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Diálogo con Ricardo “Pico” Silva, músico y compositor

“A Tatú Harispe lo siento mi hermano del alma y de caminos”

Lunes, 19 de Junio de 2017, 2:23

Por 4

Luis Ricardo “Pico” Silva nació el 22 de febrero de 1955 en Gualeguaychú. Hijo del consagrado bandoneonista Carmelo Silva. “Con mi padre he tenido el honor de compartir hermosos escenarios en la ciudad, en el país y por más de una década en Europa: Alemania e Italia en seis oportunidades y otras tantas en Grecia y en Francia”, dirá a manera de homenaje más que de presentación. “Y soy hijo de Sara Taravini”, completará con la calidez de quienes abrevan en la cultura del agradecimiento y los afectos que se acunan desde el hogar.

 

 

Ricardo “Pico” Silva dialogó con EL ARGENTINO el sábado por la mañana, en una fecha muy sensible porque el 9 de junio es la fecha de nacimiento de su amigo del alma Miguel “Tatú” Harispe y porque el 11 de junio hizo un año del fallecimiento de ese trovador de caminos y conquistador de horizontes.

 

 

En ese contexto, Ricardo “Pico” Silva lo referenciará en todos los recuerdos, porque la amistad es una memoria viviente y constante, porque abreva en la cultura de la reciprocidad y el agradecimiento… que es la forma que tiene de cantar el espíritu fraterno.

 

 

Sus primeros pasos en la música, la herencia artística del hogar, la cárcel en los años donde pensar era un delito y cómo conoció a Tatú Harispe, son parte de un diálogo donde la emoción obligó en más de una oportunidad al silencio… que es también la forma que tiene de expresarse el alma.

 

 

 

 

 

-¿De dónde le viene ese apodo que es casi un nombre en usted?

 

 

-A mi padre le decía Pico cuando trabajaba en el ex Frigorífico Gualeguaychú. Acá había un gran locutor que era Jeannot y una vez me propuso cuando apenas yo tenía catorce años de edad que debía tener un nombre artístico y en esa época ya me conocían así “Ricardo Pico Silva” y así quedó hasta el día de hoy. De mi padre heredo el gusto por la música y también el apodo que es como un nombre. Es mi nombre de vida.

 

 

 

 

 

-Su casa ha sido un escenario sonoro permanente…

 

 

-Así es. Descubro la música en mi hogar. Mi primer instrumento fue la batería y la descubro a los diez años y la toqué hasta los 17, cuando me fui a estudiar a Paraná ingeniería en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Y como antecedente tengo a la guitarra que la descubro en la primaria, especialmente en las fiestas Patrias. Recuerdo que en una de esas fiestas escolares tenía que recitar una poesía que decía: “Duraznero, duraznero, todo vestido de flores”. Y para ese acto mi padre llevó el duraznero que teníamos en casa y con ese árbol se adornó el escenario. Lo pusieron con Lalo Orellano que era el portero de la Escuela N° 5 y cuando recité, mi madre emocionada le hace notar a mi padre que me habían puesto un duraznero. Al otro día mi padre lo regresó a casa, pero ya estaba seco… y ahí se dio cuenta que era nuestro duraznero.

 

 

 

 

 

-Así que en sus primeros grados de primaria ya comienza un camino artístico…

 

 

-Se puede decir que sí. Y se lo debo a la señorita maestra que la llamábamos “Mami” y a las otras maestras como la Coca Pugliese y Fiorina Cabrera que fue mi maestra hasta séptimo grado.

 

 

 

 

 

-¿Se quedó pensando en algo?

 

 

-Me estaba acordando que una vez andando por Piedra del Águila en Neuquén, el intendente nos dice que desde las siete de la mañana andaba una mujer que decía que era mi maestra. Y cuando vamos a actuar, Fiorina Cabrera estaba en la primera fila y con Tatú le dedicamos todo el recital. Y lo hice con mucho amor porque esas maestras nos marcaron para toda la vida. Pero como le decía antes, actuando en la escuela primaria creo que comienza mi vocación por el arte; porque disfrazado de Ratón Mickey me llevaban por todas las escuelas: la Rawson, la Matheu… en fin por todas las escuelas de Gualeguaychú. Fue como mi primera gira y tenía cinco o seis años. A los once años ya tocaba la guitarra y formé “Los Nombradores” con los hermanos Lizzi y Guillermo Cergneux. Y a los 17 años gané un concurso como solista y recorrí Europa.

 

 

 

 

 

-¿Y a Tatú Harispe cómo lo conoce?

 

 

-Antes de ir a Alemania tuve la suerte de conocer en Caño 14 a Astor Piazzolla, a Aníbal Troilo “Pichuco”, al “Polaco” Goyeneche, a Rubén Juárez… Y Julia Elena Dávalos me pregunta una vez en su casa si lo conocía a “Tatucito” que era un gran amigo de su padre Jaime Dávalos y ella sabía que era de Gualeguaychú como yo. Ella venía siempre a cantar en el Abrazo Celeste y Blanco y le cuento que había sentido hablar de él pero que no lo conocía. En rigor, a Tatú Harispe lo conozco luego de salir de la cárcel, cuando la dictadura cívico militar me detuvo por seis largos años desde 1976 a 1982.

 

 

 

 

 

-¿Cuándo recupera la libertad?

 

 

-Fue el 30 de marzo de 1982. Y como a los cinco días regreso a Gualeguaychú que vivía todo el fervor por la recuperación de las Islas Malvinas. Recuerdo que mi padre me dice que tenía que ir al Teatro a actuar en un festival. Entonces le dije que lo iba a acompañar porque la gesta de Malvinas la sentía en lo más profundo de mi ser. Fui al teatro y nadie sabía que había salido en libertad, excepto los de mi barrio. Porque el día que llegué, todos los vecinos se acercaron con lo que tenían ese día: un asado, un guiso, un puchero y así éramos como 200 personas en casa… incluso me llevaron una guitarra de regalo.

 

 

 

 

 

-Se necesita un paréntesis para contextualizar la historia como dicen algunos amigos. ¿Se acuerda cuándo cayó detenido?

 

 

-Fue un 12 de agosto de 1976, cantando con mi poncho en La Vencedora en la despedida de Tico Aguilar. En entonces vino Licho Sánchez que era el presidente del club y me dice que me venían a buscar. Y de manera inocente le respondo que espero que no sea “la cana”… Efectivamente, era la policía y me venían a detener. Me llevan a la Jefatura Departamental y al otro día a Comunicaciones a Paraná. Estuve seis años.

 

 

 

 

 

-Y cuando sale en libertad se encuentra con la gesta de Malvinas…

 

 

-Así es y con mi padre que tenía que ir a actuar al Teatro y mis ganas de acompañarlo. Y estaba Agueda Gutiérrez, reconocida profesora de Literatura y que tenía su programa de radio. Y con los hermanos Pereyra, Miguel Ángel Chacón y mi padre se juntaban a tocar en un lugar que se llamaba Piscis y Cantina. Y Agueda pide presentarme porque mientras yo estaba detenido ella me solía recordar en su programa de radio. Y ella en el Teatro me presenta diciendo: “Viene después de muchos años a su pueblo y regresa Pico Silva” y la sala explota en una ovación que me hizo poner la piel de gallina. Y en esa oportunidad hice el tema “Canción con todos” de Armando Tejada Gómez y César Isella y largo: “Salgo a caminar / por la cintura cósmica del sur. / Piso en la región / más vegetal del viento y de la luz. / Siento al caminar / toda la piel de América en mi piel. / Y anda en mi sangre un río / que libera en mi voz / su caudal”. Luego de esa noche armo mi primer recital después de la liberación en O´Barquiño rodeado de mis queridos amigos músico y en ese contexto lo conozco a Tatú Harispe. Y al otro día tocó el timbre en casa y me vino a buscar en su Citroën y me invitó a tomar unos mates en su casa de calle 9 de Julio. Y esa casa de calle 9 de Julio la recuerdo con mucho amor porque es un lugar que es central en mi historia musical posterior.

 

 

 

 

 

-¿Por qué dice eso?

 

 

-Porque en esa casa compuse la mayoría de los temas con Tatú. Además tenía la magia que le aportaba esa gran mujer que fue Tita Carbone, que era la mamá del corazón de Tatú.

 

 

 

 

 

-Con Tatú se van a recorrer el país…

 

 

-Así es. Especialmente la Patagonia y la querida Neuquén. Enseguida comenzamos a componer porque compartíamos una misma química, nos sentíamos enamorados del paisaje y de la gente y teníamos en común los códigos de la amistad, de la solidaridad y la lucha… y los códigos de la cárcel. Por eso a Tatú Harispe lo siento mi hermano del alma y de caminos.

 

 

 

 

 

-Así que usted hacía como un mes que había salido de la detención arbitraria de la dictadura y al mes se va de gira con una persona que acababa de conocer…

 

 

-Sí e incluso mi padre me dio coraje porque lo conocía al Tatú y le dijo que me cuidara y eso me dio confianza. Nos fuimos de gira en su Citroën que se llamaba “El Machi Tarro” y estaba preparado para correr y por la ruta íbamos a 130 y la gente se asombraba cuando los pasábamos.

 

 

 

 

 

-Otra vez se quedó en silencio. Tal vez aparece alguna anécdota…

 

 

-Me estaba acordando que una vez le digo a Tatú que me encantaba como escribía Ariel Petrocelli. Y para mi cumpleaños, un 22 de febrero, se aparece Tatú Harispe en mi casa en Buenos Aires con Petrocelli como regalo, también estaba Hamlet Lima Quintana. Fue una noche mágica. Recuerdo que esa noche, Tatú se levantó de la mesa para ir al baño y en ese momento Ariel Petrocelli lo elogia por su pluma trascendente. Y no es casualidad que haya recorrido tantos caminos con Atahualpa Yupanqui. Y tampoco es casualidad que vaya al pueblo que vaya, sin importar la provincia, ni bien decía que era de Gualeguaychú, siempre encontraba a un paisano que me preguntaba por Tatú Harispe. Era un embajador de Gualeguaychú y de Entre Ríos y todos le debemos un homenaje y espero que muy pronto podamos hacerlo para todo el pueblo.

 

 

 

 

 

-Con Tatú compartió muchos caminos y horizontes… pero el río también fue parte de esos lugares casi sagrados…

 

 

-El río fue para los dos algo más que un paisaje… nos transmitió su musicalidad. Nos íbamos mucho de campamento y frente al río hemos compuesto mucho. Y cuando era gurí el río nos marcó para siempre en la vida. Con Tatú tenemos un tema que quiero mucho porque marcha la infancia de mi generación y se llama “Meta y ponga con los cui”. La letra dice: “Los gurises van para el río / meta y ponga con los cui. / Y un lagarto entre las barrancas / se ha hecho humo entre los sarandíes (…) / Con un corcho de botella / alfiler doblado, piolín / una varita de sauce / tironeado para vivir / Latas de conservas viejas / con tierra para la lombriz / qué bandido los gurises / y qué lindo ser de aquí”. Y cuando canto esta canción, sin importar en dónde esté y sin presentarme, la gente sabe que soy de Entre Ríos, del litoral. La letra y la música me ubican en esta tierra litoral.

 

 

 

 

 

-Dicen los que saben que sólo se pueden extender las alas cuando se tienen raíces…

 

 

-Es una gran verdad y por eso siento en lo más profundo de mi ser que le debo tanto a mi hermano Tatú. Por eso soy un eterno agradecido. Él me dio alas y fue un minero para sacar lo mejor de mí. A mí una noche me secuestraron, me metieron seis años adentro sin saber si podía salir. Cuando recobré la libertad no sabía qué hacer. Muchas cosas habían cambiado. Me iba al río, me quedaba horas mirando sus aguas. Solía llevar una radio para escuchar algo de música… a veces me quedaba acampando… preparaba un mate y pensaba qué iba a ser de mi vida. Y de pronto apareció Tatú y ese viaje mágico hacia el Sur que fueron siete meses inolvidables. Tatú fue el hombre que me hizo crecer en libertad, me llevó al aplauso, al escenario, al diálogo con el pueblo… fue el hombre que me armonizó. Tatú Harispe fue el hombre que me reconstruyó... y me abrazó con ese abrazo que se da cuando hay un profundo afecto de amistad y que solo lo dan los hermanos de la vida.

 

 

 

 

 

-¿Por qué Tatú Harispe elige Jujuy para morir?

 

 

-Es el misterio de cuando uno anda por los caminos y por algo se queda en un determinado lugar. Es el lugar elegido.

 

 

 

 

 

-¿Cómo fueron esos días previos?

 

 

-Intensos… y a medida que pasa el tiempo más intensos todavía. Estábamos en Villa Mantero. Ya le habían cortado un dedo por la diabetes. Y entonces como lo veía venido abajo, le propongo llamar a un gran amigo de Tatú en Jujuy que se llama Carlos Zamar Herrera. Si hay un hermano elegido por Tatú Harispe ese es Carlos Zamar Herrera. En ese diálogo telefónico desde Villa Mantero organizamos el viaje hacia Jujuy. Vuelvo a Buenos Aires y saco los pasajes y llegamos a Jujuy y me quedo como diez días. El 9 de junio era el cumpleaños y Tatú fallece el 11 de junio. El viernes nos vamos a una peña de unos amigos de Tatú. Luego nos fuimos a Maymará y se descompuso. Tomó un té de coca y mejoró un poco. Volvemos a San Pedro y de ahí a Tilcara, que íbamos a otra peña. Tatú no se sentía bien porque no tenía ganas de ir a esa peña y eso ya nos dio un anticipo que no andaba bien. Todo esto fue antes del 9 de junio. Al final lo convencimos de entrar a la peña y le vino un gran entusiasmo. Esa vez me presentó él en el escenario. Subió con su poncho y su barba blanca y larga. Y arranco con la milonga a Tatú y esa fue la última vez que nos vimos. Regreso a Buenos Aires y a los pocos días la llama a mi esposa Anita para despedirse y para agradecerle porque nuestra casa era su casa. A las dos de la mañana voy llegando a mi casa en Buenos Aires y suena el teléfono. Era Zamar Herrera desde Jujuy para comunicarme que Tatú había fallecido. “Sueltas las riendas al viento / hinca las espuelas al camino / qué ansioso estoy por llegar / a la casa de un amigo. / El amigo es una lluvia / que da nacimiento al río. / Es la montaña más alta / que nos cobija del frío. / Es el que alimenta el alma / con la carga de los siglos. / Es aletear de palomas / es nido de los trinos. / Es pecho que se agiganta / al compás de los latidos. / Es un silencio profundo / que se asombra a sí mismo. / Es lenguaje sin palabras / es el hermano elegido”.

 

 

Por Nahuel Maciel

 

 

 

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