Tres hermanas Franciscanas que viven en la ciudad bajo el carisma y el espíritu de San Francisco

Un hermoso jardín con flores, que ellas mismas cultivan y cuidan, recibe a quienes llegan a visitarlas. Luego una sala y el sencillo oratorio, más allá están la cocina y los dormitorios.

La humilde vivienda de las tres hermanas Franciscanas está ubicada en el barrio San Isidro, precisamente en avenida Alsina y calle Los Robles.

“Somos del suburbio Norte. Vivir acá no nos humilla, al contrario es un orgullo. Porque nuestra opción es estar en las zonas más pobres de una ciudad”, señalaron risueñas estas tres mujeres que viven bajo el carisma y el espíritu de San Francisco y Santa Clara de Asís.

En este sentido, las hermanas explicaron que según los preceptos de la Fraternidad Eclesial Franciscana, “cuando llegamos a una ciudad debemos, en lo posible, buscar viviendas en zonas humildes. No es que sea algo dogmático sino más bien una elección que hacemos. Esta casa la alquilamos”.

Años atrás, integrantes de esta Congregación estuvieron durante un largo tiempo en la ciudad en el Hogar de Ancianos, abocadas al cuidado de los abuelos. Pero al ser muy pocas y algunas ya muy ancianas no podían cumplir con el servicio de cuidar al prójimo y por eso debieron retirarse.

En el diálogo con las religiosas, ellas destacaron que una de las cosas por las que optó San Francisco fue por el servicio a los leprosos “y nosotras nos preguntamos ¿quiénes serían hoy los leprosos? En nuestras constituciones se nos inculca estar presentes en los lugares donde la humanidad está más herida, más fraccionada, más necesitada y más vulnerable. Por eso nosotros estamos felices de vivir acá. Esto no es un lugar inhóspito sino todo lo contrario, un lugar donde necesitan una mano del prójimo”.

“En esta zona hay mucha gente que vive situaciones de riesgo, pero afortunadamente nunca tuvimos ningún problema”, añadieron.

Francisca, Estela y Teresa

La primera en contar su historia fue la Hermana Francisca –de apellido Ghinzani-, quien tiene 92 años y nació en Chivilcoy, provincia de Buenos Aires.

“Cuando llegue a Gualeguaychú, en 2005 hice mis Bodas de Oro en la orden Franciscana”, aseguró con orgullo a EL ARGENTINO.

“El señor llama a cualquier edad y en cualquier lugar”, comenzó diciendo Francisca para contar como inició su vocación religiosa. “Yo viví siempre en el campo, donde éramos cuatro hermanos. Todos los días le doy gracias al Señor porque me ha llamado y pienso: ‘¿cómo se las ingenió el Señor para encontrarme en aquel rincón del mundo?”.

“Para mi padre fue un gran orgullo que yo sea Franciscana. Cuando le enviaba una carta él se la mostraba a todo el barrio”, contó con alegría la hermana Francisca.

Francisca cuenta ya con 58 años de vocación religiosa y en su trayectoria estuvo varios años viviendo en Uruguay, luego en el norte de Argentina, en Bolivia y por último en Gualeguaychú. La hermana Francisca es voluntaria en la Casa del Niño y la Familia “San Martín de Porres”, donde asiste dos veces por semana -caminando y ayudada por su bastón. Su debilidad es hacer muñecos de tela.

En tanto, la hermana Estela se apellida Sacks, es entrerriana nacida en una ciudad del departamento Paraná.

“Mi familia siempre fue muy comprometida en la fe. En mi pueblo se rezaba mucho por las vocaciones religiosas. Por eso yo desde muy chica quería ser hermana. A los 15 años le dije a mis padres que quería entrar con las Franciscanas. Ese año asistí al aspirantado a Buenos Aires, a los 16 años pasé al postulantado –etapa previa al noviciado. Luego, dije a mis padres que quería ingresar al noviciado y siempre recuerdo que mi padre me dijo: ‘esta siempre será tu casa y las puertas están abiertas. Si ése no es tu lugar te vuelves”.

“A mis 18 años hice mis primeros votos”, recordó Estela y contó que siguió estudiando. Hizo el profesorado de Historia, mientras daba clases como maestra y a los 24 años realizó sus votos perpetuos, “que es la consagración para siempre”, explicó con palabras sencillas.

A los 26 años fui directora de una escuela primaria en Buenos Aires, luego fui profesora en escuelas secundarias. Estudie teología y alemán y luego me fui al norte. “Era la época que todos hablaban de la liberación y yo me preguntaba qué estoy haciendo yo por la liberación? Por eso en el ‘74 me fui al Norte. Allá fuimos a alquilar una casa y con lo poco que ganábamos trabajando casi no teníamos para comer. Vivíamos en un barrio y recuerdo una vez haciendo la visita de la Virgen a nuestra casa, una viejita rezaba y decía ‘te agradezco virgencita porque nos trajiste monjitas pobres como nosotros”, destacó Estela quien nunca olvida esas palabras que la acercaron tanto al prójimo.

La hermana Teresa (del Carmen Gallardo) tiene 72 años y también es entrerriana, nacida en Nogoyá. Ya cuenta con “47 años en la vida religiosa”, tal como lo afirmó a EL ARGENTINO.

Consultada sobre su vocación religiosa, Teresa explicó: “yo sentí el llamado de Jesús a mis 15 años, pero aún era muy chica. En mi casa éramos tres hermanos y yo la única mujer y la más chica y mi madre no quería aflojar –dijo entre risas”.

“Esperé la mayoría de edad y a los 22 años le dije a mi madre que yo me iba a Buenos Aires a la Congregación a iniciar el noviciado. Éramos una familia muy humilde pero en nuestro hogar siempre se nos inculcó la fe”, sostuvo Teresa quien también vivió en el norte del país y en otros países.

La Congregación

La Congregación Franciscana por opción no posee obras propias. No cuentan con colegios propios aunque sí pueden trabajar en la docencia. Tampoco tienen propiedades. Por Constitución han optado por tener sólo cuatro propiedades: La Casa de Formación, la sede general y su consejo, una casa de acogida para poder estudiar en Salta y otra casa en Buenos Aires que fue creada para efectos jurídicos.

Por eso y tal como lo destacaron las entrevistadas: “estamos muy felices viviendo aquí con las hermanas. Aquí trabajamos en los grupos de oración y reflexión Bíblica sobre todo en casas de familia y uno de ellos se lleva a cabo acá. Y entre otras cosas, trabajamos con gente del barrio y también nos hemos comprometido mucho como Congregación en materia ecológica”.

Y a modo de enseñanza que bien puede ser trasladada a toda la naturaleza, destacaron: “Nosotros cuidamos mucho nuestro humilde jardín y trabajamos mucho en el, porque hay que saber amar la creación y saber orar con la creación”.

La Congregación cuenta con un proyecto en el que tienen líneas y estrategias por las que deben trabajar. Algunas de ellas son: asumir compromiso, junto a la comunidad, en el cuidado de la higiene, del agua y del hábitat en general y la vida en todas sus formas como servicio al ser humanos y al planeta y concientizar con los medios a nuestro alcance sobre lo pernicioso que es para la salud humana y ambiental la tala de Árboles, la minería a cielo abierto, los agroquímicos y otros modos de contaminación. Buscar un mayor compromiso en el cuidado del medioambiente desde nuestra espiritualidad franciscana y emprender acciones concretas respecto al cuidado del medioambiente.

En tiempos en los que muchas veces el egoísmo prevalece ante cada decisión e iniciativa, estas historias basadas en la humildad y el amor al prójimo merecen ser destacadas.

Por Rocío Fernández