Por Sandra Insaurralde
Carmen Colombo no tiene horarios fijos. Su día empieza en el trabajo formal, sigue en casa atendiendo a los más “viejitos” que ya no pueden vivir en el refugio por cuestiones de salud, y termina en La Casita, el espacio que fundó en 2008 junto a un grupo de amigas para salvar a 32 perros que vivían en el Parque Unzué. “Los iban a juntar porque venía la temporada turística. Nos entró la desesperación de buscar un lugar donde poder llevarlos y cuidarlos sin que corrieran ningún riesgo”, recordó Carmen en diálogo con EL ARGENTINO.
Desde entonces, el refugio La Casita se convirtió en un hogar para decenas de animales, especialmente adultos mayores. Hoy alberga a 37 perros, muchos con más de diez años, que requieren cuidado constante. “Ya están todos viejitos. Requieren mucha atención, medicación para sus huesitos o para otros problemas de salud que tengan. Un buen alimento para viejos”, contó Carmen, con la ternura de quien ha hecho del cuidado una forma de vida.
Una historia tejida con compromiso y voluntariado
El refugio nació con cuatro personas. Hoy, Carmen es la única que sigue desde el inicio. A lo largo de los años, se han sumado voluntarios que colaboran con la limpieza, los paseos y el acompañamiento. “Siempre hay un grupito que colabora. Los fines de semana son especiales porque estamos muchas horas en el refugio con ellos”, dijo la proteccionista.
La rutina incluye limpieza, agua fresca, alimento, medicación, recreos diarios y chequeos individuales. “Se controla perro por perro, se ve si está bien, si no está decaído. En verano se baldean los caniles, se los moja un poco. En invierno se abrigan, se les ponen cuchas con mucho abrigo”, detalló.
Carmen hace una gran valoración sobre el voluntariado: “Son fundamentales. El refugio tiene gente que trabaja para mejorarlo. Son las chicas que me acompañan los sábados y me ayudan a realizar la limpieza general y a las chicas que se ocupan de organizar la feria, eso sería el voluntariado del refugio”.
A su vez, menciona a la gente que se acerca: “Hay muchas personas que colaboran, por ejemplo para cuando surgen gastos extras o, también están los padrinos solidarios que mes a mes, aportan su cuota porque tienen algún perrito que es su ahijado. Esta gente colabora con alimento, remedios o económicamente.”
La economía del cuidado
En un contexto de crisis económica, donde el precio de los alimentos y medicamentos se multiplica, sostener un refugio se vuelve una tarea titánica. “Los desafíos que enfrentamos hoy como refugio son las enfermedades. Cada enfermedad implica gastos mayores: consulta veterinaria, placas, análisis, medicación, ecografías”, explicó Colombo.
La Casita se sostiene con el aporte de vecinos, padrinos solidarios, amigos que responden ante los llamados de emergencia y ferias americanas que organizan dos veces por mes. “Nuestras ferias son muy lindas, muy baratas. Todo ese dinero va hacia el alimento, los remedios, lo que haya que comprarles para que estén bien”, detalló Carmen.
El municipio aporta un subsidio que les permite mantener a una colaboradora que asiste por las mañanas. Carmen va por las tardes: “Todo esto surgió a raíz de que estuve enferma hace un par de años. Hablé con el veterinario del gobierno anterior y él lo solucionó otorgando un subsidio para que pudiera pagarle a alguien y hasta hoy lo mantenemos”, relató a EL ARGENTINO.
En julio de este año recibieron ayuda con bolsas de alimento para los perros mayores. “Estamos muy agradecidas. En esta lucha, toda ayuda suma”, afirmó.
Refugios en crisis: entre robos y la lucha diaria
La historia de La Casita no es aislada. En Gualeguaychú, los refugios de animales enfrentan desafíos crecientes en un contexto de crisis económica, inseguridad y falta de políticas públicas sostenidas. El caso del Refugio Patitas, ubicado en el predio del ex Frigorífico, es un ejemplo doloroso: en agosto de 2025 sufrió dos robos en una semana. “Se llevaron el inodoro y después la bacha del baño. Se están armando el baño”, ironizó Viviana “Coqui” Carbó, referente proteccionista a un medio local.
Estos hechos no solo afectan la infraestructura, sino que desmoralizan a quienes sostienen estos espacios con trabajo voluntario y recursos propios. La inseguridad se suma a la falta de apoyo. Si bien el municipio otorga subsidios puntuales, no existe una política integral que garantice el funcionamiento de los refugios ni la atención veterinaria sostenida.
Por otro lado, no hay datos oficiales publicados sobre cuántos refugios de animales existen actualmente en Gualeguaychú. La información disponible proviene de medios locales y testimonios de proteccionistas, pero no existe un registro público consolidado. Esta ausencia de datos dificulta la articulación entre instituciones, la asignación de recursos y el diseño de políticas públicas de protección animal.
La falta de consenso político y la escasa articulación institucional dejan a los refugios en una situación de vulnerabilidad. Las ferias solidarias, los padrinos voluntarios y las redes comunitarias son hoy el principal sostén de estos espacios. En ese contexto, el trabajo de Carmen Colombo y su equipo en La Casita se vuelve aún más valioso: no solo cuidan a los animales, sino que sostienen una ética del cuidado que interpela a toda la sociedad.
El vínculo humano-animal como acto político
Para Carmen, el vínculo con los animales es esencial. “Desde chica tuve un apego especial con ellos. Siempre consideré que sentían lo mismo que nosotros. Si a nosotros nos duele algo, a ellos también”, comentó a EL ARGENTINO. Su hija fue criada con esa misma sensibilidad. “No es tan fanática como yo, como me dice ella, pero aprendió lo que es respetar la vida de un animal”.
Ese respeto se traduce en una ética del cuidado que atraviesa cada acción del refugio. “El animal entrega su vida por nosotros sin esperar nada a cambio. Es feliz con el solo hecho de estar sentado al lado nuestro mientras tomamos mate. Tiene ese amor incondicional y esa fidelidad que no tiene ningún otro ser”, reflexionó la proteccionista.
Un mensaje para la comunidad
Carmen no duda al dejar su mensaje: “Aprendamos a respetar a los animales. Seamos su voz. Digamos no al maltrato y a la crueldad animal, sea el animal que sea: un gatito, un perro, un caballo, una vaca. Ningún animal merece sufrir ni sentir dolor”.
También invitó a adoptar con responsabilidad, especialmente a los perros adultos. “Un viejito lleva más tiempo, más paciencia, más gastos por su medicación y alimentación. Lleva visitas al veterinario bastante seguidas. La adopción debe ser con total responsabilidad y con mucho amor”.
La Casita es mucho más que un refugio. Es un espacio de resistencia, de ternura organizada, de memoria afectiva. En Gualeguaychú, donde la red de voluntariado y solidaridad sigue viva, Carmen Colombo encarna una forma de liderazgo silencioso pero profundo.
“Yo creo que el animal, en nuestras vidas es como una bendición”, dijo. Y en esa frase, se resume el espíritu de La Casita: cuidar como acto de amor, resistir como forma de vida.
Si podes colaborar busca a La Casita en sus redes sociales de Facebook e Instagram: Refugio La casita o podes comunicarte, también con Carmen Colombo. Todo lo que se pueda donar o ayudar sirve.