Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido

Entrevista al escultor Oscar Rébora

El escultor que le da forma a los sentimientos y que permite transformar la ausencia en una presencia

Viernes, 27 de Agosto de 2010, 22:05

Por 4

Hijo de Antonio y Rosa. Su padre era albañil y su madre peluquera. Oscar Rébora, autodidacta es el escultor más representativo de Gualeguaychú y la provincia.

Quien ingrese al taller de Rébora en Santa Fe al 20, ingresará a un espacio sencillo y cálido, donde no hay casi nada que lo conecte con el mundo exterior, salvo las puertas y ventanas. Sin radio ni televisión, este artista trabaja desde el silencio, tratando de escuchar el son de lo esencial para amplificarlo en las formas que van cobrando vida a través de sus esculturas y tallas.

El taller conserva marcadas en el aire las huellas de esas manos que se mueven como alas de un vuelo antiguo y fraterno.

Nació El 23 de abril de 1944 en Gualeguaychú. El barrio de la infancia es la zona del Club Juventud Unida. Hizo la primaria en la Escuela Tomás de Rocamora y la secundaria en el Colegio Nacional Sección Comercial Anexa, con profesores de la talla de Pablo “Pebete” Daneri.

Sus tardes noches lo encontraba en la confitería Laborde sobre la mítica calle 25 de Mayo, donde participaba “como oyente” de las tertulias entre Julián Irazusta y el propio Daneri.

Casado con Margarita Pombo, su vida fue siempre el arte.

Y su generosidad y compromiso lo encontraba siempre colaborando con las carrozas estudiantiles y carnavalescas.

Su obra –casi incontable por lo prolífera- se puede apreciar en cualquier rincón de la ciudad y en muchas instituciones educativas y culturales, pero de la misma manera también existen espacios vacíos que interpelan porque marcan la ausencia de una obra de arte hecha por él y que ya no se encuentra. Esto sucede con las dos palomas que alguna vez estuvieron ubicadas en Plaza San Martín, frente a la Departamental de Policía; o con el monumento a Pancho Ramírez ubicado entre los dos Obeliscos en Costanera.

Rébora, amigo del arte y de los sentimientos, recibió a EL ARGENTINO en la tarde del jueves en su taller de calle Santa Fe. Mate en mano, repasó algunos recuerdos y talló el diálogo que sigue sin ubicarse del lado de la respuesta sino tan sólo dando testimonio de lo que piensa, siente y hace.

Persistencia y coherencia, trabajo y silencio -pero también humildad y generosidad- son las materias primas que moldean el alma de este artista que hace de la figura una presencia.

 

-La plastilina en un pupitre de escuela, amasada por un niño, es acaso una experiencia primera que vincula a toda persona con la escultura.

-Es así porque el arte se puede hacer con cualquier clase de materiales y en las más diversas maneras. Cuando era muy chico, tendría siete y ocho años e iba a la escuela primaria, siempre me hacía de las tizas para tallarlas con la punta de un clavito. No sólo eso, me he ligado varios retos y tirones de orejas por tallar el banco. Era algo más fuerte que yo, como si fuera parte de mi naturaleza.

 

-Usted es autodidacta…

-Sí aunque he estado en varios talleres de escultores importantes. Pero, además cuando se frecuenta el ambiente cultural, sea en la música, en las letras, en la pintura, uno se da cuenta que el arte es uno solo y que en definitiva serán distintas expresiones pero para transmitir una misma sensibilidad, una misma energía, una misma fuerza, es un sentimiento que le llega a la gente. Que me perdone el mundo, pero el arte no es para todo el mundo. Como todas las cosas, hay que tener una cierta sensibilidad. Creo que el arte está en la persona.

 

-¿Qué piensa del talento usted que es autodidacta?

-No sé hasta dónde es tan cierto esto del talento. Cada ser humano nace para algo: el que será tornero, nació para eso; y lo mismo pasa con el que será pintor, un cocinero, un médico, un ingeniero. Cada uno nace para algo y debe hacer ese algo de la mejor manera posible. Ahora a ese algo hay que descubrirlo y conocerlo. Uno no es artista porque escribe o dibuja o hace música, sino porque hace su trabajo, cualquiera sea, con arte. A la persona hay que esculpirla, educarla. Bueno, a mí me gustó la escultura y me dediqué a eso.

 

-¿Y cuándo se dio cuenta que era escultor?

-Nunca. Aún hoy no tomo real conciencia de eso. He hecho muchas esculturas y monumentos, pero no quiere decir que me considere un escultor…

 

-Disculpe, pero si cualquier persona preguntara a un peatón cualquiera que nombre a un escultor de la ciudad, el suyo será pronunciado de manera inmediata…

-Bueno, se lo acepto. Soy escultor porque hago esculturas. Pero en todo caso no tengo precisado ese darme cuenta que me dice que soy escultor. En todo caso, como ya conté, desde la escuela primaria me traía las tizas para tallarlas en casa. Siempre hice escultura. Es más, tengo una obra que la hice a los seis o siete años; es decir, me he pasado toda una vida haciendo esto. No me sale otra cosa.

 

-¿Usted siempre vivió de la escultura?

-En absoluto. He hecho muchas cosas. De todos modos, no me puedo quejar. De ninguna manera me puedo quejar. He tenido mucha suerte y no es porque alguna pieza se haya cotizado bien, sino porque he trabajado mucho.

 

-En la preparación de esta nota, hemos salido a observar a la gente cuando pasa, por ejemplo, frente a una escultura o monumento en una plaza cualquiera. En esa observación prevaleció la siguiente imagen: una escultura es contemplada por todos, traspasa las fronteras de lo individual y es un arte público a diferencia de otro de consumo individual o más privado.

-Desde lo que se exhibe es evidente que es una contemplación colectiva. No quiero caer en una respuesta común, de esa que expresa “el arte sirve si la gente la mira” y todas esas cosas. Casi siempre he trabajado por encargo, una de las excepciones fue esa escultura donde me sacaron la foto para esta nota y que la pensé meditando en lo que es Gualeguaychú como expresión: los poetas y el carnaval. Siempre he trabajado por encargue. Me encargan un busto de (Juan Domingo) Perón, de Evita, de (Hipólito) Yrigoyen, de San Martín, de Urquiza, yo lo hago. Y si después lo miran o no, ya no es un problema mío. Punto. Claro que siempre me interesó que la gente se quedara muy conforme, porque a mayor conformidad, más trabajo. Y como trabajo por encargo, se me hace relativo. De todos modos reconozco que tengo la curiosidad de saber qué pasa con eso que se ve o se percibe.

 

-Pero también me dijo que el arte no es para todo el mundo…

-Por eso no pretendo que todo guste a todos de la misma manera.

 

-El monumento a Los Amigos es una obra suya. Me llama la atención que muchos digan, por ejemplo, que no saben si se están peleando o se están abrazando…

-A mí también me lo han planteado. Un día me lo preguntaron y les dije si a esa escultura le vieron el rostro. Me dijeron que no y me repreguntaron por qué no lo tenían y les respondí porque me había olvidado de hacerlo. Por eso, el arte no es para todo el mundo. Cuando la peña Tres Palenques me invita a hacer esa obra, surgió una pregunta esencial: ¿Qué es la amistad? Y la amistad es una abstracción, no tiene forma, no es materia, es algo que se siente.

 

-¿Y cómo resolvió materializar algo que es espiritual, que se siente?

-Tomé dos masas con distintos nacimientos e incluso son dos bloques que se diferencian porque uno está pulido y el otro no. Hice dos hombres, para que no diera a confusión sobre otros sentimientos como el enamoramiento y el amor entre un hombre y una mujer. Esos dos hombres tienen un sentimiento en común que es la amistad. Y uno se mete dentro del otro. Por eso metí el rostro de uno dentro del otro y el músculo del brazo de uno es el músculo del brazo del otro. Es decir, mezclé las dos masas y las unifiqué como si fuera una misma cosa pero siendo dos diferentes. Eso es la amistad. Quien interpretó de manera cabal esta percepción fue (Alejandro) Barletta, un bandeonista que falleció hace poco y era considerado el primer concertista con ese instrumento musical. Solía venir a Gualeguaychú a visitar a unos amigos y se lo aprovechaba para que tocara en la Catedral San José. Él sacó varias fotos del monumento a Los Amigos e hizo imprimir varias tarjetas del tipo postal y las distribuyó por toda Europa. No pretendo que todo el mundo capte eso, pero para captarlo primero hay que observarlo de manera detenida.

 

-Su obra no es fácil de catalogar. No es rural ni urbana ni responde a ningún “ismo”. Se diría que está más cerca con la naturaleza del hombre desde el punto de vista universal, mostrando aquello que somos desde hace milenios y al mismo tiempo nos trasciende.

-Es mejor no encasillar. Creo que la satisfacción más grande para un artista, o mejor dicho para no caer en elitismos, la satisfacción más grande para toda persona que hace arte o una silla o lo que sea, es saber que el otro queda satisfecho con lo que contempla. Cuando se descubre un busto o una imagen, que también puede ser un montón de materiales fríos que no dicen nada, es hermoso ver que la gente se acerca y lo toca. Me pasa con el monumento al padre Luis Jeannot Sueyro, donde la gente va, lo mira, sonríe, lo toca y pienso que al tocarlo los ayuda a tenerlo más cerca. Es como traer o tener una presencia. Y pienso que esa es la función más importante que podemos tener nosotros seamos escultor, pintor, escritor, periodista, artesano, carpintero, mecánico... en tu oficio, por ejemplo, es tu trabajo lo que perdurará en el tiempo y eso es lo que mañana la gente va a leer y lo más importante es lo que sienta al leer.

 

-Pareciera que sus obras fueron hechas acariciadas por dentro más que esculpidos por fuera. Especialmente se percibe eso con el busto de Pablo Daneri, del Cura Gaucho…

-Con Daneri tuve algo especial. Frecuentaba un lugar que era la confitería de Laborde en calle 25 de Mayo. Allí se reunía Pablo “Pebete” Daneri y Julio Irazusta. Yo me sentaba a la tarde en la mesa de ellos, pero sólo a escuchar los temas que discutían o analizaban. Era un privilegio que tenía. Ellos tenían un nivel de conocimiento y una forma de decir las cosas que eran extraordinarios. A los dos les hice un busto. Arriba de la confitería de Laborde se reunían los poetas a leer sus trabajos. Le estoy hablando de Dora Hoffman, Marta Grané, Vicente Araóz, Antonio Machado. Pensar que a casi todos les hice un busto. Bueno, yo sin escribir ningún poema me dejaban estar con ellos. Me apasionaban esas reuniones.

 

-Quiere decir que ese conocimiento, esas vivencias le permitieron rescatar otro espíritu en el busto…

-Exacto. Uno sabía que Pebete Daneri miraba de esa forma. Lo quise mucho a Pebete y hoy lo extraño una enormidad. Una vez estaba sentado en la mesa con él y con Julio Irazusta y le confesé que él me había dado una lección de vida como pocos hombres me habían dado. Me miró y me pidió que le hiciera el relato. Resulta que a Pebete Daneri lo tenía de profesor en el Colegio Nacional e incluso había días que lo teníamos durante tres horas. Una vuelta no tenía ganas de quedarme en clase y me quedé la primera hora en el baño, fumando solo. Pasé la primera hora, la segunda, siempre solo, en el baño, fumando… mientras él daba clases. Faltando unos pocos minutos para el toque del timbre, viene un compañero a buscarme porque Pebete me llamaba a clases. Nadie le había dicho nada, pero él sabía que estaba en el baño. Fui a clase, ingresé al aula con mucho temor por el reto. Me senté en mi banco, Pebete siguió dictando la clase, tocó el timbre y no me dijo nada de nada. No me retó ni me dijo nada. Me sentí tan avergonzado, tan imbécil. Y Pebete con ese gesto me hizo comprender que no hay que esconderse, que las cosas hay que asumirlas. Fue una de las clases más importante que tuve en la vida. Y usted me pregunta por qué ese busto tiene algo distinto, como traído de adentro. ¿Se da cuenta por qué?

 

-¿De qué manera le impacta la realidad al momento de pensar una obra?

-Trato que no ingrese al taller. Mi rutina, por lo general, es venir al taller a las 6:30 y trabajo más o menos hasta las 9:30 ó 10. Luego regreso a la siesta. En ambos períodos me encuentro con el silencio. Suelen visitarme algunos amigos, a tomar unos mates, a conversar, pero trato que las noticias del día, los debates que se ven en los medios no influyan. Me interesa mucho el presente y el futuro. Pero al momento de trabajar, necesito del silencio. Aquí no hay televisión ni radio. El diario lo leo en casa. Y como ya dije, vengo bien temprano y cuando la mañana comienza con su bullicio, ya lo dejo hasta la siesta, cuando regresa el silencio a la ciudad.

 

-Si bien su obra se puede ver en muchas partes del mundo, hay una que es emblemática, porque solamente existen dos en América. Nos referimos al monumento a Kahlil Gibran.

-Sí, esa obra está ubicada en Avenida Libertador y República del Líbano. Es una obra fundida en bronce, que la fundimos aquí en Gualeguaychú. Es el segundo monumento que existe en América: uno está en Washington que es figurativo y otro el que hice yo que es no figurativo.

 

-¿Cómo lo contratan para esa obra?

-Fue luego de inaugurar un busto de Habib Pedro Haddad en la plaza Haddad, por Suburbio Sur. El hijo de Haddad le gustó y cuando consiguió por parte del Senado de la Nación los fondos para hacer la plazoleta del Líbano sobre la Avenida Libertador, me encargó la obra. Era el año 1995 más o menos. Hago la cara de Kahlil Gibran en bajo relieve, pero me encontré con el obstáculo que la debía colocar en un paredón de un metro de alto, con ladrillos a la vista, con una forma de herradura que resguardaba un cedro, que es el árbol del Líbano. Y tenía la dificultad del soporte de la cara de Gibran. Había pensado en una especie de medallón, pero no me convencía. Se me venía la fecha de entrega y no lo podía resolver. Mi señora, que es una gran lectora, me leía su obra y recuerdo que nos impactó aquella poesía que dice: “Tus hijos no son tus hijos / son hijos e hijas de la vida / deseosa de si misma. / No vienen de ti, sino a través de ti / y aunque estén contigo / no te pertenecen”. Creo en esa filosofía de vida. Entonces no sabía cómo resolverlo. Recuerdo que ese fin de semana llueve y tenía en un papel el rostro de Gibran. Cuando voy al taller un lunes, el papel se había doblado porque justo le había caído una gotera inoportuna. Cuando veo el papel doblado, pudo observar el soporte que estaba buscando. Fue fortuito. Pero hice esa obra con forma de libro, con la cara de Gibran en la tapa, y los pliegues de las hojas del libro los dividí en dos y los retorcí y los fui bajando del libro como si fueran raíces. Y ese rollo de papel se hacía raíz, primero se adhería a la pared y bajaba a la tierra americana. Cuando vinieron los representantes del Líbano se quedaron maravillados por el sentido que había cobrado la obra: la literatura de Gibran se hizo raíz y se nutrió de la tierra americana, se alimentó de la savia y la libertad de este continente. Volvemos al principio, sobre lo que la gente percibe cuando observa o vive una obra de arte. La obra queda completa cuando el otro queda satisfecho.

 

-La imagen de Jeannot Sueyro que está en el Cementerio es muy especial, no sólo por la energía que emana, sino por la exactitud del gesto, del movimiento de la cara…

-Pensar que esa imagen está hecha con un molde y nunca salen dos iguales. La escultura es así, porque se termina con el movimiento de la mano. Hay ocho figuras como esas, porque la gente la pide… quiere tributar su amor hacia el Curita Gaucho. Todos están hechos de una estatua de cuerpo entero que tiene 2,5 metros, que es una obra que la hice hace como doce o trece años atrás. Y ahora está en el vía crucis, y probablemente alguna vez sea fundida en bronce para ser colocada en algún lugar que decida el pueblo.

 

-¿Por qué está hecha de cuerpo entero?

-Una vez, hace ya como doce o trece años, fueron dos personas al taller que tenía en calle Maipú y Concordia y me proponen que trabaje en la estatua del padre Jeannot, porque querían que él tuviera el reconocimiento en vida. Empecé a trabajar y venía mucha gente a verla. Incluso cuando la obra estaba adelantada, el padre Jeannot se entera y manifiesta que si esa estatua se hacía, él se iba a ir de Gualeguaychú. Así paré el trabajo. Bueno, la cosa es que terminé el trabajo en yeso. Y la llevé a un galpón de un cuñado mío, que la tenía tapada. Mucha gente la iba a ver, entre ellos familiares del padre Jeannot, sabiendo dónde estaba. En una oportunidad que el padrecito estaba internado, me dicen que lo lleve a que vea la estatua. Mi mujer me frena, diciéndome que lo iba a matar al cura de un disgusto. Así que me debatía en ese tiempo entre estas posturas, sin saber qué hacer. Entonces le propongo al padre Carlos Venturino, que le daba la comunión todos los días, que le lleve unas fotografías de la estatua. A los pocos días lo encuentro a Venturino y le pregunto cómo hizo y me dijo: “muy fácil. Le di las fotos y le pregunté si conocía a ese que estaba ahí”. Me relató que las vio un rato largo, abrió la Biblia y las guardó ahí. Nos conocíamos mucho con Jeannot porque ya le había regalado la estatua del Padre Pío que está en la ruta que va a Larroque y la Virgen de la Sonrisa.

 

-¿Cómo siguió el tema de la estatua?

-Bueno, el padre estaba en el Asilo, ya andaba bastante mal. En ese entonces, tuve que sacar la estatua de la casa de mi cuñado porque había edificado y la trasladé al Vía Crucis, donde la colocamos pero la tapamos con una especie de cortina. Pero, la estatua es de 2,5 metros y la cortina dejaba ver los zapatos. Entonces me volvieron a pedir que le muestre la estatua a Jeannot y Julio Derudi me animó de nuevo. Me voy a hablar con el Cura Gaucho y le planteo el problema que tenía. Le conté lo que pasaba con la estatua y que todo el mundo me pide que lo lleve a verla. Así que cuando quiera ir, me avisa y lo llevo. Y me hizo un pedido: que mientras él viviera la tuviera a la estatua tapada con una cortina, así como estaba. Y después que se muriera que hiciéramos lo que quisiéramos.

Por Nahuel Maciel

 

El Argentino (c)

Seguí las noticias de Diarioelargentino.com en Google News Seguinos en Google News

Comentarios

Tu comentario ha sido enviado, el mismo se encuentra pendiente de aprobación...
Avatar
ver más
El comentario se encuentra deshabilitado

Denunciar comentario

Spam o contenido comercial no deseado Incitación al odio o a la violencia, o violencia gráfica Acoso o bullying Información errónea
Cancelar Denunciar
Reportar Responder
Tu comentario ha sido enviado, el mismo se encuentra pendiente de aprobación...
respuestas
Ver más respuestas
Ver más comentarios
IMPORTANTE: Los comentarios publicados son exclusiva responsabilidad de sus autores Diarioelargentino.com se reserva el derecho de eliminar aquellos comentarios injuriantes o discriminadores.

Teclas de acceso