La Escuela Secundaria N°7 “Profesora Rosa Regazzi” vive un proceso de transformación comunitaria: una cooperadora recién nacida, un barrio que vuelve a entrar a la escuela y un equipo docente que sostiene, con trabajo silencioso, cada logro cotidiano.
Redacción EL ARGENTINO
La cooperadora de la Escuela Secundaria N°7 “Profesora Rosa Regazzi” comenzó a funcionar este año en abril, cuando finalmente regresó el expediente desde el Consejo. Desde entonces, explicó la profesora Julieta Barro a EL ARGENTINO, se abrió un espacio de participación amplio: cualquier integrante de la comunidad educativa puede asociarse de manera voluntaria, sin obligación de cuota fija, apenas con un aporte mínimo sugerido. También se invitó a vecinos y vecinas del barrio, aunque —reconoce— todavía falta fortalecer ese acercamiento cotidiano. “Lo importante es que sepan que hay un lugar para participar”, resumió.
Conformación de la cooperadora
La cooperadora se conformó con docentes, estudiantes, algunas familias del barrio y también con personas de la Escuela Secundaria de Adultos que funciona en el mismo edificio. De hecho, el vicepresidente es un alumno de esa modalidad, Brian Rívarola. Con ese grupo organizaron la segunda convocatoria para un bingo, después de una primera experiencia que superó todas las expectativas: el salón del comedor estuvo lleno con un acompañamiento masivo del barrio. “Fue maravilloso, el comedor estaba lleno, lleno de personas sentadas. Ahí una se da cuenta de que no está sola”, contó Julieta.
Esa participación barrial confirma algo que ella siempre creyó: que la comunidad educativa debe incluir al barrio como actor protagonista. La mayoría de quienes se acercan no son familiares directos de los estudiantes, sino vecinos con una identidad muy arraigada, gente que vive allí desde hace años y que siempre está dispuesta a colaborar. “Yo adoro ese barrio, no vivo ahí pero lo siento familiar. Mi abuela vivió un tiempo ahí, y para mí siempre es como volver a casa”, dijo.
Logros de la comunidad educativa
Entre los logros alcanzados, Julieta mencionó uno muy significativo: la escuela no tenía bandera institucional. “El año pasado realizaron un concurso para que los estudiantes diseñaran la bandera de la Regazzi, y el primer objetivo de la cooperadora fue materializarla. Hoy la bandera existe, es hermosa y tiene un valor simbólico enorme porque nació de la participación estudiantil y se concretó con recursos comunitarios. Es un símbolo totalmente comunitario y solidario, porque nació del deseo de los chicos de participar. Por eso tiene tanto significado”, subrayó.
Otro avance importante fue permitir que los estudiantes rediseñaran su uniforme. No había grandes exigencias, pero ellos pedían alternativas para los días de calor: bermudas para los varones y polleras escolares para las chicas. Hoy esa posibilidad es una realidad y se nota en la comodidad y el entusiasmo con el que transitan la escuela. “Es hermoso verlos disfrutar de sentirse protagonistas dentro de su escuela. Hasta en la ropa se nota cuando una institución te incluye”, afirmó.
El grupo de apoyo como aliados
Julieta contó que, más allá de los grandes proyectos, la cooperadora viene resolviendo cuestiones mínimas pero fundamentales para mejorar la calidad del tiempo que estudiantes, docentes y directivos pasan dentro de la escuela. Un ejemplo claro es la iluminación: “Varias aulas tenían apenas uno o dos tubos fluorescentes y, sobre todo en el turno noche, resultaba casi imposible leer o trabajar con libros. Desde la cooperadora compraron los tubos necesarios y hoy esas aulas están en condiciones dignas. Lo mismo ocurrió con los ventiladores: muchos estaban rotos o con capacitores que ya no funcionaban, así que reemplazaron alrededor de quince y otros quedaron en lista de reparación. Es otra cosa entrar al aula cuando el ventilador funciona en estos días”, comentó la profesora a EL ARGENTINO.
Entre los objetivos próximos aparece la necesidad de pintar las aulas, reparar muebles deteriorados y atender un problema estructural del edificio: desde su inauguración nunca se resolvió el ingreso de agua a la biblioteca y a un aula cercana cuando llueve. “En cinco años va a ser un problema de solución inmediata”, advirtió. También quieren mejorar la puerta de ingreso y construir una entrada para vehículos, porque hoy solo hay un tejido roto, enrollado entre dos pilares, que no representa la imagen que la escuela quiere ofrecer al barrio. “Las casas del barrio están prolijas, con flores, con árboles. Es extraordinario. Nosotros también tenemos que ponernos a tono”, reflexionó.
Julieta agradece profundamente al equipo docente y destaca que sin ellos ninguna actividad sería posible. Explica que, aunque muchas veces se subestima el trabajo escolar, en la Escuela Rosa Regazzi el compromiso es enorme: los profesores venden cartones, buscan donaciones, invitan a sus familias y hasta aceptan trabajar un domingo, dejando de lado tiempo personal. Para ella, ese esfuerzo sostiene todo lo que la cooperadora impulsa y permite abrir la escuela al barrio, porque “nosotros estamos de paso; la que queda es la escuela con su vecino”.