
El diálogo y la paciencia que cultivó José Mujica con Cristina Fernández no será, ni por las tapas, la que tenga Tabaré Vázquez cuando, probablemente, asuma el 1 de marzo próximo la Presidencia del Uruguay: por la vía de los hechos, su pasaje por el poder (2005-2010) dejó la peor relación conocida entre ambos países de la que se tenga memoria.

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Si bien hay algunos teléfonos rojos que están listos para ponerse en funcionamiento y juegan otros actores, habrá que ver si el kirchnerismo olvidó, cosa poco probable, la "puñalada en la espalda" que Néstor Kirchner le atribuyó a Tabaré en la cumbre de Santiago de Chile en 2007.
Con la instalación de las pasteras como telón de fondo, el conflicto binacional entre Uruguay y Argentina se disparó en 2006 y aumentó en tensión año tras año.
Puentes cortados de un lado, diálogo del otro. Estudios que no se concretaban, soluciones que nunca aparecían, reuniones secretas, amenazas, hostigamiento a funcionarios uruguayos, el entonces rey Juan Carlos en el medio del baile, el veto de Tabaré a Néstor para Unasur y hasta la abuela bomba, una simpática señora de edad que anunció se inmolaría dentro de la fábrica en construcción, fueron moneda corriente esos años.
Ni Néstor, ni Tabaré cedían posiciones. Los otrora amigos no volvieron nunca más a serlo y el expresidente argentino murió convencido de que Vázquez lo había traicionado, luego de toda la ayuda que el aparato K le puso a disposición para que el Frente Amplio ganara en 2004. Increíblemente el destino quiso que Tabaré estuviera en tierras argentinas cuando falleció el porentonces secretario general de la Unasur.
Al asumir Cristina, Vázquez tuvo un primer gesto para intentar romper un hielo que nunca pudo en el entorno K. Fue a saludar a la flamante mandataria aquel 10 de diciembre y recibió una dual afirmación: por una lado que no habría gestos que agravaran el conflicto y por otro el hecho de espetarle en la cara que se había violado el Tratado del Río Uruguay, algo que no cayó nada bien al entonces Presidente que hoy se apresta a volver.
Cuantificar las situaciones de tensión sería muy extenso, pero hay tres que marcaron el sentimiento que se vivía a ambos lados del río. Del lado argentino cuando el ministro Julio de Vido le dijo a Kirchner que le cortara el gas a Uruguay en represalia por el conflicto. A esto se sumó las valijas diplomáticas y correspondencia violada que denunció en su momento el embajador Francisco Bustillo.
Del lado uruguayo el pedido de Vázquez a la exsecretaria de Estado de Estados Unidos Condolleeza Rice para que ese país dijera públicamente que era amigo de Uruguay. Por más que se lo ha querido disfrazar de distintos colores el pedido fue muy claro, al igual que la visita no casual de George W. Bush.
Por eso, el probable regreso de Tabaré pone más dudas que certezas en la relación: Vázquez no es Mujica, que apretó losdientes y dijo siempre que los países no se mudaban y que había
que poner por encima un interés superior. Soportó hasta que un micrófono abierto lo deschavó cuando deslizó aquella desafortunada frase "esta vieja es peor que el tuerto".
Es decir, Mujica estaba hasta la coronilla de Cristina pero tenía que disimular, entre otras cosas para no confirmarle a la oposición, como se le dijo, que la genuflexión no pagaba.
Con su estilo entrador, Mujica digamos que "la llevó". Pero Tabaré ya la vivió y tiene pocas pulgas. No olvida todo lo que pasó durante los años en los que se mostró firme, pero mortificado por la situación con la Argentina.
Tabaré no es de mirar para el costado y dejar pasar. Marcará desde el día 1 que Uruguay se hará respetar y no aceptará amenazas.
Esta vez hay dos factores que juegan y nuevos actores. El factor Raúl Sendic no es menor y es uno de ellos. El compañero de fórmula de Tabaré será vicepresidente, si se confirma el favoritismo del Frente Amplio, y tiene una relación que empezó a cultivar con el ministro de Economía Axel Kicillof cuando estaba en la Administración Nacional de Combustibles, Alcoholes y Portland (Ancap).
Esa amistad implica que cuando Sendic va o Axel viene, se juntan a cenar, conversar y pensar en el futuro. Se dicen públicamente "amigos". Los acercaron ambos embajadores, Guillermo Pomi y Dante Dovena.
Hoy se hablan por WhatsApp bastante seguido. Vázquez confía que Sendic sea el elegido para bajar la tensión en la relación con el Gobierno K, dado el peso de Kicillof en Cristina, pero en esencia el mandatario seguirá siendo el que tenga la sartén por el mango.
Pero también Tabaré miró una jugada más adelante y se abrazó a Daniel Scioli, alguien que es visto desde el entorno del vazquismo como el próximo presidente argentino.
Cultivar desde ahora una buena relación con él tampoco es menor, dado que será un hombre cada vez más escuchado, aunque más no sea a regañadientes, por el entorno K.
Por la vía diplomática actual el cable se corta: Pomi es de confianza de Mujica y siempre manejó la relación por fuera de la Cancillería vía el secretario Carlos Zannini.
Vázquez nombrará alguien en Buenos Aires que sea lo que para él fue Francisco Bustillo durante su primer Gobierno, un hombre de su entera confianza que le reportaba directamente al entonces mandatario sin pasar por la Cancillería que comandó Reinaldo Gargano, que nunca supo de la misa la mitad.
Las heridas no cicatrizaron, ni de un lado ni del otro, el asunto será ver si los nuevos actores en juego pueden evitar nuevas hemorragias o habrá que esperar cinco años más de un nuevo diferendo.
Que Tabaré Vázquez vuelve a ser Presidente de Uruguay no le cabe duda a nadie. Milagros en política no existen. Los números fueron contundentes el pasado 26 de octubre cuando al disputar la primera vuelta el Frente Amplio logró sus dos objetivos, consolidarse como la primera fuerza política del país y retener por tercera vez la mayoría parlamentaria.
El FA logró cosechar un 47,8 por ciento de votos frente a un 30,9 por ciento del Partido Nacional y un 12,9 por ciento del Partido Colorado, la tercera sorpresa de la noche, ya que dejó a una colectividad histórica en el escenario político uruguayo en retroceso.
De confirmarse los porcentajes que manejan las encuestadoras ahora, la relación entre ambos países tendrá que ver si las diferencias fueron superadas o el fantasma Botnia vuelve a la carga.
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