El fiscal de Rosario del Tala, Samuel Rojkin, tiene en sus manos el peritaje psicológico sobre los menores que fueron brutalmente torturados a manos de agentes de la Policía de esa jurisdicción. En el informe no se encontraron elementos que puedan impulsar alguna sospecha sobre el relato de los jóvenes.
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Según se informó, el hecho encuadraría en uno de los más aberrantes de la última década en la provincia. Los acusados son Marcelo Millezzi, Ludmila Soto, Héctor Mori, Claudio Monroy, Gustavo Fornerón y Pablo Segovia, quienes fueron señalados por cometer los delitos de privación de la libertad con abuso funcional, vejaciones en actos de servicio y apremios ilegales.
El informe del psicólogo Alejandro Poncio refuta el intento de los jerarcas de la fuerza administrativa en desmentir lo ocurrido cuando se conocieron los hechos en los cuales los menores de 14 y 15 años fueron víctimas de una brutal represión con uso de picanas.
En las entrevistas realizadas a los menores se hizo una lectura de las declaraciones que ellos mismos hicieron y constan en el expediente a los fines no sólo de cotejar sus dichos, sino también de analizar “las estructuraciones discursiva orales y escritas”, según se lee en el informe al que tuvo acceso Página Judicial.
Lo cierto es que la pericia (Legajo Nº 369) determinó que en las audiencias con las víctimas no se constató “incoherencia, perseveración, ecolalias (repetición involuntaria de una palabra o frase), pararrespuestas (no correspondencia con la pregunta), pérdida de la capacidad asociativa, fuga de ideas y bloqueo del pensamiento”, entre otras observaciones.
Tampoco se encontró elementos de “delirio”, “alucinaciones” o “alteración de la memoria inmediata, reciente o remota” en el relato que hicieron los menores de los hechos.
A lo largo de todo el informe queda claro que las víctimas pudieron relatar los sucesos. Para el perito la “innegable dificultad para la abstracción erradican por completo toda posibilidad de construir una ficción”. Poncio comprobó que “existe conexión interna en lo relatado en las pericias” con “las declaraciones testimoniales en sede fiscal”.
El relato
Las declaraciones de las víctimas son contundentes. Una de ellas contó que estaba en un descampado trabajando con una motosierra haciendo leña. En el medio de la vorágine, se acercó un auto con tres policías de civil. Sin explicaciones le dijeron que lo tenían que detener. Lo esposaron y lo cargaron con el sólo fundamento de que “había una orden” de detención. El joven era sospechado de haberse robado elementos de una escuela.
Durante el viaje, los agentes detuvieron el auto, bajaron a su presa y simularon dispararle en la cabeza. El destino de esa jornada fue la Comisaría. Allí no había un familiar, ni fiscal, ni defensor. Sólo estaba su compañero, también acusado por el mismo hecho. Ante la falta de información los agentes comenzaron con golpes de puño, patadas y quemaduras de cigarrillos. Después de su desquite los largaron.
Hubo una segunda detención en la casa en donde vivían los chicos. Esa vez la idea fue hacer un careo con un tercer joven sospechado por el mismo hecho. Tampoco surgieron datos. El malestar de los “policías - investigadores” se profundizó. Los llevaron a media noche al Arroyo de Tala a punta de pistola y a golpes. La faena terminó con una picana. “Me picanearon cerca del cuello, en la espalda varias veces y en los testículos. Mientras dos me tenían del brazo, el otro me picaneaba”, relató una de las víctimas.
Hubo una tercera detención. Las víctimas fueron llevadas al basurero municipal. Allí hubo una escopeta. Los pusieron parados como en un paredón mientras gatillaban sus armas.
Todo esto fue contado por las víctimas, pero desmentido por la Policía. El perito psicológico, pudo constatar que son ciertas.