
Siempre existió el mito de la conjuración o maquinación en cuanto al manejo del mundo.

Redacción EL ARGENTINO
Por Luis Alberto Dalcol*
El sociólogo argentino José Luis De Imaz - coautor en otros textos con nuestro compueblano Julio Irazusta -, en su obra “Los que mandan” (EUDEBA 1964), visualizó que en ese entonces, a nuestro país la gobernaban unas 200 familias cercanas al Jockey Club y a la Sociedad Rural. Las conspiraciones han estado permanentemente presentes a lo largo de la historia y en todo lugar.
Con la aparición de internet, y el desarrollo en proceso de la inteligencia artificial generativa - y de otras técnicas que vendrán -, aparecen como herramientas que bien pueden abonar esta teoría y que la confabulación se materialice con mayor facilidad.
La realidad actual nos muestra que cuatro o cinco empresas (una de ella con pronunciamiento judicial de “monopolio ilegal”) recogen la información que transita por las redes y de ese acopio pueden conocer y ordenar las conductas de las personas. No solo ello, puede desconectar y paralizar los sistemas operativos y alterar el funcionamiento del planeta.
Es decir que actualmente se depende de tecnologías que están concentradas en pocos jugadores privados. Si bien unos dependen de otros, son muy pocas las unidades; y, consensuadas, tendrían la posibilidad y capacidad de alterar el orden acorde a una planificación unificada y deseada.
La situación asemeja a la metáfora del cruce del Río Rubicón en la Italia de Julio Cesar (49 aC), un punto de no retorno.
Esta anotación no es apocalíptica. Intenta mostrar la realidad actual que es técnicamente fabulosa, pero que está desprendida de un rumbo filosófico humanista y universal que la preceda y la guíe. El deber ser se ve detrás del avance de la ciencia.
No se puede calificar que los designios de las empresas sean equivocados, erróneos, mal intencionados; sino que se presentan como decididitas fundamentales. Resoluciones de pocos, que cuentan con la alternativa de modificar los rumbos.
Inevitablemente el próximo mundo será otro. Internet habilitó caminos impensados. Todos podemos conjeturar, pero nadie se anima a acercar certezas. La única razón posiblemente radique en que el hombre deberá preocuparse más por el hombre mismo, por sus relaciones. Educar con sentido reflexivo y crítico ante la evolución ineludible. En esta cuestión sí estamos seguros que tendremos que profundizar y consolidar - desde la niñez y con mucha firmeza - por la vida, por el equilibrio espiritual y por la permanente búsqueda de la paz.
El mundo nunca termina de construirse.
*Contador
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