Por Carlos Riera
Pocas semanas después de aquella final que Argentina perdió con Alemania en la Copa del Mundo 2014 en Brasil, ocurrió algo que hasta el día de hoy no tiene esclarecimiento. A pesar de que se tomaron más de 50 testimoniales en la causa, de que se analizaron cámaras de seguridad, que hubo sospechosos y líneas de investigación, nunca se pudo determinar realmente qué fue lo que sucedió con Rosalía Delia Abelleyra, ni tampoco el por qué.
Esta mujer de 76 años vivía sola en una casa de dos plantas, muy bonita y con un estilo arquitectónico muy moderno para la época en la que había sido construida. Había sido la vivienda familiar de los Fernández, que tenían un muy buen pasar económico gracias al rol como camarista en Gualeguay que había tenido el esposo de Abelleyra en la década del 70 y otras propiedades que daban sus réditos para sostener ese estilo de vida.
Tras la muerte de Abelleyra, la casa estuvo durante muchos años a la venta, pero fue recién en este último tiempo que cambió un poco la fisonomía, principalmente la fachada que tenía, que la distinguía en uno de los puntos más céntricos y coquetos de la ciudad.
Abelleyra tenía tres hijos: un hombre y dos mujeres; y según lo que se desprendió de aquella investigación policial y judicial, la relación intrafamiliar no habría sido de las mejores. Habría existido un histórico maltrato de la mujer hacia sus hijos, que con los años se convirtió en un resentimiento que los alejó de su madre. Por ello es que pasó tantos días encerrada y maniatada en el baño sin ser descubierta, porque prácticamente nadie la visitaba, hasta que fue su propio hijo el que la rescató de ese estado.
Sin cámaras ni testigos
Cuando la Policía ingresó a la casa ubicada en Luis N Palma 418 una cosa fue lo que llamó la atención: el desorden. Para los investigadores se estaba ante un claro asalto. Los delincuentes habían ingresado a la vivienda y revuelto cada rincón de la casa. No había dudas. Pero con el correr de las horas la investigación dijo otra cosa.
Abelleyra fue encontrada en el baño, en posición fetal, atada de pies y manos, y con su rostro completamente desfigurado por golpes. Pero lo peor era el cuadro de deshidratación que presentaba y por el cual debieron internarla en la sala de cuidados intensivos del Hospital Centenario.
Una persona que estuvo en el momento en que sacaron a la mujer del domicilio contó que se la escuchó decir: “sos un hijo de puta”, en forma reiterada, y aunque nunca quedó claro a quién estaba dirigido el insulto, fue ahí donde apareció la primera teoría y sospecha sobre el responsable de esto. Pero ello duró pocas horas, porque los fiscales del caso en ese momento, Sergio Rondoni Caffa y Lucrecia Lizzi, hablaron con ella en el Hospital y desvinculó a su hijo de cualquier sospecha.
Surgieron otras líneas investigativas. Se habló de tres hombres que habían llegado desde otra ciudad a los que habían contratado o vendido el dato de que en esa casa había dinero, pero quedó en la nada porque no se encontraron pruebas de ello. No surgió ninguna anormalidad en cada una de las cámaras de seguridad que el personal de Investigaciones de la Policía de Gualeguaychú analizó.
El jefe de Policía de Gualeguaychú por aquel entonces, comisario Vicente Giménez, señaló a EL ARGENTINO que “nosotros vimos una casa muy segura, con casas que la rodean también muy seguras, dotadas de perros de vigilancia, sensores de movimientos, alarmas. La obra en construcción lindera está prácticamente cerrada por lo que no hay por dónde ingresar, y además posee cámaras de seguridad para el control de personal, movimiento, materiales y todo lo demás. Esa es una de las cámaras de las cuales tenemos una cantidad de material que se está analizando. Otra de las cámaras es la del edificio Torres de Avenida, más los testimonios recogidos. Seguimos trabajando y analizando las más de 60 horas de grabación que hay en los cds”.
Pero existía un punto ciego. La casa tenía su frente sobre Luis N. Palma y sobre esta avenida estaban ubicadas las cámaras de seguridad de vecinos, comercios y de la Municipalidad, pero la propiedad tenía otra salida por calle República Oriental y se estima que esa puerta se pudo haber utilizado para abandonar la vivienda sin ser captado por alguna filmación. Pero eso es otra hipótesis.
Lo cierto es que en esta causa no hay nada cierto y es por eso que a poco más de 10 años de ese 1 de octubre de 2014 no hay imputados y mucho menos condenas para los responsables.
Compradora compulsiva
La gran pregunta que a los investigadores develaba era determinar cuál había sido el móvil del ataque. Por qué ensañarse con una anciana, golpearla, maniatarla y abandonarla a su muerte en un baño sino fuera por otra cosa que dinero.
Estas preguntas no tienen respuesta. Y si bien todo en un inicio hizo pensar que se estaba ante un asalto, el móvil del robo nunca pudo confirmarse porque el desorden era tal en el domicilio que nunca se pudo determinar cuál era la faltante. Nunca se pudo comprobar que hubiera faltado dinero.
Abelleyra no sólo vivía en una situación límite y solitaria, muy similar a la que viven los acumuladores compulsivos, sino que esta anciana compraba todo el tiempo lo que tuviera a mano. Con su fallecimiento el 5 de octubre, los investigadores perdieron la principal fuente de información sobre lo que pudo haber ocurrido.
El único elemento clave con el que contaba el fiscal Lisandro Beherán eran los precintos con los que maniataron a la víctima. Estos fueron secuestrados y remitidos al Departamento de Genética Forense para ser analizados y con ello obtener patrones de ADN que posteriormente permitieran el cotejo con las muestras de las personas sobre las cuales había ciertas dudas, pero los resultados no fueron los esperados y la prueba más importante cayó en el olvido.
Incluso llegó personal policial de Investigaciones de Paraná para ayudar en la investigación. Fueron ellos los que recomendaron la realización del estudio de ADN sobre los precintos, y tras permanecer varios días en la ciudad, no pudieron ubicar otro elemento conductor a los autores del hecho.
Por aquellos años, Beherán contaba a la prensa: “No se pudo determinar si la señora tenía un dinero guardado, y que se lo habrían llevado. Lo que quedó bien definido es que era una persona que gastaba mucho dinero en compras”. Sin saberlo Beherán en ese momento, esas compras a las que hacía mención, servirían como prueba clave en otro caso que le valió una condena a la hermana de Pequeña Pe.
La hermana de Pequeña, la vidente
Pasó una década y las cifras en pesos que hoy parecen insignificantes, hace 10 años atrás servían para terminar de pagar un auto cero kilómetro. Eso fue lo que pasó y comprometió a Alejandra Atúm, una de las hermanas de Pequeña Pe, la vedette de Gualeguaychú que llegó a los teatros de revistas en Buenos Aires y murió el 27 de febrero de 2009.
Alejandra, hoy ya fallecida, fue una de las personas que más bregó por la investigación de su hermana, junto a la madre de ambas. Había tomado notoriedad en los medios de comunicación porque estaba convencida que a Pequeña Pe la habían matado y los sostenía en cada una de las notas que a ella y su madre le hacían.
Esta notoriedad le valió para hacerse más conocida en su rol como vidente o tarotista. Y fue así que Gabriela Fernández, una de las hijas de Delia Abelleyra la contactó para que le dijera - mediante su experiencia paranormal - quién había sido el que mató a su madre.
Pero Atún se aprovechó de esa situación de vulnerabilidad de la mujer y también de la posición económica, y estaba convencida de que le iba a sacar beneficio. Mediante intimidación, le hizo creer a la mujer que su madre le debía dinero a una banda de delincuentes y que, si no le entregaban el pago de esa deuda, la iban a matar a ella y sus dos hermanos.
Todo esto, una vez que Fernández se dio cuenta que Atúm la estaba estafando, terminó en una causa judicial y en una condena a la vidente de dos años de prisión condicional. Atúm le había requerido que le entregara 50 mil pesos para evitar la masacre a sus hermanos.
En ese juicio, la Fiscalía intentó probar que la tarotista había asistido a Gabriela Fernández en varias oportunidades. En uno de esos encuentros en los que Atún fue a la casa de Abelleyra para hacer una “curación” y limpiar la casa de “malos espíritus”, Fernández le regaló una costosa cartera Ricky Sarkany y un valioso collar que pertenecían a su madre, dado que la tarotista, no solo había espantado los malos espíritus de la casa de Abelleyra, sino que les había dicho a través de sus poderes extrasensoriales “quién había sido la persona que había asesinado a su madre”.
“No hubo amenazas sino una puesta en escena para que la víctima incurriera en un error”, fue lo que le dijo el fiscal Beherán al juez mauricio Derudi en el juicio a Atúm, por los hechos ocurridos entre el 19 y 20 de marzo de 2015.
En su alegato, Beherán mencionó que Atúm cerró la deuda del crédito de su automóvil, calculada en unos 22 mil pesos, el día antes a que se conociera la denuncia de Fernández, y cuando se le preguntó por esta casualidad, la mujer se excusó diciendo que se trataba de un crédito que le habían dado a su marido en su trabajo, sin documental respaldatoria.