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Hace unos días irrumpió en las redes sociales la denuncia de un adolescente de Gualeguaychú que expresó ser víctima de violencia por parte de sus compañeros.
Violencia verbal, física o psicológica. O todas juntas.
Un poco más aquí en el tiempo, sabemos del caso de una chica de 16 años a la que le marcaron la cara porque es linda, algo insoportable para sus agresoras.
¿Cuál será el siguiente incidente? ¿Cómo se presentará ante la comunidad?
Está visto que los victimarios van corriendo el límite, volviéndose más peligrosos sus ataques.
Lo que da a este tema una seriedad que debe corresponderse con medidas preventivas y de castigo.
Ya no se trata de quitarle entidad a hechos como los planteados argumentando -como se hace- que toda la vida hubo en los grupos un gordo, una petisa, algún cuatro ojos, etc.
Y es cierto que los defectos físicos fueron marcados por la burla, pero también lo es que no se tenía conciencia de lo que esto implicaba.
Pero gracias a la educación en este sentido, las cosas son diferentes ahora.
Porque hoy sí se sabe de la violencia entre pares, de las consecuencias de estas agresiones que pueden llegar a extremos, como cuando se acosa de tal forma a la víctima que ésta cree encontrar la salvación de la peor manera.
Para no tener que lamentar hechos similares a futuro, lo mejor será comenzar a tratar este, como tantos otros temas, en la mesa familiar para hacerlo después en la escuela.
Y si esto no diera el resultado que se espera, el camino bien podría ser apelar a la responsabilidad civil que indica que los padres son responsables de los daños causados por sus hijos menores de edad.
Quizás entonces los desentendidos comiencen a prestar atención a lo que nunca debieron considerar ajeno: la enseñanza que se da con el ejemplo a quienes se está formando.
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