Policiales TRAGEDIA FAMILIAR

A más de tres décadas de un triple crimen que conmovió a Gualeguaychú

El pasado viernes se cumplieron 31 años del homicidio imborrable de la familia Soria, en una casa de calle Florencio Sánchez, en el barrio de Pueblo Nuevo.

Domingo, 19 de Enero de 2025, 4:37

Por Carlos Riera

Es difícil imaginar que en un barrio tranquilo de Gualeguaychú, con gente trabajadora y con vínculos muy ligados a la actividad del ex Frigorífico, ocurrió uno de los crímenes más inolvidable en la historia de la ciudad; y que uno de los dos autores de ese tremendo hecho fue el hijo y nieto de las víctimas.

 

Los medios de comunicación de Gualeguaychú lo catalogaron como "el crimen del siglo"; y también se hicieron eco de lo sucedido los canales de televisión nacional, que realizaron sus coberturas a partir del descubrimiento, en la mañana del 17 de enero de 1994.

 

La trágica historia

 

En la casa de calle Florencio Sánchez 793 vivía Felipe Dionisio Soria, de 87 años, y su esposa Isorlina Ramírez, de 73. El hombre, conocido como "Don Magallán", había nacido en el campo y desde hacía más de 40 años estaba domiciliado en Pueblo Nuevo, por ser un barrio cercano a su trabajo de tropero en el Frigorífico Gualeguaychú.

 

El matrimonio tenía cuatro hijos. Una de ellas era Delia Ogarita Soria, de 44 años, que había llegado el sábado 15 de enero a visitarlos desde Buenos Aires. Según los vecinos de aquel entonces, Felipe e Isorlina eran un matrimonio muy amable, que pasaba gran parte del día sentados en la vereda.

 

Una semana antes de la llegada de Ogarita, Hugo Javier Lescano llegó a Gualeguaychú a pasar unos días con sus abuelos. Este joven de 21 años estaba domiciliado en Merlo y era uno de los tres hijos que tuvo Ogarita, y estaban separados por conflictos familiares y por un supuesto abandono de la madre.

 

 

 

Lescano no llegó solo a Gualeguaychú. Lo hizo acompañado de Jorge Marcelo Navarro, un muchacho de 23 años que era conocido como "Pifie". A ambos jóvenes los habría unido una relación amorosa, a pesar que Navarro era casado.

 

El supuesto abandono de Ogarita a su hijo Hugo, habría sido el factor determinante para que los lazos familiares terminaran en una tragedia. Cuando la mujer de 44 años llegó al hogar de sus padres, se encontró con la presencia de su hijo, y fue durante su estadía que se desempolvaron resquemores que culminaron con el triple homicidio.

 

Durante la instrucción de la causa, la por entonces Jueza de Instrucción N° 2 de Gualeguaychú, Graciela Pros Laporte, tomó la declaración de muchas personas, entre ellos muchos vecinos, que escucharon los diálogos que mantenían Ogarita y Hugo. Uno de los testimonios afirmó que el joven le dijo a su madre: "...no revolvamos más mierda...", y "...con esto mañana a primera hora agarro la mochila y el bolsito y nos vamos...".

 

Estos diálogos demostraban la tensión que se vivía en la casa de calle Florencio Sánchez, pero nunca nadie pensó que todo iba a terminar en una tragedia. En la madrugada del domingo 16 de enero, a pocas horas de la llegada de Ogarita, Lescano y Navarro asesinaron a todos.

 

El hallazgo

 

María Luisa Peralta era nieta de los Soria y sobrina de Ogarita. Ella fue quien concurrió hasta el domicilio y, a partir de ahí, se descubrió todo lo ocurrido. Fue la última de la familia que estuvo con Lescano y Navarro, cuando ambos fueron hasta su casa a despedirse, "nerviosos", diciéndole que se iban a Uruguay y Brasil.

 

Peralta, en su declaración ante Pros Laporte, relató que sus abuelos eran como sus padres, ellos la habían criado, por lo que conocía íntimamente sus costumbres y todo lo que hacían en el desarrollo de sus modestas vidas. Era la única persona ligada a ellos que estaba en la ciudad y quizás por esto fue que tuvo la difícil e imborrable tarea de hallarlos muertos.

 

Al no contestar la puerta, un vecino espió por un ventiluz desde la casa de sus suegros, lindante a la de los Soria, y observó un cuerpo tirado, tapado con una sábana blanca. Era Ogarita "por el cabello". A partir de allí se dio aviso a la Policía, que ingresó a la casa y encontró los tres cadáveres tapados, ubicados en distintas habitaciones del inmueble, en medio de grandes charcos de sangre.

 

La casa estaba toda desordenada, como si hubieran entrado ladrones. Todo desparramado por el piso, cajones abiertos, muebles rotos, y en medio de todo eso los rastros que dejaron los asesinos inexpertos, que rápidamente fueron identificados.

 

Obdulio Tedesco, pareja de Ogarita Soria, resaltó a la jueza Pros Laporte que su mujer era una persona de un carácter fuerte, que gritaba mucho cuando se enojaba, que no tenía miedo a nada y que era capaz de "atropellar a un escuadrón". Con esta descripción, el hombre reflexionó que -para que a Ogarita le ocurriera algo así - la agarraron desprevenida.

 

Los cuerpos fueron encontrados bañados en sangre. Se utilizó una cuchilla de cocina, con una hoja de unos 15 centímetros. Según el relato que posteriormente hizo Lescano a las autoridades, responsabilizándose del hecho, la primera en morir fue la abuela, acuchillada en la cocina.

 

"Con bronca y rencor", le puso una mano en la boca y con la otra la apuñaló en la cintura. Cuando sale de la cocina en dirección al comedor, se encontró con su abuelo. "Don Magallán" le observó la cuchilla en su mano y le pregunta "¿por qué?, ¿por qué?", tras lo cual Lescano lo tira al piso y le empieza a dar puntadas hasta darle una mortal en el corazón. En ese momento llega su madre y el joven se le abalanzó mientras ella intentó defenderse. Dijo que sacó todo su odio y bronca para repartirle puñaladas "por todos lados".

 

La casa donde transcurrió todo en el barrio de Pueblo Nuevo

 

El robo

 

La imputación sobre Lescano y Navarro fue la de "Homicidio calificado reiterado y robo, en concurso real", porque tras los asesinatos se llevaron todo lo de valor que encontraron.

 

Eran 900 pesos, que para esos años eran una importante suma de dinero, y alhajas. Luego - siguiendo con el relato de Lescano - fue hasta la mesa de la cocina, se sirvió budín de pan y manzana, y desde allí sentado observó los cuerpos hasta que decidió taparlos con sábanas blancas. Fue en ese momento que se acordó de Navarro, que supuestamente dormía en la pieza, ignorante a todo lo que ocurría. Dijo que fue hasta el dormitorio con intenciones de matarlo, pero lo pateó para despertarlo. Ahí forcejean y es cuando Navarro se corta la mano con las intenciones de quitarle la cuchilla a Lescano.

 

Obviamente que todos estos dichos resultaron altamente controversiales, donde uno de ellos se tiró toda la responsabilidad encima para quitarle culpabilidad a su pareja. Los dichos tuvieron importancia para solo tener una idea del orden en el que habían ocurrido los crímenes. Ambos fueron imputados como coautores.

 

La fuga imperfecta

 

Con el correr de las horas, la Justicia y la Policía se centraron en las figuras de Lescano y Navarro. Se supo que tras huir de los crímenes, los autores habían robado el bolso de Ogarita, dinero, un anillo de oro con las iniciales de la víctima, una alianza y un tercer anillo de oro con una piedra preciosa de color rojo, dos cuchillas y una chaira de cuero presumiblemente extraídos de un ropero en la habitación matrimonial, que serían de "Don Magallán" de sus tiempos como tropero.

 

Al dejar la casa en Pueblo Nuevo, se dirigieron en un remís hasta la casa de una prima, de la que se despidieron "nerviosos", anunciando su viaje a Uruguay y Brasil. La mujer relató que Navarro llevaba una venda casera en su mano derecha, que le llamó la atención.

 

A partir de allí iniciaron un periplo que culminó en su aprehensión en el pueblito salteño de Las Lajitas. Uno de los remiseros que los llevó, relató a las autoridades judiciales que los trasladó hasta la casa de una prima "a la que le pidieron algo para curarse la mano". Desde ese lugar partieron hacia Concepción del Uruguay en busca de un aeropuerto para viajar rumbo a Brasil, pero no consiguieron su propósito. Señaló que "estaban preocupados por comprar gasa y vendas para curarse" y que antes de llegar a La Histórica pararon en una estación de servicio. Luego se supo que en ese lugar se deshicieron del arma homicida.

 

 

 

El domingo por la tarde regresaron a Gualeguaychú luego de su fallido escape por aire desde Concepción. Tomaron un radio taxi que los llevó desde la Terminal de Ómnibus, en el centro de la ciudad, hacia la estación de servicio Isaura en la Ruta 14. Ese chofer recordó en su declaración ante la Justicia que primeramente le dijeron que tratara de alcanzar el micro que recién había salido, pero al no lograrlo le indicaron que los llevara hasta Zárate.

 

El taxista desistió del pedido porque le resultaron sospechosos sus pasajeros, "parecían drogadictos", por lo que no le era nada aconsejable seguir con ellos y los dejó en la Ruta 14. A las 22.45 del domingo 16 de enero de 1994, otro remisero acudió al llamado que los jóvenes habían realizado a una agencia de remises. Abordaron un Volkswagen Carat, que los trasladó hasta la localidad bonaerense de Merlo.

 

En la edición del miércoles 19 de enero de 1994 de diario "EL ARGENTINO" se escribió que una vez iniciado el viaje, "al llegar a la rotonda de Zárate, a poca distancia de la cabina de peaje, el chofer, ante la herida que presentaba uno de los jóvenes en una mano y movido por algún temor, le solicitó a la Policía que les tomara los datos, pidiéndoles a los uniformados que si no volvía en algunas horas avisaran a Gualeguaychú".

 

"Trascendió que uno de los jóvenes no poseía documentación, pese a lo cual pudo seguir el viaje y que en el camino tomaron tres cervezas y uno de ellos se durmió", describe el diario dos días después de conocido el crimen.

 

Los medios siguieron el día a día de la investigación. (Foto EL ARGENTINO)

 

La detención

 

El jueves por la madrugada, luego de que la Policía le siguió los rastros hasta Merlo, fueron detenidos en Las Lajitas, un humilde y pequeño poblado de la localidad salteña de Joaquín V. González. La Policía supo que tenían familiares en esa localidad y hasta allá fueron las diligencias. Comunicaron la posibilidad a la Policía local y fueron detenidos sin ofrecer resistencia.

 

Acampaban en la casa una prima de uno de ellos. La comisión policial integrada por el comisario Miguel Cosso, el oficial principal Juan Ramón Hernández y el cabo Luis Alberto Biré, fueron los responsables de traerlos hasta Gualeguaychú. Llegaron a las 14 del domingo 23, tras 18 horas de viaje.

 

En una conferencia de prensa que se realizó ese mismo día en la casa de Pros Laporte, la jueza y su secretaria María Angélica Pivas brindaron las primeras palabras acerca del caso. Ambas coincidieron en calificar el panorama en la casa de Florencio Sánchez como "tétrico" y que "nunca se había observado un hecho de esas características".

 

Tras su detención en la Jefatura Departamental, y luego de ser revisados por el médico Carlos Russell, la magistrada dictó el procesamiento y prisión preventiva. Lo único que faltaba era localizar el arma homicida. El jefe de Policía, comisario inspector Eduardo González, estaba obsesionado con encontrar el cuchillo. Dispuso un rastrillaje intenso en todos los lugares donde se supo que habían estado los sospechosos y el domingo por la noche encontraron la cuchilla en un desaguadero - a unos 50 centímetros de profundidad - del baño de caballeros de la estación de servicio camino a Concepción del Uruguay.

 

Hugo Lescano declaró durante más de cinco horas ante la jueza Pros Laporte y admitió su autoría en los crímenes, en una maratónica jornada que incluyó ocho intensas horas de trabajo en los Tribunales de Gualeguaychú. Navarro declaró, pero no admitió su participación. El 11 de noviembre de 1994, la jueza Pros Laporte resolvió clausurar la instrucción de la causa 4.119 y la elevó a juicio a la Cámara del Crimen de Gualeguay, imputándolos de "Homicidio calificado, reiterado en tres oportunidades, en concurso ideal entre sí, y Real con robo simple".

 

Fueron condenados a la máxima pena y tras pasar algunos años en la cárcel de Gualeguaychú, fueron trasladados a otras unidades penales del país. Incluso se supo que uno de ellos cumplió su condena en una cárcel del sur de la Argentina, pero ambos ya están en libertad.

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