Redacción EL ARGENTINO
La crisis económica sigue reconfigurando el tejido social argentino: más de la mitad de los hogares ya pertenece a la clase baja, mientras que la clase media —históricamente el sector mayoritario del país— se reduce al 43%, según un estudio elaborado por la fundación Pensar, en colaboración con la consultora Casa Tres. Solo el 5% de la población califica como clase alta.
El relevamiento, realizado entre septiembre y octubre sobre 2.319 hogares y datos del INDEC, establece que para ser considerado de clase media los ingresos deben oscilar entre 2 y 6,5 millones de pesos mensuales. Sin embargo, esa franja pierde peso ante la inflación y la caída del poder de compra.
El informe, titulado “Esperando la Carroza: la clase media Mafalda se diluye”, señala además una fuerte brecha entre la realidad económica y la percepción subjetiva: el 65% de los argentinos se considera de clase media, aunque los números indiquen otra cosa.
Más de la mitad de los consultados (54%) asegura que su capacidad de consumo es “mucho peor” que hace un año, y seis de cada diez trabajadores admiten que su empleo solo les permite “subsistir”. El estudio también advierte sobre una pérdida de confianza en el trabajo como motor de movilidad social: el 41% cree vivir peor que sus padres, y solo uno de cada cuatro considera haber mejorado su situación.
“La clase media fue el corazón del imaginario nacional, pero hoy vive un proceso de mutación: sigue siendo aspiracional, aunque sufre la pérdida de seguridad y previsibilidad que la definían”, explicó el consultor Guillermo Oliveto.
El fenómeno del “consumidor sacrificial” reemplaza al del “consumidor aspiracional”: el consumo dejó de representar progreso y bienestar para transformarse en una estrategia de supervivencia. Las familias priorizan salud, educación y alimentación, postergando esparcimiento, ahorro y vivienda.
El informe concluye que la contracción de la clase media no solo redefine el mapa económico, sino también el imaginario social argentino: un país donde el trabajo ya no garantiza ascenso, sino apenas la posibilidad de resistir.