
Un informe revela que varias escuelas entrerrianas logran altos desempeños académicos en contextos de vulnerabilidad. Gestión institucional, clima escolar y compromiso docente, las claves de su éxito.

Redacción EL ARGENTINO
Aunque la relación entre el nivel socioeconómico de los estudiantes y su rendimiento escolar es bien conocida, un nuevo informe del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDH) demuestra que esa conexión no es definitiva. En Entre Ríos, como en otras provincias, existen escuelas que logran buenos resultados académicos incluso en entornos de alta vulnerabilidad. Son las llamadas “escuelas resilientes”.
“La evidencia de que existen escuelas resilientes constituye una luz de esperanza y una guía para llevar a cabo acciones de política”, señala María Marta Formichella, investigadora del CONICET y coautora del estudio. “Las condiciones de origen pueden ser una barrera, pero no condenan al fracaso escolar si hay un trabajo institucional sólido”.
El informe, elaborado en base a datos del Operativo Aprender 2019 y centrado en el nivel primario, identificó establecimientos educativos entrerrianos que superan los promedios nacionales en Lengua y Matemática, a pesar de atender a estudiantes en situación de pobreza o con múltiples carencias.
¿Qué tienen en común estas escuelas? Según el trabajo, muestran una conducción directiva comprometida, planificación pedagógica constante, buen clima de convivencia, continuidad del cuerpo docente e involucramiento de las familias. “Son prácticas sostenidas y coordinadas, no esfuerzos aislados”, explica María Victoria Anauati, investigadora del CEDH.
Los casos entrerrianos demuestran que la calidad educativa no depende exclusivamente del contexto socioeconómico. “El desafío es comprender cómo estas escuelas logran lo que logran, y qué se necesita para replicar esas experiencias”, advierte Formichella.
Además, el informe subraya que la resiliencia educativa no se genera de manera espontánea. Requiere condiciones de apoyo, recursos adecuados y políticas públicas que reconozcan y fortalezcan esas prácticas. En ese sentido, la provincia de Entre Ríos aparece como un terreno fértil para ensayar modelos de intervención que puedan ser escalados.
Las “escuelas resilientes” entrerrianas no solo mejoran el presente de sus estudiantes: también reescriben su futuro. En tiempos de profundas desigualdades, su existencia confirma que es posible aprender bien, aun en la adversidad, si el Estado garantiza las condiciones para que eso suceda.
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