
Realmente resulta increíble que ante una situación tan clara como la vivida el miércoles al mediodía en el barrio Molinari haya que hacer aclaraciones. Pero evidentemente hay que hacerlo.

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Iván Pérez fue asesinado por un agente policial. Lo vio todo el barrio. Iván estaba en un descampado, desarmado. El policía apuntó a la distancia y apretó el gatillo de su pistola reglamentaria. Iván cayó muerto de un tiro en la cabeza, porque el policía decidió matarlo ¿Hay entonces algo que justifique esto? Nada. Por si acaso fuera necesario, cabe agregar que el Jefe Departamental de Policía, Christian Hormaechea, además expresó en distintos medios que Iván no puso en ningún momento en riesgo la vida de los agentes policiales ni la de ningún tercero. La situación es clara: a Iván Pérez lo mató la policía.
Sin embargo, en este contexto de profundo dolor y conmoción, por lo que esto implica socialmente que un policía asesine a una persona (desarmada y en un descampado y a la vista de todos), algunos medios de comunicación han elegido el perverso camino de poner en observación a la víctima (Eso sí, nunca al victimario). Así han expuesto la vida de Iván, sus problemas, los han analizado, mezclan y comparan con otros casos, abundan en datos personales ¡Como si la biografía de la víctima tuviera algo que ver con la decisión criminal del victimario! Incluso algunos, han hecho notas sobre la madre de Iván, el embarazo de su hermana, y demás cuestiones privadas de la familia ¿Pueden ser tan miserables de no respetar el dolor ajeno?
Pero ¿por qué aparecen estos discursos? Ante semejante obscenidad de violencia policial ¿resulta oportuno evaluar la vida de Iván? ¿Acaso cambia algo si Iván consumía drogas o si no consumía? ¿O será que los medios adscriben a la idea de que si consumía drogas merecía morir? Y si robaba ¿la Policía podía sin más matarlo?
El objetivo de algunos medios de comunicación es evidentemente relativizar la gravedad del caso, culpabilizando a la víctima. De esta forma la sociedad se representa de forma negativa a la víctima, y por ende acepta o justifica, con mayor o menor grado, su muerte. Sea por conveniencia, para vender más, o por simple “inercia” de cierto “estilo informativo”, es lo que hacen, y recrean irresponsablemente las peores expresiones y sentimientos de nuestra sociedad.
¿Y por qué nos preocupa tanto? Porque la banalización de situaciones violentas y criminales lleva a su naturalización, y sientan un precedente peligrosísimo.
En estos últimos cuatro años la Policía de Entre Ríos mató a Sebastián Briozzi, Gabriel Guzmán, y Miguel Varela, en condiciones similares. Se observa en todos los niveles un recrudecimiento en la violencia policial. Hay un agente imputado por un caso de torturas a un joven, en nuestra ciudad, y se acrecientan los casos de malos tratos, apremios ilegales, golpizas brutales. Eso es lo que verdaderamente debería estar en debate, en la mesa de discusión, porque implica riesgos para toda la sociedad. Riesgos imprevisibles, que se traducen en más violencia y menos seguridad.
La forma en que la comunidad de Gualeguaychú traduzca y descifre este hecho, definirá la comprensión del problema. A Iván no lo mató la droga, ni su historia. A Iván lo mató la policía. Pidamos justicia por Iván, y luchemos por tener una policía profesional, no una policía criminal. Por una sociedad verdaderamente segura y democrática.
Por Ignacio Journé
El autor de este artículo es sociólogo.
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