
En un clima de alegría y felicidad, el Santo Padre rezó ayer la oración del Ángelus en el que celebró la Epifanía del Señor.
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Antes de la oración mariana recordó a los presentes la figura de los Magos de Oriente y lo que representan en la historia de la Iglesia, ya que ellos vinieron desde muy lejos “para adorar al recién nacido Rey de los Judíos y Salvador, y para ofrecerle dones simbólicos”, y esto representa la universalidad de la Iglesia, “Él no reserva su amor a algunos privilegiados, sino que lo ofrece a todos”, explicó Francisco.
Con esta idea nos recuerda que nosotros, como los Reyes Magos, también debemos buscar a Dios distinguiendo la estrella. “La estrella que es capaz de guiar a todo hombre a Jesús es la Palabra de Dios: ella es la luz que orienta nuestro camino, nutre nuestra fe y la regenera”. Así nos invita a leer y meditarla cada día, para que sea como una llama, y nos ayude a aclarar nuestros pasos”.
“En la noche de Navidad hemos meditado sobre la visita a la gruta de Belén de algunos pastores pertenecientes al pueblo de Israel; hoy en la solemnidad de la Epifanía, hagamos memoria de la llegada de los Reyes Magos, que vinieron de Oriente para adorar al recién nacido Rey de los Judíos y Salvador universal, y para ofrecerle dones simbólicos. Con su gesto de adoración, los Reyes Magos dan testimonio que Jesús ha venido a la tierra para salvar no a un solo pueblo, sino a todas las personas. Por lo tanto, en la fiesta de hoy nuestra mirada se amplía al horizonte del mundo entero para celebrar la “manifestación” del Señor a todos los pueblos, es decir, la manifestación del amor y de la salvación universal de Dios. Él no reserva su amor a algunos privilegiados, sino que lo ofrece a todos. Así como es Creador y Padre de todos, del mismo modo quiere ser el Salvador de todos. Por esto, estamos llamados a nutrir siempre gran confianza y esperanza por toda persona y por su salvación: también ellos, que nos parecen alejados del Señor son seguidos – o mejor “perseguidos” – por su amor apasionado, su amor fiel y también humilde. ¡Porque el amor de Dios es humilde, tan humilde!”.
En otro orden, el Papa sostuvo que le gusta “recordar que hoy (por ayer) se celebra la Jornada Mundial de la Infancia Misionera”.
“Es la fiesta de los niños que viven con alegría el don de la fe y rezan para que la luz de Jesús llegue a todos los niños del mundo. Aliento a los educadores a cultivar en los pequeños el espíritu misionero. Que no sean niños y jóvenes cerrados, sino abiertos; que vean un gran horizonte, que su corazón siga adelante, hacia el horizonte, para que nazcan entre ellos testigos de la ternura de Dios y anunciadores del Evangelio”, sostuvo.
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