La suba de precios encadena seis meses y complica el plan oficial de remonetizar la economía. El Banco Central advierte que una mayor inyección de pesos podría acelerar la inflación.
Redacción EL ARGENTINO
Las mediciones privadas anticipan que noviembre cerrará con una inflación por encima del 2%, pese a tratarse de un mes tradicionalmente calmo. El aumento de alimentos y los ajustes en tarifas y transporte explican buena parte del avance, que consolida una tendencia alcista iniciada en junio y que ya acumula seis meses consecutivos.
El rubro alimentos volvió a encender alarmas: según Eco Go, registró dos semanas seguidas con incrementos del 0,9%, impulsado por el fuerte salto de la carne. A esto se sumaron el aumento del boleto de colectivos en el AMBA, nuevas subas en combustibles tras la depreciación del peso y correcciones en tarifas de luz y gas. Con estos elementos, la consultora proyecta que el índice general podría ubicarse cerca del 2,5%, un escalón por encima de octubre.
El avance de la inflación núcleo, que se mantuvo en 2,2% en noviembre, confirma que la mayoría de los precios se mueve a una velocidad sostenida, más allá de los componentes estacionales o regulados. La comparación interanual con noviembre de 2024 —cuando el índice había sido de 2,4%— muestra un escenario invertido: todo indica que este año podría registrarse un pico en la misma ventana.
Este panorama impacta de lleno en la estrategia del Banco Central. Tras el objetivo anunciado de recomponer reservas mediante compras de dólares financiadas con emisión, la autoridad monetaria dio marcha atrás. El presidente del BCRA, Santiago Bausili, señaló que “no hay un ritmo predeterminado” para la acumulación y que cualquier expansión monetaria en este contexto podría resultar contraproducente. “Podría acelerar todavía más la inflación”, advirtió. Su postura moderó el plan presentado semanas atrás por el vicepresidente Vladimir Werning, que preveía una expansión gradual para fortalecer el balance del Central.
El endurecimiento de la política monetaria llega en un momento en el que el mercado demanda señales claras sobre cómo enfrentará el Gobierno los vencimientos de deuda de enero. Esa incertidumbre suma una presión adicional sobre la dinámica inflacionaria y condiciona la capacidad oficial para intervenir en el mercado cambiario.
Pese al cuadro general, algunos datos permiten cierto optimismo. La inflación mayorista bajó con fuerza en octubre, al caer del 3,7% al 1,1%. Para LCG, es la primera vez desde mayo que el índice minorista supera al mayorista, un indicio de recomposición de márgenes por parte de las empresas, tras meses de absorber aumentos de costos. No obstante, esa recuperación podría, a la vez, tensionar la desaceleración de precios buscada por el Gobierno si coincide con una mejora del consumo.
Con la cosecha gruesa recién en abril y una economía aún frágil, la estrategia monetaria queda por ahora en pausa. La inflación, en cambio, parece lejos de ceder y amenaza con cerrar el año cómodamente por encima del 2% mensual.