
Para la Justicia de Rosario, el empresario de Gualeguaychú Juan Pablo Baggio es responsable del encubrimiento de una salidera que terminó con el homicidio del dirigente deportivo Julio Bereciartu.
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Se entendió que Baggio ocultó la información para no detallar una operación por 1 millón de dólares. El empresario acompañaba al también gualeguaychuense Bereciartu en octubre de 2012, cuando ambos iban en una camioneta Toyota Hilux llevando el dinero. Dos desconocidos movilizados en una moto dispararon al automóvil y Bereciartu falleció a causa de los balazos que recibió.
Cada vez que el dirigente deportivo entrerriano Julio Bereciartu viajó a Rosario durante sus últimos ocho años lo hizo para retirar dinero de una financiera y por encargo de la empresa en la que trabajaba. Así lo reveló su viuda luego de que dos motociclistas lo asesinaran de un tiro en un asalto ocurrido frente a la terminal de ómnibus, en octubre de 2012, cuando iba en una camioneta con el hijo de su empleador, Juan Pablo Baggio, de 26 años. Este muchacho siempre negó que se tratara de una salidera y ahora fue procesado por encubrir el crimen. Para el juez de Instrucción Javier Beltramone, ocultó el paso previo por una casa de cambios para evitar que se investigue “el origen de los fondos” que buscaban los maleantes.
El diario La Capital de Rosario señaló que en la misma resolución el juez llamó a indagatoria al “responsable o titular de la firma Rosenthal SA”, ya que numerosos testimonios sostienen que la víctima había retirado dinero de esa casa de cambios antes del fatal ataque. Y del expediente surge que la firma ubicada en Córdoba 1.441 obstruyó el aporte de información a la causa. Bajo idéntica acusación el magistrado citó al padre del joven procesado, el empresario de Gualeguaychú Pablo Rufino Pino Baggio, ante la sospecha de haber iniciado el ocultamiento de datos en comunicaciones telefónicas con su hijo.
Por último, Beltramone pidió a sección Sumarios Administrativos de la Policía que determine posibles responsabilidades ante la “paupérrima actividad” de la investigación policial, que solo recolectó cuatro testimonios, tras un crimen ocurrido “a plena luz del día, frente a cientos de personas” y cuyos autores nunca fueron detenidos.
El 10 de octubre de 2012 viajó a Rosario en compañía de Juan Pablo Baggio, hijo de su empleador, en una camioneta Toyota Hilux. A las 14.20, cuando estaban detenidos frente al semáforo de Santa Fe y Cafferata, dos motociclistas abordaron al conductor. Quien iba como acompañante bajó de la moto Yamaha YBR, amenazó a Bereciartu con un arma y en un forcejeo realizó dos disparos. Una bala le ingresó al conductor por la axila izquierda y lo mató casi en el acto. Los ladrones se llevaron una campera que tiraron al piso al escapar.
Desde un primer momento Baggio negó que hayan tenido dinero encima y que se tratara de una salidera. “Escuché gritos como ‘dame algo, dame algo, dale apurate’, y vi a un muchacho con un casco negro. Julio le da una campera y este salió con la moto a toda velocidad”, contó el muchacho, que declaró que no fue “a ninguna entidad bancaria o financiera ese día”. El joven siempre sostuvo que había viajado con Bereciartu a revisar el estado de unos campos en Victoria y que luego decidieron cruzar a Rosario para almorzar y recorrer un shopping.
Ese relato, para el juez, resulta “insuficiente” y contradictorio con la mecánica de los hechos. Por empezar, el joven mencionó solo un disparo cuando se constataron dos. El primero, para amedrentar, fue cerca de la ventanilla. De abajo hacia arriba la bala 9 milímetros hizo estallar el vidrio y salió agujereando el techo. El segundo “ocurre cuando hay resistencia y sobreviene el fatal desenlace”, a muy corta distancia, con el cuerpo del matador dentro del vehículo.
Lo que pasó entre uno y otro disparo es lo que, a su criterio, explica el crimen: “Lo que se infiere es que hubo un tiroteo por algo que había que evitar, algo grande: evitar el robo de una gran suma de dinero”. Se puede pensar en una confusión propia del momento, concedió, pero concluyó que “es difícil no recordar dos disparos”.
El juez evaluó que Baggio “nuevamente mintió” cuando dijo que el conductor avanzó una cuadra y recién entonces le dijo que lo habían herido. “Es impensable que no se hubiera dado cuenta de que estaba herido”, dijo, y recordó que lo primero que hizo al detener la marcha fue bajar y hablar por teléfono con su padre, “con la inverosímil y absurda justificación de que llamara una ambulancia desde otra provincia”. Luego, según testimonios, permaneció dentro de la camioneta y no quiso subir a la ambulancia. Es que, para el juez, quedó acreditado que ambos habían retirado minutos antes una suma no precisada de dinero de la casa céntrica de cambios Rosenthal. Si fuera verdad que resolvieron de manera imprevista recorrer 15 kilómetros desde Victoria para almorzar en Rosario, el juez no se explica por qué no llamaron para avisar de ese cambio de planes.
¿Un millón de dólares?
El dato de que el motivo del viaje era ir a Rosenthal fue precisado por la ex esposa de Bereciartu, que se cruzó y charló con él la noche anterior al viaje. El hombre le contó que iba “a buscar dinero a Rosenthal para comenzar un emprendimiento agropecuario”. “No me dijo la cantidad de dinero, pero se habla de 1 millón de dólares”, abundó, y detalló que Baggio le confirmó en el velorio el paso por la casa de cambios, “varias cuadras” antes de sufrir el ataque.
La viuda de la víctima contó que durante ocho años su marido viajó a Rosenthal para realizar “operaciones financieras”. “Ir a Rosario era viajar a una financiera”, resumió.
Indagarán a dueño de financiera
El juez de Instrucción Javier Beltramone llamó a prestar declaración indagatoria a “quien resulte responsable o titular” de la financiera Rosenthal por encubrir el crimen de Julio Bereciartu. La acusación se basa en los obstáculos reiterados que encontraron el secretario del Juzgado y un perito informático al intentar secuestrar registros ligados al caso en la tradicional casa de cambios.
Hubo “ciertas actitudes de la gente de Rosenthal que entorpecieron la labor policial”, declaró en el Juzgado el perito. “Nos pasearon por todos lados. Subimos dos pisos, bajamos tres, volvimos a la planta alta, nos invitaron a ingresar a la sala de directorio, todo hasta esperar que supuestamente llegara el abogado de la empresa”, contó.
El perito reveló que dos chicas de la mesa de entradas les pidieron identificaciones que cargaron a un sistema de ingreso computarizado. Cuando el secretario judicial pidió, de ese mismo sistema, la lista de quienes ingresaron al edificio el día del hecho, “se cayó el sistema”. Y a los 15 minutos, cuando volvió, no figuraban datos de las personas buscadas ni del ingreso de los mismos investigadores.
Imposible
“La gente de la empresa nos informaba que iba a ser imposible conseguir imágenes del lugar porque la filmación se ‘pisa’ cada 48 horas. Lo llamativo fue corroborar que sí estaban las filmaciones desde principios de 2012”, añadió el especialista.
Además precisó que al no observar el ingreso de Bereciartu por el acceso principal, solicitó registros del ingreso trasero, por el estacionamiento. Entonces lo hicieron dar vueltas hasta que “casualmente el chico de sistemas pudo ingresar a esas cámaras, pero solo había grabaciones del día. Las anteriores habían sido borradas”, contó el perito. Al retirarse, escuchó que ante una pregunta en la recepción sobre operaciones en la bolsa, la respuesta de la empleada fue: “¿Las operaciones en blanco o en negro?”.
Dato. Bereciartu tenía 52 años y era presidente del club Tiro Federal de Gualeguaychú, donde vivía con su esposa y dos hijos. Tenía otros dos hijos de su primer matrimonio. Durante años trabajó para la empresa alimenticia RPB que fabrica y distribuye los jugos Baggio. Por diferencias entre los hermanos dueños de firma, a mediados de 2012 se desvinculó tras 23 años de servicios y comenzó a trabajar para uno de los socios, Rufino Baggio, a quien lo unía una relación de amistad. Se ocupaba del arrendamiento de campos y el alquiler de propiedades.
DE LA REDACCIÓN
EL ARGENTINO/Agencias
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