
Luego de la etapa de testimonios que se produjo la semana pasada, hoy será el día de los alegatos en el juicio por abusos y corrupción de menores que se sigue contra el cura Marcelino Ricardo Moya.

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Desde las 16 en los Tribunales de Concepción del Uruguay, donde los jueces María Evangelina Bruzzo, Alberto Seró y Fabián López Mora, escucharán a los defensores, Néstor Paulette y Darío Germanier; a los fiscales Mauro Quirolo y Juan Manuel Pereyra y a los abogados querellantes Juan Cosso y Florencio Montiel quienes adelantaron a ANÁLISIS DIGITAL que se sumarán al pedido del fiscal de una pena de cumplimiento efectivo que va entre los 15 y 20 años de prisión por corrupción agravada de menores en concurso real con abuso sexual simple. El caso se conoció en junio de 2015 por una denuncia periodística.
Durante dos días de la semana pasada se escuchó el relato de 17 testigos y víctimas en el juicio oral al cura Marcelino Moya, sobre quien pesan dos denuncias por abuso sexual y corrupción de menores mientras fue párroco de la parroquia Santa Rosa de Lima, en Villaguay.
En la primera jornada, los denunciantes Pablo Huck y Ernesto Frutos relataron las situaciones vividas que los convierten en víctimas de los abusos del sacerdote, quien estuvo presente en esa etapa del debate oral, no público, pero que luego decidió no presenciar el resto de las instancias de testimonios.
Los querellantes adelantaron que se sumaron a los adelantos de pedidos de pena que formularon los fiscales Juan Manuel Pereyra y Mauro Quirolo: entre 15 y 20 años de prisión de cumplimiento efectivo por corrupción agravada de menores en concurso real con abuso sexual simple.
El caso se conoció en junio de 2015 por una denuncia periodística de la Revista ANÁLISIS, donde Marcelino Ricardo Moya fue denunciado por los dos hombres que, en su niñez y adolescencia (años 1995/1996), formaron parte de un grupo que asistía regularmente a la parroquia Santa Rosa de Lima y que eran alumnos del Colegio La Inmaculada, de Villaguay.
El cura había llegado a principios de los ’90 a Villaguay. Era un personaje expansivo, que generaba empatía y que supo cubrirse de una pátina de cura bueno, que se ganaba el aprecio de todos con sus incursiones en festividades gauchescas en las que despuntaba como payador.
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