
José María Sobral fue el primer argentino en pisar suelo antártico. Nació en Gualeguaychú el 14 de abril de 1880 y falleció en Buenos Aires el 14 de abril de 1961. Hoy la Escuela Técnica N° 2 lleva su nombre “Alférez de Navío José María Sobral”, pero poco se sabe de este científico que fue considerado además el mejor experto del mundo en materia de petróleo de su época.
Por 4
EL ARGENTINO no sólo se limitó a recrear la proeza de la expedición sueca comandada por Otto Nordenskjöld y que se convirtió en la primera expedición al “continente blanco”, sino que también localizó en Santiago del Estero a don Alvar Sobral, el único hijo del alférez que está vivo y trae en el presente, la otra proeza de la familia Sobral: Pedro Sobral, nieto del alférez e hijo de Alvar, fue uno de los científicos que hace diez días conmovió al mundo con el descubrimiento de un yacimiento fósil en la Antártida.
José María Sobral es hijo del escribano Enrique Ramón García de Sobral y de María Luisa Iturrioz.
En diálogo con EL ARGENTINO, Alvar Sobral recuerda a su padre: “Fui uno de sus colaboradores más cercanos, porque lo acompañé en todas sus charlas, clases y disertaciones. Además, fui su peluquero durante sus últimos quince años y lo que más recuerdo de él, era el amor por la Antártida y la rigurosidad por querer siempre aprender más”.
Nacido el 4 de septiembre en 1921 en Buenos Aires, Alvar Sobral fue el séptimo hijo del alférez de navío (tuvo nueve hijos, cuatro suecos y cinco argentinos). “Mi padre se casó el 6 de septiembre de 1906 con Elna W. Klingström; y tuvieron nueve hijos; cuatro suecos y cinco argentinos. Yo soy el séptimo y el último que está vivo”.
De los primeros datos fríos surge una primera curiosidad: el alférez Sobral falleció el mismo día que nació, un 14 de abril.
Alvar recuerda que su padre falleció el 14 de abril de 1961, a los 81 años de edad. “Falleció aproximadamente a las 12:30 cuando se encontraba barriendo la vereda de su casa de Buenos Aires, ubicada en la Avenida El Cano y Los Incas”.
La otra curiosidad es que el 14 de abril se celebra en todo el continente el Día de las Américas. Señales, acaso destino de un hombre que extendió geográficamente al país y protagonizó una de las experiencias científicas que han marcado un hito en la historia nacional y mundial.
El Alférez Sobral ingresó en 1985 a la Escuela Naval y egresó como Guardiamarina en la promoción N° 24) de agosto de 1898. Su primer viaje de instrucción lo hizo en la tradicional Fragata “Sarmiento”, que duró 22 meses y abarcó 1899 y 1990.
En 1991 se sumó a la expedición polar del sueco Otto Nordenskjöld, que quedó aislada en la Antártida durante dos años y que fue rescatada por la corbeta Uruguay al mando de Julián Irízar en noviembre de 1903; rescate que tiene todos los ingredientes de una aventura, de una proeza que sólo la pueden llevar adelante hombres especiales, por eso trasciende la época y se hace historia.
En la Antártida Sobral estuvo dos años “aislado” hasta que el 8 de noviembre de 1903 fueron rescatados por la corbeta Uruguay.
# La expedición
El hijo de Sobral relató a EL ARGENTINO los dos años en que su padre quedó junto con los expedicionarios suecos aislados en la Antártida.
“En Europa los Congresos Geográficos Internacionales alientan la posibilidad de realizar por primera vez en la historia una expedición internacional a la Antártida”, relató Alvar.
El geólogo sueco y experto polar Otto Nordenskjöld fue el responsable de llevar adelante esta expedición.
La expedición de Otto Nordenskjöld fue apoyada por Argentina que le proveyó víveres y provisiones, a cambio de que admitieran que un representante del Gobierno Nacional se sumara al grupo a instancias del Perito Francisco Moreno.
Así fue como la Marina eleva una lista de aspirante y la delegación sueca termina por elegir a José María Sobral, quien se sumó como meteorólogo, geodesta, además con precisos encargos para hacer estudios biológicos y geológicos.
“Los suecos llegaron en un barco llamado ´Antarctic´, pero en Buenos Aires tuvieron que hacer gestiones ante el presidente Julio Argentino Roca para proveerse de víveres y otros elementos imprescindibles para la expedición”, sostuvo Alvar Sobral.
“Fue así que el presidente Roca, aconsejado por el Perito Francisco Moreno, les da gratuitamente todo lo que requerían los suecos, pero a cambio de que fueran acompañados por un argentino. Así mi padre se suma a esa expedición y se convirtió en el primer argentino en pisar suelo antártico”.
“Eso no fue todo –agregó Alvar-. En Buenos Aires el ´Antarctic´ no podía zarpar porque había una huelga general porturaria. Gracias a unas gestiones especiales que se hicieron ante el sindicato portuario, los obreros suspendieron la huelga, cargaron el barco y luego continuaron con su protesta”.
Las dificultades serían más para Sobral: su hijo Alvar recordó que “la Marina sólo le dio una frazada, consiguió un saco de invierno pero de Buenos Aires, para la cabeza una gorra y para los pies llevó unas botas de cuero de potro; así fue como se embarcó en el ´Antarctic´”.
El 21 de diciembre de 1901 parte del puerto de Buenos Aires el barco ´Antarctic´, llevando a bordo la expedición Antártica sueca al mando de Otto Nordenskjöld, y ahí va rumbo a lo desconocido el Alférez José María Sobral.
En febrero de 1902, Nordenskjöld y Sobral desembarcan en la Isla Colina Nevada (Snow Hill) y permanecieron durante todo el invierno efectuando observaciones meteorológicas, trabajos de biología y diversos reconocimientos geológicos. También este grupo –que además lo integraban otras cuatro personas, seis en total- realizó una expedición en inmediaciones al Círculo Polar Antártico, para lo cual debieron caminar casi 600 kilómetros en una geografía que hasta entonces no había conocido el hombre.
“Al invierno siguiente debían abordar el ´Antarctic´, pero el barco había quedado atrapado por el hielo en el mar de Weddell”, relató Alvar.
En realidad había tres grupos que quedaron aislados: el de Sobral; el de Carl Larsen que se refugiaron en Isla de Paulet; y otra expedición que habían desembarcado en lo que hoy se conoce como Bahía Esperanza.
Entre estos tres grupos los separaban el crudo invierno antártico, mares congelados, una geografía inhóspita como desconocida y sin comunicación de ninguna clase.
Finalmente, el 8 de noviembre 1903 una misión argentina de salvamento dirigida por el teniente Julián Irizar, a bordo de la corbeta Uruguay los rescató a todos y lo trajo de regreso a Buenos Aires.
El alférez de navío Sobral escribe en pleno aislamiento antártico el 14 de abril de 1902, justo el día que cumplía 22 años de edad: “Son las dos y media de la mañana, estoy de guardia, una taza de té por delante. Pienso en mi casa, en mis queridos viejos y hermanos. A esta hora estarán durmiendo, tal vez mi madre despierta pensando en mí. Con cuánto gusto estaría a su lado para abrazarlos. Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 22. Por esta misma razón pienso que mi madre está despierta pensando en mí. ¡Cuánto deseo verlos! Pero me conforma la idea que para sentir la dulce sensación de verlos después de mucho tiempo tiene que suceder la separación, tiene que suceder este sufrimiento. El que no sufre no puede experimentar el placer de dejar de sufrir (…) El viento sopla en borrascas, todo el resto del día fue muy feo y es uno de los días más desagradables que he pasado”.
# Luego de la expedición
Alvar recuerda en voz alta los años posteriores a la proeza Antártica. “En 1904 mi padre pidió la baja de la Armada y viajó a Suecia para estudiar geología en la universidad de Upsala donde se doctoró en el 1913”.
“Al año siguiente volvió a la Argentina y fue el primer geólogo argentino con título universitario y según los expertos internacionales, fue considerado el mejor especialista en petróleo a nivel mundial de su época”.
“En Argentina trabajó en la Dirección General de Minas e Hidrografía donde llegó a ser director General en 1924. Seis años más tarde, fue designado como Cónsul General en Noruega”.
“Eran los años de revolución del ´30, y mi padre fue exonerado y lo mandaron como cónsul a Noruega. Así somos los argentinos. A un exonerado lo nombran cónsul”, dice Alvar con ironía sin dejar de señalar la contradicción. “Es más, del país mi padre fue echado por persona no grata, fue un agravio a pesar de que lo nombraban como cónsul”.
A fines de 1931 José María Sobral ingresó como geólogo en Yacimientos Petrolíferos Fiscales donde se jubiló en 1935. “Para jubilarse, la Marina no le reconoció los dos años que estuvo aislado en la Antártida porque sostenía que no había estado embarcado. Así somos de desagradecidos”, insiste Alvar esta vez con un tono de pena.
“Luego mi padre se dedica a recorrer el país haciendo estudios geológicos y dando conferencias sobre esos temas. Yo lo acompañaba siempre, era como su asistente personal. Le llevaba las diapositivas, los mapas, las carpetas. Siempre me decía que a la Antártida había que ocuparla de manera pacífica”.
José María Sobral escribió varios libros como “El Futuro de Nuestra Armada”, “Problemas de los Andes Australes”,” Sobre Cambios Geográficos”, “La Frontera Argentino-Chilena en el Canal de Beagle” y el más emblemático: “Dos años entre los hielos”.
En ese último libro, escribió: “El hombre nunca debe contentarse con la victoria adquirida; el éxito no debe ofuscarle sino que debe darle nuevo aliento para atacar lo más difícil, porque precisamente en eso se encuentra el placer de la vida”.
La expedición Antártica sueca comandada por Nordenskjöld no fue solamente una investigación científica, sino una aventura, una proeza que coronó el primer argentino en pisar el continente blanco. Su vida hizo historia. EL ARGENTINO rescata a este hijo de Gualeguaychú para que nadie olvide que el país tiene asignaturas pendientes en materia de memoria.
Por Nahuel Maciel
EL ARGENTINO ©
Comentarios
