Los hermanos guaraníes enseñaron que el río Uruguay en realidad es el Río de los Pájaros. No se trata de una postal, sino de comprender que el río avanza siguiendo sus propias huellas, como los pueblos avanzan siguiendo su memoria.
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El río, como los pueblos, es un peregrino que no tiene regreso y por eso su historia está marcada por la fe y las convicciones.
La orilla –también enseñan los guaraníes- son los labios del río. Y el Uruguay boquea como esos peces sin oxígeno, este destino funesto de agrotóxicos, del desmonte nativo, de los efluentes urbanos e industriales… en fin de la contaminación y de la pastera UPM Botnia.
Los gobiernos de la República Oriental del Uruguay y de la Argentina se están esforzando para que la ciudadanía se olvide del conflicto suscitado por la presencia de la pastera de la muerte.
En rigor, este conflicto –que ya lleva once largos años- les recuerda a ambos gobiernos que adeudan respuestas integrales y específicas en materia de ambiente y de salud. Con falsos discursos de integración, ambos gobiernos pretenden que los ciudadanos se arrodillen frente a emprendimientos como el de la pastera, imitando a ambas Repúblicas que ya están de rodillas frente a esta empresa que no tiene Patria, excepto el capital.
“No venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad”, fue una consigna formulada por José Gervasio Artigas, el general de hombres libres que formuló a mediados del siglo XIX; y en la actualidad también los gobiernos pretenden que pase al olvido. Es un espejo donde ambos gobiernos no pueden encontrar siquiera un reflejo mínimo de sus postulados.
Los últimos sucesos que enmarcaron a este conflicto estuvieron inspirados en la autorización unilateral del gobierno de José Mujica de aumentar la producción anual de pasta de celulosa. Decisión que deberá ser ahora corroborada por el presidente electo Tabaré Vázquez, el mismo que “le clavó una puñalada por la espalda” a Néstor Kirchner cuando se iban a reunir en Chile para destrabar esta controversia.
Las autorizaciones unilaterales derivaron en que el propio canciller Héctor Timerman y el gobernador Sergio Urribarri denunciaran de manera pública y advirtieran que recurrirían a la Corte Internacional de Justicia con asiento en La Haya. Pero como ha sido una constante, fue apenas un amago para dejar tranquilos a los vecinos ribereños, para luego continuar con la política de los hechos consumados y la impunidad. Sonrisas y abrazos entre los cancilleres y aquí sigue todo como si nada hubiera pasado. Eso se llama impunidad.
En la última marcha al puente internacional “General San Martín”, una movilización que es considerada como una de las más multitudinarias a escala planetaria en materia ambiental, se advirtió que los gobiernos de ambas orillas se están caracterizando por ser ecocidas y que están violando elementales normas vinculadas con la defensa irrestricta de los Derechos Humanos como es el acceso a la información y el vivir en un ambiente sano.
Incluso –porque hay que tener memoria- el Honorable Concejo Deliberante de Gualeguaychú hizo una especie de puesta en escena y en una sesión adhirió a que el gobierno recurra a La Haya. Ese pedido luego fue ratificado por la legislatura entrerriana, que también en otra puesta en escena, adhirió a ese pedido. Más tarde, en otra puesta en escena de similares características, la Cámara de Diputados de la Nación hizo lo propio y luego todo se frenó en la Cámara de Senadores, a pesar de que Gualeguaychú cuenta con dos legisladores en la Cámara Alta como lo son Alfredo De Angeli y Guillermo Pedro Guastavino.
Es cierto que el Poder Ejecutivo Nacional no requiere ya de adhesión parlamentaria para recurrir a La Haya, porque ese mismo tribunal dejó abierta la puerta para recurrir cuantas veces los Estados así lo consideren pertinente. Pero es llamativo que este punto haya sido “militado” a nivel del Concejo Deliberante, en la legislatura provincial, en Diputados nacionales y en el Senado haya predominado la pasividad y la quietud tan propia de los años ´90, cuando el país era puesto a disposición del mejor postor.
Ni siquiera el canciller Héctor Timerman fue citado para ampliar su denuncia de que Argentina iba a recurrir a La Haya por la autorización unilateral de aumento de la producción por parte de UPM Botnia.
Por el lado de la Asamblea Ciudadana Ambiental tampoco se observa el dinamismo y la intensidad del reclamo como otros años. El cansancio en esta larga década se hace sentir. Les está dando resultado a los gobiernos el tener paciencia y apostar a ese cansancio ciudadano que a veces se expresa con la pasividad. Sin esperanzas, así aparece el horizonte para Gualeguaychú.
El NO a las papeleras con su correlato del SI a la vida hoy es más necesario que nunca, justamente para que el olvido o “el aquí no ha pasado nada” no se impongan como parte de una de las mayores entregas de soberanía en materia ambiental. Los gobiernos o los organismos como la Comisión Administradora del Río Uruguay (Caru) podrán estar colonizados e incluso sentirse a gusto con esa situación, pero eso no debe traducirse que los pueblos también lo estén.
En materia ambiental, tanto el Uruguay como la Argentina se comportan como buitres, erosionando y saqueando los bienes y recursos naturales para el mejor postor extranjero. Y para decirlo de manera más completa: tampoco desde la oposición (se llame peronismo renovador, socialismo, PRO, UCR, Fauen o cualquier otra sigla) se avizoran soluciones sino todo lo contrario. Es lamentable.
Por eso ahora todo vuelve al escenario de ese diálogo tan hipócrita como pacato que es distintivo de la diplomacia de ambos países. Los gobiernos vuelven a abrazarse y ahora el esfuerzo está puesto en que todo pase al olvido porque así funciona la cultura de la impunidad. Y ya se sabe, el olvido es el mejor sinónimo de la injusticia. Mientras tanto, UPM Botnia tiene licencia para contaminar.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO