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Por Andres Cisneros
Cualquier decisión en política exterior que adopte este gobierno debe ser analizada sobre la base del juego pendular que está obligado a hacer entre una estrategia más vinculada con Occidente y aquella que expresa el ala dura del kirchnerismo.
No se trata de una pendulación oportunista sino que proviene, más hondamente, de la naturaleza dual de la alianza que llevó a Fernández-Fernández al gobierno, con un componente tendiente a lo republicano y otro decididamente nacionalpopulista. Esta dicotomía está en la esencia misma del grupo gobernante y resultó muy eficiente cuando esa alianza era electoral. Pero a la hora de gobernar, la dinámica es otra, mucho más cuando una de sus vertientes opera con pragmatismo y la otra con dogmatismo militante.
En suma, que esta política exterior bifronte se origina en la alianza aún imperfecta de dos tendencias que, en la política interna, todavía no se consolidan en un todo indiferenciable, lo que, inevitablemente, se refleja en sus enfoques del campo internacional.
Así, en todas las medidas que se han tomado hemos visto cómo optaron por un camino o por el otro. Incluso se intentaron vías intermedias. Por ejemplo, el acogimiento de Evo Morales sedicentemente a condición de no hacer política que afectara a Bolivia, luego flagrantemente no respetada; así como la decisión de no irse en el Grupo de Lima pero para “dar la pelea desde adentro”, o la declaración que firmó el canciller Felipe Solá sobre lo ocurrido anteayer en el Congreso de Venezuela, rechazando lo obrado por Maduro pero sin una condena como la del Grupo de Lima, son una clara muestra de que se buscó evitar los dos extremos. Sendos intentos de buscar un equilibrio, intentos que veremos repetidos en numerosas ocasiones.
La decisión de quitar las cartas credenciales a Elisa Trotta, la embajadora que Juan Guaidó había designado en la Argentina, de alguna manera inclina, en este caso, la balanza hacia el lado más duro del Instituto Patria y del kirchnerismo, repercutiendo negativamente en el otro extremo, aquel representado por el Departamento de Estado norteamericano, por Brasil y los miembros del Grupo de Lima.
En estos días, el ministro de Relaciones Exteriores argentino estará presente en la Cumbre de la Celac, que viene muy devaluada en cuanto a la asistencia de cancilleres, pues los países están enviando muchos funcionarios de menor nivel. Veremos cómo será en esa oportunidad el comportamiento diplomático de la Argentina.
Con independencia de la ideología que cualquier persona tenga, en el mundo nos miran con recelo. Desde unitarios y federales hasta este momento, las facciones dominantes ganan batallas pero no la guerra. Y cada cuatro, ocho o diez años la taba se da vuelta y los derrotados de ayer regresan a gobernar agrandando la grieta. Unos y otros. No importa quien tenga razón, así ninguna sociedad puede progresar.
El autor fue vicecanciller de la Nación
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