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En el país que diluviaron bombas

Es mi primer día en Laos y estoy en Viang Xai, uno de los pueblos más emblemáticos en la historia del país. El paisaje es montañoso y está cubierto por junglas frondosas que esconden ríos, animales e incontables cataratas. Mucho más virgen que Vietnam y que Camboya, pero escaso de llanuras que obligan a los campesinos a sembrar en las montañas, Laos goza del privilegio de ser el país más bombardeado de la historia de

Sábado, 12 de Octubre de 2019, 1:46

Por 4

Martín Davico

 

 

(Colaboración)

 

 

La mayoría de los pueblos laosianos están representados por distintas etnias que viven en aglomeraciones de viejas casas de madera. En gran parte son campesinos, artesanos, mujeres que venden algunos alimentos y una enorme cantidad de niños que juegan en la calle durante todo el día. Pese al agotador día a día y a la evidente pobreza en la que viven, la gente de Laos ofrece amabilidad y sonrisas.

 

 

Acompañado por una guía recorremos en moto las cuevas de Viang Xai, conocidas por haber sido el refugio de los líderes del Pathet Lao, el partido comunista de Laos, que fueron aliados de Vietnam en la guerra contra los Estados Unidos. La guía me explica: “Esta fue una zona muy bombardeada. La presencia del Pathet Lao y de la Ruta Ho Chi Minh, que en algunos trayectos iba por territorio de Laos, fueron las principales causas de los bombardeos. Los americanos no sabían en donde se ocultaban los comunistas y se dedicaron a regar con bombas toda la región. Y continúa: “En Laos no hay registro de toda la gente que murió. Hubo minorías étnicas que vivían en las montañas y que fueron prácticamente exterminadas”.

 

 

Caminamos entre unas grandes depresiones que son los remanentes de los cráteres causados por las bombas. La joven guía agrega: “Durante la guerra de Vietnam, Laos fue un país neutral, los americanos legalmente no podían atacarnos, de ahí que todo este desastre fue parte de una operación oculta que se llamó “La Guerra Secreta”.

 

 

Llego a Phonsavan, ciudad famosa por sus yacimientos arqueológicos. En la calle principal, el propietario de un restaurante no tuvo miramientos a la hora de ornamentar el local. En la entrada del mismo hay una hilera de enormes cartuchos de bombas americanas y el nombre es sugestivo: “Restaurante Cráteres”.

 

 

Visito “La Llanura de las Jarras”, un conjunto de cientos de jarrones de piedra, con una antigüedad de 2.000 años, cuyos constructores son un enigma y que se cree que se utilizaron para celebrar ritos funerarios.

 

 

Algunos jarrones están partidos por la onda expansiva de las bombas que cayeron en el recinto. Hay agujeros en la tierra de veinte metros de diámetro que son las huellas dejadas por las bombas. El sol va cayendo y quedo como único visitante de este lugar tan especial. La combinación de la luz del crepúsculo con el silencio del entorno hacen que sea uno de los mejores atardeceres que recuerde.

 

 

Visito el Centro de Información UXO (Sigla en inglés de “bombas sin explotar), un espacio de apoyo a los que fueron víctimas de los explosivos lanzados por el ejército americano, que no estallaron y que quedaron desperdigados por los campos de Laos. Al entrar un letrero dice: “Los UXO son la principal causa de pobreza en Laos”. Luego de la guerra, y con el paso de los años, estos explosivos han ido estallando en las manos de niños que los encontraron y manipularon pensando que se trataba de juguetes o de campesinos que, trabajando la tierra, los activaron accidentalmente.

 

 

El principal lastre del país son los campos contaminados con explosivos y la lentitud que lleva limpiarlos para que sean tierras de provecho. Se calcula que quedaron 80 millones de explosivos sin estallar. Un letrero dice: “En el último mes desactivamos 2.156 UXO”. Hay un pizarrón escrito con tiza que detalla todos los accidentes ocurridos entre 2017 y 2018, la mayoría son niños.

 

 

Son las ocho de la mañana del domingo y voy a un almacén a comprar algo para desayunar. Junto al mostrador hay una niña de unos 12 años que fabrica un tejido en una vieja máquina de hilar. Es una labor delicada que requiere tiempo y paciencia para manejar hilo por hilo. Trabaja en silencio con una majestuosidad que me hace sentir un tipo torpe y vulgar. ¿Trabajará persiguiendo un sueño? ¿Lo hace para ayudar a su familia? ¿Qué pensará de la brutalidad e indiferencia con la que ha sido tratada su gente?

 

 

Desayuno en soledad y me quedo pensando que, últimamente, cuando la gente de estas latitudes me pregunta de dónde vengo, y recuerdo las masacres que las sociedades occidentales les han perpetrado, me gustaría contestarles que no lo sé o directamente decirles que no vengo de ninguna parte.

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