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Edificios del Ferrocarril Urquiza: entre el deterioro y la esperanza

Dejaron de utilizarse a fines de los años 70, pero durante la década neoliberal de los 90 y la política de desguase de los ferrocarriles, les significó el golpe de gracia.

Viernes, 29 de Noviembre de 2013, 22:20

Por 4

Son predios enormes con edificaciones sólidas que pueden ser empleados para fines sociales, pero el abandono y el vandalismo los está destrozando.

La Estación Palavecino a tan solo 25 Km de Gualeguaychú, es una reliquia arquitectónica abandonada, que se cae a pedazos con el paso del tiempo y el vandalismo.

Las vías que una vez fueron un sistema de comunicación confiable para las centenares de familias que vivían en las zonas rurales aledañas a la estación, hoy están cubiertas de vegetación e irremediablemente oxidándose por el paso del tiempo.

El Ferrocarril tuvo su tiempo de esplendor hasta fines de la década del sesenta y el tramo de 60 Km que iba desde la estación de Gualeguaychú –hoy devenida en el Corsódromo- pasando por Palavecino, Almada, hasta llegar al nudo ferroviario de Parera, fue una vía de comunicación vital para el crecimiento y desarrollo de los pueblos, localidades, colonias del interior del país. Hoy los edificios de las estaciones ferroviarios presentan un estado total de abandono y en el caso de Pastor Britos no quedan siquiera los cimientos de lo que fuera una Estación, debido a que se desmanteló completamente.

La estación Palavecino, pertenecía al denominado ramal Basavilbaso – comprendido por Faustino M. Parera - Gualeguaychú, de 100,6 km, que comprendía las estaciones: Basavilbaso, Gilbert, Urdinarrain, Faustino Parera, General Almada, Palavecino, Gualeguaychú, hasta llegar al Puerto de Gualeguaychú.

En 1901 las estaciones de este ramal se denominaban: Gobernador Basavilbaso, T. Gilbert, Urdinarrain, Pastor Britos, Almada, Palavecino, Gualeguaychú.

La línea Gualeguaychú – Basavilbasso fue construida por el gobierno entrerriano con arquitectura inglesa, sólidas con buenas paredes, pisos y techos, sobreviviendo al cierre de ramales que tuvo su golpe de gracia, durante la infame década neoliberal de Carlos Menem, que desmanteló los ferrocarriles.

La consecuencia directa e inmediata de estas políticas cortoplacistas, fue el empobrecimiento y la migración de los pobladores nativos de los pueblos rurales a las grandes ciudades acrecentando su cordón de pobreza.

Hoy en aquellas localidades por donde pasaba aquel “gusano de hierro humeante”, son hoy pueblos fantasmas.

El impresionante atraso de la red vial departamental, requiere de un constante mantenimiento de Vialidad Provincial, pero al ser un departamento con más de 2200 Km de caminos de tierra que mantener, los trabajos son deficientes, aislando más a las localidades rurales durante las temporadas de fuertes lluvias, cosa que hace cien años atrás no sucedía por el paso del tren, que no sólo comunicaba a los pobladores rurales con las grandes ciudades, sino también permitía el transporte de ganado y cereales para su comercialización.

Es por eso que al igual que la Estación Almada, hoy totalmente abandonada y sin ningún tipo de uso por parte de la Junta de Gobierno, contaba con instalaciones de depósito y oficinas debido a que atendían el servicio de cargas y pasajeros.

A su vez cuando se inauguró el ramal en 1890, las estaciones cumplían las funciones de estafetas de correo y el envió de telegramas telegrafiados. Tecnologías que fueron vitales para el desarrollo de pueblos y colonias, que hoy solo son historia de un pasado donde existía un proyecto de país federal.

En las estaciones se construyeron galpones en donde las empresas agropecuarias acopiaban el cereal, como fue el caso de la firma Goldaracena Hermanos, que en cada estación contaba con un galpón o centro de acopio para el trigo y el lino, además de la comercialización de implementos agrícolas para la actividad de la labranza de los colonos.

Estos emprendimientos, generaron empleos genuinos, sentaron sentimientos de raigambres en las familias y poco a poco se fundaron escuelas, clubes sociales, centros de salud, almacenes de ramos generales, llegó Obras Sanitarias de la Nación y la electrificación rural.

Todos estos adelantos pueden verse hoy en Estación Parera, que era el nudo ferroviario departamental, y la parada obligada de los viajeros que partían desde Gualeguaychú, para tomar otros destinos en la provincia, o ir hasta el norte del país o llegar hasta Buenos Aires, una vez que a mediados de los años 70 entró en servicio el complejo vial y ferroviario Zárate- Brazo Largo.

Todo este movimiento logístico hacía que a Parera llegaran en promedio ocho trenes diarios y en la estación trabajaran treinta personas, mientas que en su época de esplendor, el pueblo llegó a tener más de mil habitantes, cosa que ni siquiera hoy con las promesas de pavimentación de la ruta provincial 51, se logra revertir su fantasmagórico estancamiento.

Parera hoy tiene un poco más de 150 habitantes, con viejos almacenes cerrados y hasta un barrio de viviendas sociales de diez casas abandonadas y sin terminar, debido a que nunca lograron encontrar familias para convertirlas en futuras adjudicatarias.

 

Los proyectos

 

La comunidad de Parera nunca pudo despegarse de sus orígenes ferroviarios y a diferencia de los pueblos rurales que componían el ramal Parera, Almada, Palavecino, Gualeguaychú, sus pobladores supieron conservar la historia e hicieron un museo en la estación, que por gracias del destino aún puede ver pasar trenes de carga provenientes del norte del país.

No sucede lo mismo con la estación Almada y Palavecino. En Almada hay una familia viviendo en el lugar que alguna vez sirvió como vivienda para el jefe de la estación. Su imponente galpón que alguna vez fue utilizado para depósito, está prácticamente intacto; sin embargo la junta de gobierno de Almada no le da ningún uso social a esas instalaciones.

En Palavecino, la situación es caótica, años de despojo y abandono, provocó que los vándalos se hayan robado hasta los mosaicos de las habitaciones, tirantería del galpón de estiva y hasta las aberturas.

Con una superficie de 30 hectáreas, el predio es ideal para realizar actividades turísticas o recreativas, siempre y cuando sea acondicionado.

No obstante, la entidad Narcóticos Anónimos, que funciona en la actualidad en calle Belgrano 123 de nuestra ciudad, tiene desde hace años un proyecto de crear una granja para la recuperación de jóvenes y adultos adictos, reacondicionando las pocas instalaciones que quedan en píe y las 30 hectáreas restante para la realización de emprendimientos hortícolas y ganaderos, con el fin de solventar la granja, además de cumplir la función de laborterápia para los jóvenes. Lamentablemente este proyecto no prosperó y las instalaciones se deterioran año a año, pese a que como lo supo hacer a principio del siglo XX, puede seguir ayudando a muchas personas a descubrir otros horizontes y diseñar un mejor futuro.

 

POR DIEGO ELGART

EL ARGENTINO

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