es decir, la Academia funciona como un escribano que da fe que en su pueblo esa palabra se usa o no hay constancia de que se use. Hoy en día no se puede decir que sea igual que antes. Si bien el pueblo sigue siendo el gran generador de las palabras, le surgió un gran competidor y es el periodismo y especialmente los medios orales, y entre ellos los orales como la radio y la televisión. Y esos medios tienen una ventaja sobre los medios escritos, porque al subir el índice de analfabetismo en la Argentina, cada vez hay menos lectores de diarios y se vuelcan a la radio y a la televisión y muchas veces se toman como modelos, aunque efímeros como toda moda. Y el escrito incorpora muchos neologismos por la necesidad de nombrar cosas que antes no existía por el cambio de la política, de la economía y de la ciencia.

 

-Pero, cuál es el problema, mientras el neologismo está bien hecho?

-Justamente, ése: que esté bien hecho. Soy un gran neologista. Si digo ?una búsqueda diccionaria? se encontrará con un neologismo, porque la palabra ?diccionaria? como adjetivo no existe. Entonces digo ?una búsqueda diccionaria o diccionaril?, nunca voy a decir ?direccionadística?, que es un mamarracho. Entonces es necesario crearla y está bien creada. Los diarios escritos, sean en versión impresa o en pantalla, solían ser (note el cambio) neológicos. ¿Qué está pasando?

 

-Se me ocurre que es mentira que el periodismo escrito esté entorpeciendo o empobreciendo el idioma?

-Esa ha sido una frase hecha que muchas veces y por mucho tiempo se ha usado. Es cierto que el periodismo aflojó un poco el control que a veces tenía de su propia producción. El corrector ha desaparecido en casi todos lados. La columna sobre dudas y problemas también ha desaparecido y el único diario que la mantiene es La Nación en su consulta con los lectores. No hay en Argentina la figura del ombusman de la palabra. Científicamente se ha estudiado y llegado a la conclusión de que en periodismo escrito y en los programas culturales, políticos y los noticieros de la televisión el nivel de la expresión es bueno, es aceptable y no es pobre. En los programas de chimentos, en los infantiles y en los deportivos es lamentable. Esto es importante para no colocar a todos en la misma bolsa. Y el que comenzó estos estudios es un mexicano que se llama Raúl Avila y que nos enseñó cómo se hace. Ahora vamos a implementar ese sistema en un observatorio de la televisión en la Universidad Austral. Se toma de un trabajo cien palabras (dejando de lado los artículos y las preposiciones) y se cuenta cuánta variedad existe y si se llega a 62 de cien palabras diferentes, tiene un lenguaje rico; y cuanto más desciende más pobre será el lenguaje. Y aclaro que no es negocio para un diario ?hablar en difícil? porque perderá lectores, sino que es función de los diarios no nivelar para abajo. La otra salvedad necesaria que quiero decir es que los diarios argentinos tienen, en términos generales, un muy buen nivel. No por nada escriben en ellos plumas como Mario Vargas Llosa, Tomás Eloy Martínez o Carlos Fuentes. Lo grave en esto es el medio oral, porque no tiene posibilidades de rescate para la corrección que sí tienen los diarios o quien escribe. La oralidad (palabra que no existía y logramos incorporarla en el diccionario recién el año pasado) es una dimensión que arrastra y no deja pensar ni repensar. Por eso, los mamarrachos mayores se hacen en la radio y en la televisión y no en la prensa escrita.

 

-Con la prensa escrita ocurre que la lectura que ofrece el papel no la tiene Internet. Me refiero a la satisfacción del punto final, a la conclusión de la lectura, que es parte del placer de leer?

-Sí. Es un buen punto de vista. En realidad, Umberto Eco dijo hace muchos años que la pantalla iba a reemplazar al papel. Obviamente, se desdijo luego. La lectura en el papel es de otra naturaleza. Ahora el texto en pantalla ofrece otras potencialidades, uno puede corregir, traer, borrar, volver a colocar y todo eso es una maravilla. Diría que la pantalla limpia mejor el texto, pero la maduración se da en el punto final y eso se logra con el papel. Ambos se complementan y no hay prevalencia porque son de naturaleza diferentes.

 

# La conspiración

 

-Conspira contra algo superior y nunca de manera individual. Pero también tiene una parte noble, cuando las cosas confluyen hacia determinado destino.

-La primera acepción es etimológica y es respirar con. Todo trabajo en equipo es una conspiración. La otra acepción es no dar a conocer al pueblo lo que se hace. Esto explica por qué los medios de comunicación tardaron mucho en darse cuenta. Hasta el año 1980 todo lo referente a la conspiración eran estudios de gente universitaria, y los medios se dan cuenta (tarde) que todo lo secreto conspira contra la información pública y están agrediendo el derecho a conocer que la gente tiene. Entonces, los periodistas comienzan a convertirse en investigadores de conspiraciones y de organizaciones secretas. Y el caudal más grande de producción de los primeros años del siglo XXI es casi obra de periodistas españoles y norteamericanos, que se han sentido tocado en la médula de la libertad de información. Y allí empezamos con una situación difícil. Un conjunto de periodistas rusos, mexicanos, españoles y estadounidenses han sacado libros al respecto, y simultáneamente un conjunto de diarios han ingresado en las conspiraciones. Y los diarios conspiran no tanto en acción sino por el silencio y eso es muy grave. Tampoco hay que caer en la paranoia de que todo es conspiración, sino estar atentos y ser en esto escépticos que, como dicen, los griegos, no es otra cosa que revisar cuidadosamente.

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