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Darío Sztajnszrajber: “La igualdad supone la diferencia”

 Darío Sztajnszrajber es filósofo. El jueves pasado ofreció una disertación en el Teatro Gualeguaychú donde abordó el tema de la otredad bajo el título “Pensar al otro: entre el amor y la política”.

Domingo, 7 de Junio de 2015, 1:15

Por 4

Poco antes, recibió a EL ARGENTINO para dialogar sobre este tema, pero también la reflexión sobre “la identidad como una relación con uno mismo, mientras que la igualdad es una relación con el otro”. En ese marco, coincidirá con Friedrich Nietzsche que el lenguaje es un campo de batalla y por eso “se está todo el tiempo en una disputa por el sentido de las palabras”. 

Pondrá luz en la agitación que desde algunos sectores se esfuerzan por amplificar para que se internalice el concepto de que la política está asociada con lo malo y lo corrupto. Sin eludir el análisis de la crisis política en el país, sostendrá que la anti política no es otra cosa que “retirar a la política del escenario de las decisiones para que actúe sin límites la economía de mercado”. Y dirá algo más al final del diálogo para inaugurar nuevos pensamientos: “La igualdad supone la diferencia”.

 

-Nos cuesta mucho pensar al otro como un par. Incluso puede ocurrir que cuando se piensa en el otro se visualiza a alguien tan distinto, que a veces hasta se lo puede considerar como un enemigo o alguien que infunde temor.

-Hoy es un tema capital de la filosofía la cuestión de la otredad. Esto debe ser ligado a lo que en filosofía se conoce como ética de la hospitalidad. Es toda una manera de pensar al otro que entra en tensión con quien ha sido el paradigma de la otredad durante muchos siglos y que es la tolerancia. Hoy la filosofía está deconstruyendo la tolerancia, mostrando que detrás de la supuesta apertura del tolerante, en realidad se sigue ejerciendo un poder y una jerarquía. Por eso la idea de par es interesante para comenzar a dialogar sobre este tema, porque es una idea cuestionable. El otro en realidad nunca encaja; porque si encaja entonces termina siendo lo que uno pretende o necesita que sea para mí propia expansión y mi propia tranquilidad.

 

-En educación –pero en otros ámbitos ocurre lo mismo- se observa mucho el concepto de la integración, pero exigiendo que el otro a integrar deje de ser como es para pasar a ser como los demás.

-Así es y eso da lugar, casi elásticamente, a permitirle a esa persona que exista y entonces me creo abierto porque concedo. Pero esa concesión nunca va más allá del límite de quién es uno. En realidad, se teme al otro, que en su radicalidad y en su diferencia puede sacarme de mí mismo. El otro causa temor porque logra revertirme contra mis propias limitaciones. Ese temor que genera la diferencia del otro hace que levante muros para que ese otro no ingrese y así no me desestructure. 

 

-Ese podría ser un muro que excluye. ¿Hay otras clases de muros?

-Por supuesto. Están aquellos que hacen del otro aceptable en la medida que deje de ser lo que es, en que pierda su particularidad.

 

-¿El otro puede ser alguien que uno no se animó a ser?

-Me encanta que sea así pensado. Lo pienso desde otra perspectiva, pero apunta a lo mismo. 

 

-El otro nos completa…

-Justamente, eso no. Porque si me completa lo termino usando (al otro) para un proyecto mío. Entiendo que la libertad no pasa por ser uno mismo, sino por dejar de ser uno mismo. Uno es esclavo de uno mismo. Porque ese ser “uno mismo” está vinculado con los propios dogmas.

 

-Se nos enseña que la libertad termina en donde comienza la de los demás. Pero habría que pensar que nuestra libertad en donde comienza la del otro no termina, sino que se hace más grande. Porque de nada sirve mi libertad sin la libertad del otro…

-Incluso agregaría que la libertad del otro es más importante que la mía. Pero nosotros vivimos en una cultura muy basada en el ego, que nos imposibilita pensar la otredad, salvo si lo hacemos como un medio utilitario para nuestro propio desarrollo.

 

-Muchas veces se dice que los medios de comunicación son independientes. Es un error, porque al vivir en sociedad se tiene dependencias. Distinto es pensar a los medios de comunicación como libres.

-La categoría de libres es mucho más amplia y genuina que la de independiente. El concepto de independencia ha sido abusado. Se ha hecho de la independencia casi siempre una proclamación de una situación de normalidad, pero esconde nuestros propios intereses. Además se es independiente en relación a algo. Y ese algo no es necesariamente quien te esclaviza. Muchas veces leemos y escuchamos hablar de la independencia pero para hablar de su propio interés o su propia individualidad, por encima de los demás.

 

-La identidad es un concepto de oposición por excelencia. Si soy Nahuel no soy Darío. Pero también la identidad es un concepto de acumulación. Entonces se puede pensar que vivo en Gualeguaychú, en Entre Ríos, en las tierras de Artigas, en América Latina, y en un punto soy igual a Darío. Es decir, la identidad no es solamente la oposición para reconocerme, sino también la acumulación de la diversidad para saber quién soy. Y a la vez no es lo mismo identidad que igualdad.

-Es cierto. No es lo mismo identidad que igualdad. La identidad supone una relación con uno mismo, mientras que la igualdad es una relación con un otro. El modelo de la identidad occidental, ha sido aquel que en nombre de su propia autoafirmación, ha avasallado al otro. Soy más en la medida que el otro sea menos o directamente no sea.

 

-¿Puede dar un ejemplo más concreto en el aquí y ahora?

-A un argentino no le es difícil reconocer la identidad de un brasileño o un boliviano, pero le cuesta mucho reconocer la identidad o las otredades de la propia Argentina. Así, los “cabecitas negras”, porque para esa persona el “cabecita” no tiene identidad y mucho menos puede ser el dueño de este país. Para esa persona el “cabecita” es el hijo de la mixtura y en ese pensamiento la mixtura es la impureza, lo que está “contaminado”. Al “cabecita” todo le debe llegar a medias. La figura de la falencia es muy propia de occidente. En occidente el dominante posee falo, la mujer no lo tiene y por eso es dominada. Es blanco, posee inteligencia, posee racionalidad… posee, es amo, es dueño, es señor, es propietario. Y aquí aparece otra cuestión: los purismos. Frente al purismo europeo occidental, no está bueno salir en defensa de un purismo esencialista indoamericano. Es un chauvinismo que aparte esconde lo mismo que se cuestiona: que existe una esencia. Lo que puede generar la cultura de la diferencia indolatinoamericana es la oposición al pensamiento binario, del pensamiento purista. Todo es mixto.

 

-Pero frente al purismo del dominador es natural salir a responder con un purismo propio.

-Sí, pero debe ser una situación de tránsito. Recuerdo que Hannah Arendt, pensadora judía, toda su vida intentó demostrar que su particularidad judía debía ceder frente a los valores universales. Y decía, abogo por el universalismo, pero cuando me atacan por ser judía, me defiendo como judía. Pero son momentos, es una situación particular y transitoria.

 

-Usted tiene 46 años. Generalmente ha vivido que la cultura ha ido por delante de las leyes. Sin embargo, este es un período donde se han aprobado leyes que están por delante de la cultura. Es el caso, a manera de ejemplo, del matrimonio igualitario.

-Coincido con esa observación. Y le agregaría ley de género, ley de medios, ley de muerte digna, ley de fertilidad asistida. Pero hay algo más en lo que observa: alguien podría decir que existe una mayoría que no se sentiría representada por esas leyes, al menos de manera lineal, a pesar de que son leyes aprobadas por un gran consenso en el parlamento argentino. Lo que voy a decir no tiene ningún basamento científico: creo que desde que se aprobó el matrimonio igualitario, muchas personas cambiaron su forma de pensar. Creo, en ese sentido, una eficiencia de la política al menos en esas leyes. 

 

-La palabra también nos conforma como personas. Qué nos pasó como sociedad cuando alguien como Aldo Rico monopolizó en su momento la palabra “dignidad” a través de su movimiento o Álvaro Alsogaray que era presentado como liberal cuando era conservador.

-El lenguaje es un campo de batalla y las palabras no tienen un significado lineal sino que se van resignificando en una batalla de sentido. Friedrich Nietzsche definía a la verdad como un ejército de metáforas en un permanente combate. Sólo él podía usar la palabra ejército y metáfora en una misma oración y que encima quedara bien. En el fondo estamos todo el tiempo en una disputa por el sentido de las palabras. Recuerdo cuando Milton Friedman, padre del liberalismo, salió a defender el consumo de drogas. Y entonces el establishment le cuestionó esa postura y él respondió: soy liberal para todos los temas.

 

-Se observa desde hace mucho tiempo que un ciudadano promedio expresa que la política es una porquería, lo asocia con lo malo, lo corrupto. Pero no hay una valoración en el sentido de lo que una persona es y hace es político.

-Volvemos al tema del lenguaje. Del mismo modo que se referenciaba la palabra “dignidad” y “libertad” hagamos ahora con el término “política”. Agitar el concepto de enemistarse con la política es un artilugio para evitar que la ciudadanía se comprometa, participe y asuma mayores controles. Y junto con esto, hay que reconocer que también existe una crisis de la política. Los sectores “anti políticos” han sabido leer muy bien esa crisis y proponen a la anti política como alternativa. ¿Qué es la anti política? Es retirar a la política del escenario de las decisiones para que actúe sin límites la economía de mercado. Ahora, los que creemos en la política, lo peor que podemos hacer es salvar a la política tradicional, sino ver de qué manera podemos repensar lo político que no es lo mismo que la política.

 

-Entonces la diferencia es para la igualad.

-Por supuesto. La igualdad supone la diferencia. 

 

Por Nahuel Maciel 

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