Redacción EL ARGENTINO
El virus chikungunya, transmitido por los mosquitos Aedes aegypti y Aedes albopictus, se propaga con fuerza en 2025. Ya se registraron más de 240.000 casos en el mundo, 200.000 de ellos en América Latina.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó que los patrones actuales de transmisión recuerdan al brote global de hace dos décadas, que afectó a medio millón de personas y generó un aumento de discapacidades.
Dolor persistente y consecuencias sociales
Aunque rara vez es mortal, la chikungunya provoca fiebre, sarpullido y, sobre todo, dolor articular intenso. En hasta el 40% de los casos, ese dolor se cronifica, dejando secuelas que impiden realizar tareas cotidianas. “Hay personas que no pueden sostener un cuchillo o tipear en el teléfono”, explicó Diana Rojas Álvarez, referente de la OMS.
El impacto no es solo individual: los sistemas de salud se saturan, aumentan los costos sociales y crece la demanda de cuidados. “Nos preocupa porque debilita a las personas durante meses o años”, agregó el infectólogo Scott Weaver desde Texas.
Prevención y acceso desigual a vacunas
A diferencia del dengue o el zika, que pueden cursar sin síntomas, la mayoría de los infectados con chikungunya se enferman.
Existen dos vacunas contra la chikungunya, pero su disponibilidad es limitada y su costo elevado: en Estados Unidos, una dosis ronda los 270 dólares. En países como Paraguay o Brasil, donde los brotes son masivos, el acceso es escaso.
La principal herramienta sigue siendo la prevención: eliminar criaderos, evitar picaduras y reforzar campañas comunitarias. Identificado en Tanzania en los años 50, el virus demuestra hoy su capacidad de expansión global. Con el cambio climático como aliado, representa un desafío sanitario urgente que exige respuestas coordinadas y territoriales. (Fuente La Nación)