
Por 4
Los protagonistas de esta historia son Oderay Colombatto, Mauro Bibel, Pablo Martinolich y Martín Scliar. Los tres primeros son gualeguaychuenses, mientras que Martín es oriundo de Buenos Aires pero vive en Gualeguaychú desde hace ya varios años. Tienen entre 41 y 45 años, familias conformadas y diferentes profesiones en Gualeguaychú, pero lo que los une es el trekking y la pasión por el andinismo. Desde hace tres años que formaron un sólido grupo y tras escalar volcanes y cerros de diferente altura, en febrero cumplieron el sueño de hacer cumbre en el Aconcagua, porque: “más allá de que uno sólo pudo hacer cumbre, la alegría fue de todos”. ¿Cómo empezó esta experiencia? Hace tres años que están juntos… “Hemos hecho tres montañas juntos”, indicó Pablo Martinolich, dejando ver que a través de esta actividad se han ido conociendo como grupo. Las tres montañas que escalaron fueron el volcán Maipo, el cerro El Plata y el Aconcagua. El pionero en incursionar en esta actividad deportiva tan poco frecuente por estos pagos, fue Pablo Martinolich quien recordó que “por mi trabajo (topógrafo) me relaciono mucho con los entornos naturales y además he trabajado mucho en el sur, en zonas montañosas. Fue así que empecé, y como la mayoría lo hice en el Lanín, como primera montaña alta, después tuve la oportunidad de conocer una persona Horacio “Beto” Fuentes, que se transformó en mi maestro y de quien pude absorber toda su sabiduría. Empecé con el Lanín, luego con el Tromen, el Domuyo, el Vallecito… en general vas empezando con escaladas de unos 3.700 metros de altura y luego pasas a lo que se denomina la alta montaña que es de los 4.000 ó 4.500 metros en adelante, ahí es cuando dejas de hacer trekking para vivir algunos días en la montaña, lo que implica tener que llevar más equipo y tener más dificultades, ya que hay que adaptarse a la altura”. Los integrantes del grupo ya se conocían de antes. “Nosotros ya nos conocíamos todos antes de esto… y poco a poco se fue dando de armar este grupo, que si bien fue una prueba, porque una cosa es conocerse acá y otra cosa es ver cómo reaccionan las personas en la montaña”, aclaró Pablo. “Dicen que la montaña saca lo mejor y lo peor de cada persona. La interrelación, cuando son muchos días, es todo un tema en la montaña. Tuvimos esa primera experiencia como grupo en enero de 2014 y realmente fue muy positiva, por la interrelación que tuvimos entre nosotros por el grado de responsabilidad que tomó cada uno en prepararse y después en integrarse”, aseguró. Según relataron los entrevistados “cuando se logra armar un buen grupo de compañeros, ves todo mucho más posible y después de esa experiencia demoramos muy poco en organizar la próxima (el cerro El Plata) que fue en 2015 y fue ahí que empezamos a pensar en el Aconcagua para este año”. “En Gualeguaychú, que estamos del otro lado de la cordillera, conocer gente a la que le interese este tipo de experiencias no es normal ni sencillo”, aseguraron.
¿Qué te da la montaña?
Consultados sobre qué les proporciona esta experiencia que implica un fuerte entrenamiento, sacrificios y esfuerzos, Martín Scliar aclaró primero “es muy importante el grupo con el que se va, ya que, al menos en mi caso es de la única manera que lo haría”. “Yo en la montaña encontré que es uno de los pocos lugares en donde estoy mucho tiempo conmigo mismo, tranquilo, totalmente desconectado de todas las cosas que tenés en la cotidianeidad… es un estado de introspección, de pensamiento y de autoconocimiento que en el único lugar que lo encontré es en la montaña… La primera vez que fui fue medio de inconsciente y me di cuenta que cuando estoy ahí lo disfruto muchísimo”, aseguró. En tanto, Matías Bibel afirmó que “cuando estás en la montaña valoras mucho la familia, los chicos y la salud de todos…” Pablo, por su parte destacó que “la montaña tiene esa capacidad de que, por un lado tenés el pensamiento en lo inmediato pero a su vez tiene esa magia de ponerte en perspectiva para poder ver lo que es realmente importante”. “Nosotros llegamos a la conclusión de que más allá de esta experiencia tan fuerte, nuestra cumbre está en la diaria, con nuestra familia, con los afectos, en la casa, en nuestro trabajo…”. Siempre decimos: “hay que subir a 7000 metros de altura para poder ver que nuestra verdadera cumbre está con los afectos y en la vida diaria”. Asimismo, Oderay Colombatto, destacó que “en la montaña estás siempre pensando en lo inmediato, que no te falte agua, que no te saquen ampollas las medias… pero hay muchas horas de silencio donde solo escuchás tu respiración y el viento, y ahí tu cabeza vuela”.
Experiencia intransferible “En lo que coincidimos los montañistas es en que la experiencia es intransferible”, aseguró Pablo. “Yo puedo pasarme horas tratando de contarte qué es lo que sentimos, cuál es el regocijo… pero realmente poner todo eso en palabras es muy difícil. Ni las fotos, ni las filmaciones pueden transmitir lo que sentimos, señalaron. “Tal como sucede con otros deportes, el andinismo conlleva cierto grado de sacrificio y ese entorno que muchas veces lo padecés es el que te hace sentir, la mayor parte del tiempo, un privilegiado por poder estar ahí. La belleza es inconmensurable y vos tenés todo el tiempo del mundo para pensar”, aseveró Mauro. Y Martín agregó “el momento en que ves salir el sol es inigualable. Vos arrancás la caminata a las 4 de la mañana y estás con frío, estás nervioso, ansioso, pero estás a 6000 metros de altura y en parte te sentís el dueño del mundo… y de repente sale el sol, esa foto no se la puedo contar a nadie, la voy a llevar conmigo toda la vida… Siempre pienso que me encantaría que mis hijos y mi señora vean esto… pero estoy casi seguro que no lo van a ver”, dijo entre risas.
Entrenamiento, equipamiento y alimentación Lo ideal de cada deporte es entrenar de manera específica en lo que vas a hacer y la realidad indica que para entrenar trekking aquí no tenemos el terreno propicio. Consultados sobre cómo se prepararon para semejante proeza contaron que lo más empinado que encontraron en la ciudad es la rampa del ex Frigorífico, pues allí entrenaron un poco los últimos días. “El entrenamiento se hace todo el año, pero para el Aconcagua empecé, en mi caso, en junio”, contó Oderay. Todos coincidieron en que unos seis meses antes, se debe comenzar a entrenar con la cabeza puesta en el Aconcagua. “Cada uno fue asesorado profesionalmente, además nos hacemos un chequeo general. La alimentación es sumamente importante y la hidratación también. El entrenamiento físico lo adaptamos a cada posibilidad, puede ser bicicleta, salir a correr y mucho aeróbico, también algo de gimnasio con musculación… El último tiempo hicimos algunas salidas con mochila, caminatas largas para acostumbrar la espalda”, contaron. En cuanto al equipamiento para una expedición como el Aconcagua, indicaron que es fundamental el tema de la logística del equipamiento, no puede faltar nada pero tampoco debe sobrar nada. Cada gramo que se carga de más, después lo pagás en altura… “Lo básico es una carpa tipo iglú, la ropa, las botas especiales para el último día, bolsa de dormir, agua y comida, calentador, olla, aislante, grampones, bastones…En total son entre 20 y 24 kilos que llevábamos cada uno. Después, entre los cuatro llevábamos equipamiento por unos 40 kilos, que los vamos subiendo en etapas a un campamento que armamos más arriba, pero volvemos a dormir abajo y al otro día, subimos con lo que nos quedó y encontramos lo que habíamos dejado más arriba”, indicaron a la hora de explicar cómo hacían para cargar todo ese peso, en altura con baja presión y oxígeno, y con viento y temperaturas extremas. Según explicaron la alimentación que llevan para estos quince días es variada y va cambiando a medida que se va subiendo. Según relataron el día más frío fue de el día de cumbre cuando hicieron 12° bajo cero en el campamento Berlín, con un viento de 50 km por hora, lo que bajaba la sensación térmica a unos 35°C bajo cero. La ropa es especial y se utiliza con un sistema de capas. La hidratación es importante. Cada uno se ocupaba de beber entre 4 y 5 litros de agua diarios. En los campamentos de aproximación (que son obligatorios) hay agua y en los campamentos de altura hay que derretir nieve “que se llama hacer agua y ese proceso nos llevaba todos los días, por hora reloj, entre tres y cuatro horas”, contaron.
El miedo "Creemos que el miedo es un arma que tiene el cuerpo para ponerte en estado de alerta, no hay que verlo como negativo… el tema es como lo manejás”, contó Pablo Martinolich y agregó que “lo más positivo que tiene esta experiencia es que es un camino de aprendizaje, de cada viaje vamos aprendiendo, en el aspecto deportivo, humano, etcétera”. Según explicaron, el Aconcagua tiene en total 32 rutas con diferente grado de dificultad. Hay rutas muy técnicas y la que hizo este grupo es la ruta normal (noroeste), donde hay un par de pasos en donde hay que trepar con las manos pero en general se puede hacer trekking normal. “Hay pautas de seguridad que no se negocian. La cumbre es seguro hacerla a las 14 horas. Y eso no se negocia”, contó Martín y explicó que “el día cumbre tenés seis horas para regresar a la carpa. Por eso el horario es tan importante. Si son las dos de la tarde y no se llegó a la cumbre ya no es seguro hacerlo”. Hay una pendiente de 75°, en la última parte antes de llegar a la cima. Cabe destacar que a la cima llegó Mauro Bibel, ya que Pablo Martinolich decidió acompañar a Oderay cuando ésta decidió regresar, y Martín continuó unos metros más pero también debió regresar. “Pero la experiencia de Mauro fue la experiencia de todos”, sostuvieron. Respecto a la opinión familiar de esta experiencia, Martín aseguró que “el tema de los riesgos es un tema que se conversa mucho con la familia. Por eso decimos que con responsabilidad, humildad, con alguien profesional, muy bien entrenados, y con el miedo como un llamador positivo, nos parece menos riesgoso que tener una vida sedentaria, con sobrepeso… El riesgo cero no existe pero con este tipo de actividades creemos que vamos a tener una vida bastante saludable dentro de veinte años”. La escalada El proceso de escalada tiene varias etapas: la primera es la aproximación, en el Aconcagua se aprovecha a hacer la aproximación junto con la siguiente etapa, que es la aclimatación, esto te lleva unos tres días. Una vez que estás en el campamento base, comienza la etapa de aclimatación que se hace: “llegando alto pero durmiendo bajo, por eso decimos que subíamos y bajábamos y en el trayecto aprovechás a ir equipando los campamentos de altura y sacándote peso de encima”, detalló Pablo. La última etapa, es la que se denomina ataque a la cumbre que son los campamentos de altura, el último día. “Pablo bajó porque yo decidí bajar”, reconoció Oderay y eso es sumamente valorable porque seguramente él hubiese podido llegar. Sucedió que el grupo estaba en los 6.500 mts de altura y Oderay tuvo la sana decisión de bajar, “ahí tuvimos una discusión interna y Pablo decidió acompañarla”, contaron. Martín y Mauro siguieron y Martín decide a los 6.700mts regresar; tras continuar unos metros Mauro logro hacer cima. “Que él haya llegado es en parte el logro de todos. Si nadie hubiera llegado hubiese sido diferente”, indicaron.
La cima del Aconcagua El relato de Mauro Bibel es atrapante: “llegamos a la cumbre a las 13:45 y ahí me encontré que estaba en el techo de América. Es una piedra plana, amplia, de unos 30 m2 donde hay una cruz y cosas que ha ido dejando la gente que ha subido. Hay muchísimo viento, era un día soleado pero con 35° bajo cero. Sentí muchas sensaciones encontradas, veías kilómetros y kilómetros donde ves la cordillera mucho más abajo que el Aconcagua”. “Es como algo subreal, vos estas en un campamento de altura y ves llegar las nubes desde abajo… todo lo que vos ves es la parte de arriba de las nubes, con el sol arriba que las tiñe de un tono naranja… es muy irreal”, contó Pablo. Como conclusión Mauro aseguró: “todos los deportistas que hacen algo extremo pasan por un momento dé sufrimiento para llegar al objetivo… y hay algo psicológico en el ser humano que hace que te de una gran satisfacción. Nosotros pasamos un montón de cosas que son muy sacrificadas, las caminatas de seis horas cuando el cuerpo no da más, imaginate que quedarte a 300 metros de la cumbre, cuando hiciste 12 días de caminatas es porque el cuerpo no puede más. No tenés oxígeno, hay 200 de presión (cuando acá hay más de 1000), no hay fuerzas… pero todo eso tiene una contracara de tanta felicidad, que hace que siempre vayas por más. Entender un poco porqué nos gusta hacer estas cosas tiene que ver con la adrenalina de superación, de decir las cosas bien planificadas, yendo despacio se logran y lo trasladamos acá, en la vida, en la familia, en el laburo y en lo que te propongas deportivamente”.
Por Rocío Fernández
EL ARGENTINO