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Entrevista a Diego Rodríguez

“La escuela, la parroquia, el club y el barrio fueron territorios muy fecundos para nuestro crecimiento”

Viernes, 5 de Noviembre de 2010, 22:59

Por 4

Diego Rodríguez es licenciado en Kinesiología Fisiátrica (Universidad de Buenos Aires) y actualmente es el kinesiólogo del tenista profesional (ATP) David Nalbandian, considerado uno de los deportistas más importantes de Argentina y del mundo.

Rodríguez, nació el 1º de junio de 1971 en Gualeguaychú y además de su dedicación en el equipo del Rey David, es docente adjunto de la Cátedra de Kinefilaxia en la Universidad Abierta Interamericana (UAI), es jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Fisiología Médica (UBA) y Profesor Adjunto de la Cátedra de Kinefilaxia en la Universidad Maimónides.

Comprometido con la salud y el deporte, Diego Rodríguez tiene una marcada huella en el campo educativo porque además es docente de la Cátedra de Ciencias Biológicas y Biomecánica en la Escuela Técnica y de Capacitación para Profesionales de Golf (PGA) e integra la Comisión Directiva de la Asociación de Kinesiología del Deporte (AKD), entre otras actividades.

En diálogo con EL ARGENTINO, Rodríguez incursionará en los umbrales de las exigencias para la alta competencia deportiva, pero se motivará mucho más para hablar de la necesidad de armonizar la calidad de vida con el ejercicio físico. Un apasionado del deporte amateur, recordará su paso por el Club Juventud y especialmente por la escuela de su barrio: la Sagrada Familia.

“Ir a la escuela era saber que íbamos a un espacio donde nos sentíamos protegidos. Por eso nuestro vínculo no era solamente con las clases de lunes a viernes, sino que los fines de semana nos juntábamos para organizar campamentos o sencillamente pasarla bien entre amigos”, recordará a ese tiempo que para él sigue transcurriendo, porque siempre tiene necesidad del barrio y de Gualeguaychú.

Hijo de Víctor Hugo y María Elena Fischer, Diego Rodríguez tiene un hermano dos años mayor, que es abogado. Está casado con María Laura, tiene dos hijos, Manuela de once años y Francisco de ocho. Estos datos no son menores porque para él la familia es todo. “Siempre tengo presente que profesionalmente podemos llegar lejos, pero para mantenerse es indispensable ejercitar los valores que nos enseñaron nuestros viejos”, dice con agradecimiento pero también con la convicción que dan los años y las experiencias intensas.

 

-¿Se acuerda dónde cursó la primaria?

-Tendría que ser muy desagradecido e injusto para olvidarme de esos años. La primaria la hice en la Sagrada Familia. Somos del barrio Oeste, de Juventud. La secundaria la cursé en el Anexo Comercial del Luis Clavarino. De la primaria tengo grandes recuerdos que aún hoy me acompañan. Especialmente la relación que teníamos entre los compañeros de estudio, los amigos del barrio y la relación maravillosa que teníamos con los maestros, de respeto y de cercanía al mismo tiempo. Además, era parte de un grupo parroquial. Incluso los fines de semanas era muy común que tuviéramos a la escuela como un punto de reunión. Organizábamos campamentos, salidas y juegos. La parte deportiva, dado que es una pasión para mí, también la tengo muy presente en los recuerdos. Especialmente al profesor Jesús Legaria, cuyas enseñanzas y consejos aún hoy me sirven en el campo profesional que implica la alta competencia. Legaria fue un profesor de educación física y de básquet que nos tuvo mucha paciencia y en mi caso personal sus enseñanzas me sirven aún siendo ya adulto y profesional.

 

-Es notorio que resalte como un recuerdo central su paso por la escuela primaria…

-Es que la escuela era para nosotros un espacio propio, una continuidad de nuestro hogar y un lugar común donde afianzamos nuestras primeras nociones de amistad. La escuela, la parroquia, el club y el barrio fueron territorios muy fecundos para nuestro crecimiento. Ir los fines de semana a la escuela no era otra cosa que darle continuidad a las jornadas de lunes a viernes. Disfrutábamos mucho de la escuela y si algo teníamos claro en el grupo de amigos es que era un lugar donde la pasábamos bien y nada malo nos podía ocurrir. Nos sentíamos protegidos. Estudiábamos y nos divertíamos mucho. Siempre teníamos tiempo para la diversión, para pasarla bien, para compartir con amigos. Mis primeras nociones de la amistad nacieron en la escuela.

 

-¿En esa edad la actividad deportiva era motivo de encuentro?

-Por supuesto, además tuve una infancia de juegos y movimiento. La computadora no era de esa época. La actividad deportiva era fundamentalmente encuentro y amistad. Nos unían mucho las competencias escolares. No sé si seguirán haciendo los campeonatos intercolegiales, pero esas instancias también eran motivo de amistad y de aprendizajes. Ese campeonato nos marcaba mucho porque no sólo medíamos nuestras posibilidades, sino también nos permitía ampliar los conocimientos y el mundo de relaciones. Entre distintas escuelas teníamos las rivalidades propias de la pertenencia, pero compartíamos el esfuerzo para que todos tuviéramos el mejor resultado.

 

-¿Cómo siguen sus estudios luego de egresar del Colegio Luis Clavarino?

-A los 17 años me voy a estudiar kinesiología a la Universidad de Buenos Aires, pero sin saber exactamente todo lo que contemplaba la profesión. Tenía una especie de tironeo entre la medicina y el deporte. Siempre supe que de una u otra manera iba a estar vinculado con el deporte, por eso el vínculo con la salud me preocupaba de manera muy especial e incluso hoy uno de mis mayores esfuerzos profesionales está vinculado con el saber y descubrir la íntima relación que existe entre la salud y el deporte. A medida que voy avanzando con los estudios de kinesiología más me doy cuenta que esa era la carrera que más me gustaba para desarrollarme profesionalmente.

 

-¿No había posibilidades de estudiar kinesiología en Entre Ríos?

-En aquellos años no. El desarraigo era un precio que había que pagar. Por suerte, hoy es distinto y la carrera de kinesiología se puede estudiar en la provincia y con un excelente nivel académico que es muy importante. Y los que estudiamos afuera y padecimos esta situación de desarraigo, ahora estamos comprometidos con esta especialidad en la provincia. En mi caso personal estoy dictando un post grado en kinesiología vinculado con el deporte y la salud.

 

-En las competencias de alto rendimiento muchas veces la salud queda relegada a un segundo plano, justamente por las exigencias. ¿No es un contrasentido?

-Claro que lo es. Un primer análisis marca que en el deporte hay un extremo al que hay que atender con especial atención: está la persona que está preparada y entrenada para realizar un esfuerzo que muchas veces exige ir más allá de las posibilidades que el organismo puede soportar. Esto es lo que sucede en las competencias de alto rendimiento. Esto les sucede a deportistas que viven para el deporte, que entrenan con mucha disciplina de manera diaria, que están muy bien alimentados y donde a raíz de la sobre exigencia del organismo le aparecen patologías o enfermedades que normalmente debieran aparecer en edades más tardías como los cincuenta o sesenta años. Por eso hay deportistas que a los 25-30 años ya padecen enfermedades degenerativas como la artrosis. En este caso hay que aprender de esa frase que dice: más, muchas veces es menos.

 

-Muchos pueden pensar que si bien se padece una secuela, ese deportista llegó…

-En términos de salud y de vida hay que replantear ese concepto, justamente porque el costo se paga con la vida. En la competencia de alto rendimiento justamente hay que evaluar muy bien esa situación y hacer ejercicios compensatorios para evitar el desgaste prematuro. Muchas veces alguien puede preguntar qué hace un kinesiólogo en un equipo de trabajo a disposición de un deportista. Justamente hacemos eso, intentar compensar ese desgaste prematuro y valorar a través del movimiento que se observa el riesgo que implica para el deportista. Y el kinesiólogo tiene la obligación de valorar los riesgos que se asumen al desarrollar una determinada disciplina deportiva.

 

-Sin ir al campo técnico de su profesión, no se puede pensar ningún deporte sin el movimiento.

-Totalmente. Es que el movimiento expresa las cualidades físicas que son la fuerza, la resistencia y la velocidad, entre otras condiciones. Y en la preparación deportiva a veces se subestima la coordinación, que es la cualidad física que primero aparece en el desarrollo motriz de una persona. Justamente, la coordinación física se debe estimular desde los primeros años porque servirá de base para el desarrollo armónico de las otras y luego se pueda marcar una diferencia en el rendimiento físico. A veces en la planificación del trabajo este aspecto queda relegado o subestimado y aparecen otros que terminan provocando desequilibrios, asimetrías en el cuerpo y la aparición de las lesiones.

 

-La preparación física no es una condición indispensable solamente para el alto rendimiento…

-No, en absoluto. Esta pregunta es oportuna porque invita a reflexionar en este otro aspecto que presenta el deporte: me refiero a la exigencia física pero esta vez realizada sin una adecuada preparación física. Y sucede en aquellos que practican un deporte como recreación, como ocio y en sentido amateur pero sin estar preparados para ello. La falta de preparación física es un alto riesgo en un deportista de alto rendimiento, pero mucho más lo es en aquellos que no tienen la práctica de la sobre exigencia.

 

-Pero la actividad física es buena…

-Por supuesto y nadie puede decir lo contrario. Lo que señalo es que la actividad física, sea para el deporte profesional de alto rendimiento como para el practicado de manera amateur, será buena si se la realiza en las condiciones adecuadas en términos de salud. La actividad física es buena para el organismo y para el espíritu de una persona cuando se hace de manera correcta y es peligrosa o nociva si se hace sin las condiciones apropiadas para cada organismo. Cuando se practica un deporte sin esa preparación adecuada, los efectos que produce son tan nocivos o más que los producidos en el alto rendimiento por la sobre exigencia. Esos dos extremos hay que equilibrar y el rol del kinesiólogo especializado en deporte debe procurar siempre la armonía a través de las herramientas técnicas que cuenta.

 

-Entonces lo progresivo es el mejor camino para un deportista o alguien que realiza una actividad física.

-Me animaría a ir más allá de la cuestión deportiva y digo que lo progresivo es el mejor camino para todo orden de la vida. Las cosas no se pueden tomar de golpe, sino que hay que ir asimilando cada momento de la vida cotidiana. Esto me hace acordar a algunas conversaciones recurrentes que tenemos en el equipo de trabajo o con otros colegas. Uno puede llegar a los resultados a través de dos caminos: hay uno que es más corto, pero que a la larga corre más riesgos; y está el otro, que es más largo pero más seguro porque se consolidan etapas en vez de quemarlas. Con lo progresivo se llega al mismo resultado pero con el valor agregado que es más duradero en el tiempo y se disfruta mejor porque es armónico. Esto es lo que permite tener continuidad en el proyecto laboral. Lamentablemente, en el deporte es común que alguien sea contratado por una temporada y eso impide elaborar un proyecto de trabajo de largo plazo.

 

-Por eso se puede llegar pero no siempre mantenerse…

-Es así. En el caso de un deportista de alto rendimiento, el esfuerzo lo viene realizando desde cuando tenía diez o doce años. Y se trata de un esfuerzo que no es individual sino que lo realiza toda la familia. Por eso es indispensable vivir las etapas de manera correcta y sin adelantar nada. Cuando se alteran las etapas, es común observar a deportistas con quince años de edad que abandonan porque prefieren vivir la vida con sus amigos. Los deportistas de alto rendimiento pagan un sacrificio enorme para mantenerse y deben ser valorados cuando llegan porque se sabe que pagaron un costo que siempre es demasiado alto en lo personal, familiar y en la vida misma, pese a los éxitos o resultados.

 

-Usted está en la cúspide de un ejercicio profesional de alta exigencia. Esa altura impide ver lo que se deja atrás?

-En mi caso personal no. Es más, por la formación que me dieron especialmente mis padres y la que tuve en la escuela primaria y secundaria en Gualeguaychú, cuanto más alto más pienso en los míos y en todos los que me ayudaron. En ese sentido, soy un eterno agradecido y lo expreso naturalmente en cada recuerdo, en cada enseñanza. Y esto no me resulta para nada difícil o un sacrificio extra. Entiendo que se llega por capacidades profesionales y técnicas, pero fundamentalmente por los valores familiares. Lo que aprendí en mi casa a través del ejemplo de mis padres fue lo que me sirvió para abrir las puertas que me permitieron crecer en la profesión pero fundamentalmente en la vida. Kinesiólogos que pueden trabajar en el alto rendimiento hay miles y miles, e incluso mejores que yo y a quienes reconozco como superiores. Pero luego saber mantenerse en un ambiente con muchas presiones, con muchísimas tentaciones, sólo se logra si se tienen los pies sobre la tierra y no se traiciona el corazón que se alimentó en el hogar. No hay otra fórmula. Cuanto más alto llego, más afianzo la base que traigo del hogar y de la escuela.

 

-¿Puede dar un ejemplo?

-El primero que se me ocurre es que pese a que debemos viajar mucho y por todos los continentes, podemos construir una familia y mantener y alimentar los lazos que nos hacen personas. Insisto, es fundamental la escuela que se traiga del hogar, al menos en mi experiencia personal, sin esos valores todo me hubiera sido imposible. Y en este marco, Gualeguaychú es un territorio fundamental al que siempre necesito volver, es como respirar. Cuando me olvide de volver a mi ciudad será porque me he perdido. Y esto le pasa a muchos. Me ocurre a mí, pero también a David Nalbandian que necesita de manera vital regresar a su pueblo en medio de la sierra cordobesa. Sin ese regreso es imposible avanzar. Eso es algo imprescindible para tener salud mental y espiritual, porque cuando uno regresa se reencuentra con los valores esenciales. Lo otro, el conocer países, el viajar por el mundo es una etapa que es muy linda, que la disfrutamos, que aprovechamos para seguir aprendiendo… pero es una etapa, una circunstancia. En cambio el pueblo de uno, el barrio, la casa familiar, los amigos, el club, la parroquia, la escuela es lo que permanece para siempre y siempre nos estará protegiendo incluso de nuestras debilidades. Lo trascendente está en nuestro hogar y por eso no podemos omitir traer aquellas cosas que vamos descubriendo a medida que vamos ampliando el horizonte ya sea a través del conocimiento, los viajes o las vivencias.

 

-Los ejemplos tienen el espíritu pedagógico. ¿Se acuerda de alguna situación que haya vivido en el extranjero que le hubiera gustado traer a Gualeguaychú?

-Son permanentes las situaciones que se viven y que remiten al hogar cuando se está lejos de casa. Se extraña mucho. Recuerdo una vez que estaba en China y que no podía dormir por el cambio horario. Di vueltas y vueltas por el cuarto del hotel, y decidí salir a caminar por las calles. Me llamó la atención ver a mucha gente de la tercera edad e incluso de edades más avanzadas, hacer ejercicios físicos en los espacios públicos. Las clases estaban preparadas para ellos de manera especial. Es decir, programar una actividad física vinculada con la salud para personas con ciertos riesgos por su edad y hacerlo al aire libre, a la vista de todo el mundo. Entonces pensé por qué no se hace esto en Gualeguaychú o en cualquier ciudad de la provincia o del país. ¿Por qué no tenemos estas cosas implementadas, que además son tan simples?

 

-Los griegos enseñaron que un cuerpo sano es una mente sana y se sabe que la clave de todo desarrollo debe involucrar a la educación. Sin embargo, los presupuestos para el deporte y para la educación parecieran no acompañar esas perspectivas. Tal vez ahí esté un por qué…

-Está claro que un cuerpo sano es una mente sana y que no hay futuro sin educación. Quien niegue ambos conceptos cae en la necedad o en un error grosero. Si se privilegiara de otra forma, jerarquizando a la educación y a la actividad física, hasta se evitarían más tarde gastos mayores, especialmente en el ámbito de la salud y la promoción del desarrollo humano y social. La mitad de mi tiempo laboral se lo dedico a la docencia. Tengo una cátedra sobre Prevención en la carrera de Kinesiología y permanentemente estamos desarrollando programas de prevención a través del movimiento. ¿Cuál es una de las causas de mayor muerte en el país?

 

-Acostumbrado a preguntar, ahora responde: el accidente de tránsito.

-Entonces nos debemos preguntar por qué tardamos tanto tiempo en tener rutas con doble vías de tránsito. ¿Y cuál es otra gran causante de muertes en la Argentina?

 

-Parece que ahora al reportaje lo hace usted. De todos modos, la respuesta es enfermedades cardiovasculares.

-Y la principal herramienta para prevenir las enfermedades cardiovasculares es la alimentación sana y la actividad física. Por eso no se termina de dar valor a las medidas de prevención en materia de salud. Y esta demora no es porque hay ausencia de conocimientos, porque el saber está. Y una estrategia de prevención robusta se articula con cuestiones simples, económicas, accesibles y educativas. La remediación siempre es más costosa. Nos falta esa decisión para abordar el tema de manera responsable. Es más, las áreas de Salud deben trabajar conjuntamente con las de Deportes y Educación, compartiendo medidas, decisiones, planificaciones y programas. No se requieren grandes inversiones, todo lo contrario. Tener hoy espacios para la práctica de ejercicios físicos en un parque o en un lugar público es una necesidad concreta. Es más, esas áreas no sólo deben estar al alcance de la gente sana, sino especialmente para aquellos que padecen alguna enfermedad. Ese es el mayor desafío: brindarle a la gente que tiene ciertos riesgos como el sedentarismo o la obesidad, que puedan mejorar su calidad de vida. Y se puede lograr con muy poco. Pero no se hace.

 

-Pareciera que la vida moderna con sus adelantos tecnológicos atentan contra el movimiento.

-Totalmente. Una banalidad, pero antes de la existencia del control remoto, que es muy práctico, útil y necesario, la gente tenía que levantarse para cambiar de canal o encender un aparato. El sedentarismo inmoviliza y eso no es salud. En términos generales los niños ya no saben jugar moviéndose, y muchos ni siquiera saben andar en bicicletas o no tienen ese hábito que es maravilloso. Se limitan a jugar con la computadora y eso que puede ser muy recreativo en algunos aspectos, en otros genera más sedentarismo y lo hace desde la niñez. Es atroz el modelo. No puedo pedirle a una persona con sedentarismo o con obesidad que vaya a hacer ejercicio a una pista de la salud tal como están diseñadas, porque prácticamente no encontrará alternativas para ejercitarse de acuerdo a lo que necesita para sentirse cómodo. Lo mismo ocurre con la diabetes y muchas otras enfermedades que terminan con la vida de una persona. La actividad física debería ser una poderosa herramienta para mejorar su salud e incluso sus márgenes de prevención. Y todo a bajo costo si se hace en los espacios verdes que toda ciudad tiene. Pero no quiero transmitir solamente el vaso medio vacío, porque –por ejemplo- en Gualeguaychú observo también que hay iniciativas que buscan revertir esta realidad. De todos modos, insisto que hay que tener muchos cuidados, y se debe predeterminar qué deportes o qué ejercicios son los más adecuados para cada caso. No todos los deportes o ejercicios deben universalizarse, porque cada persona es un caso aparte; por eso mismo todos los deportes y ejercicios tienen que ser accesibles para un niño, un adolescente, un hombre, una mujer, un abuelo. Se necesita que esto esté personalizado a cada medida e intensidad para cada caso.

 

-Usted creció en un club de barrio. ¿Qué importancia le asigna a esas instituciones?

-Son clave no sólo para el desarrollo físico, sino también en lo social. Y en Gualeguaychú se da un fenómeno elogioso donde los clubes deportivos y sociales son fundadores de escuelas. Esto es maravilloso. Mi infancia estuvo vinculada al Club Juventud y esos espacios fueron importantes para el crecimiento y el desarrollo. No me imagino mi realidad actual sin esos aportes. Los clubes son esenciales para la vida en sociedad. Hace unos días accedí al proyecto del Club de Pueblo Nuevo que está impulsando una escuela secundaria, un proyecto que merece y debe tener el acompañamiento de todos, independientemente del barrio en que vivamos. Los clubes han logrado un desarrollo en los barrios que ha sido fundamental. Juventud Unida e Independiente, entre otros, son claros ejemplos de que es posible -además de una necesidad- crecer juntos a un proyecto educativo integral vinculado al deporte. El deporte y la educación nos mantendrá sanos y además propone otro modelo de vida especialmente para aquellos jóvenes que puedan estar atravesando problemas sociales, familiares e incluso sin horizontes. Por eso son espacios esenciales para el crecimiento, dan salud al cuerpo y esperanzas al alma. Son vitales en todo sentido.

 

Por Nahuel Maciel

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